martes, 13 de diciembre de 2011

“Encontré la clave para la felicidad”

Pedro Felices es el mayor de tres hermanos. Siendo un niño tenía que esconderse casi todos los días de un padre borracho que lo maltrataba.
Como el mayor de tres hermanos, sufrió las agresiones más fuertes. Por ese motivo, comenzó a vivir el mayor tiempo de su vida en la calle, sabía que al llegar a casa sólo iba a vivir un infierno.
No pasó mucho tiempo, hasta que su padre los abandonara, dejando con la carga de toda la familia a su madre.
A veces sin dinero, y otras con lo poco que tenía no alcanzaba para alimentar a los tres hermanos. Es así que su madre envía a Pedro a pedirle a su padre que mande dinero a su casa.
Al llegar a la dirección en donde vivía, fue recibido por una niña. Aquella muchacha era la hija de la otra mujer que tenía su progenitor. Ante la pregunta de ella, “¿A quién buscas?”, con solo 12 años recibió una terrible noticia: se enteró que a quien llamaba padre, no lo era.
“Tantos años sin saber la verdad”, “¿por qué no me lo dijo mi madre? Y ¿quién es mi padre?”, fueron las preguntas que cruzaban una y otra vez por la mente del pequeño.
Al contárselo a su madre, no le quedó más remedio que decirle a la verdad. Aquel hombre que los maltrataba y había vivido con ellos no era el verdadero padre de Pedro.
Se sentía decepcionado, triste y confundido. Desde ese día su comportamiento cambió bruscamente. Se convirtió en una persona agresiva.
Llegó a conocer a su padre, pero no era lo mismo, no pudo decirle papá, sólo lo llamaba tío.
Ya en su juventud y sin encontrarle el sentido a su vida, se refugió en las drogas y el alcohol. Si tenía que morir no le importaba.
Pasados los años, su madre y hermanos conocen el evangelio de Cristo. Así comienza una nueva vida para ellos. Pero para Pedro la vida no era nada bueno.
Con el mal comportamiento de su hijo mayor, su madre intentó mudarse varias veces para alejarlo de las malas juntas pero no lo logró.
Un día, Pedro dejó el partido de futbol que disfrutaba con sus amigos del barrio porque sus zapatillas se rompieron. Al llegar a casa pidió prestadas las de su hermano, quien le respondió “yo te las presto pero vas a la iglesia”.
Ante la exigencia de sus amigos por seguir el juego, Pedro aceptó la invitación.
Sin embargo, no sería en el templo donde tuvo su primera experiencia con Dios. Al llegar a su casa, no encontró a nadie. Pero al pasar por la habitación de su madre, le llamó la atención una Biblia.
Cogiéndola y colocándola en el pecho, inexplicablemente comenzó a escuchar una voz que le comenzó a decir toda su vida. “Señor perdóname”, no dejaba de repetir, hincándose comenzó a llorar.
Al día siguiente, cumplió su promesa y fue al templo donde no dejaba de llorar, y de decir “Si Señor, así es, perdóname”
Ese día Dios lo perdonó y le dijo: “Ve, busca a tu padre y pídele perdón”. Obedeciendo a Su palabra, buscó lo encontró y le pidió perdón.
Su vida cambió rotundamente, comenzó como colaborador de una iglesia, y es en el anexo de La Huerta Perdida donde conoció a Astrid Saldaña de quien se enamoró.
Hoy sirven juntos al Señor como pastores en la iglesia de Reynoso en el Callao y testifican que no hay otro como el verdadero Dios que cambia vidas.

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