Rev. Álvaro Garavito
Estamos bajo el reinado inconmovible de Cristo. Lo que estamos haciendo aquí, no es sombra de algo que viene, estamos acumulando para una eternidad.
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor”(Hebreos 12:28-29).
Dios necesita instrumentos útiles en quienes pueda depositar su confianza, la responsabilidad de llevar su Obra adelante. Instrumentos que puedan hacer y cumplir con la encomienda que nos ha dejado.
Fuimos llamados para cumplir con una responsabilidad. Un día tendremos que rendir cuentas a nuestro Dios de lo que hemos recibido de Él. Daremos un informe de los talentos, los dones, las capacidades, las actitudes y las habilidades de las cuales fuimos dotados por el Señor, para hacer el trabajo que nos encomendó en esta tierra. Será individualmente, delante del Invisible, del que todo lo conoce, del que todo lo mira, del que todo lo sabe. Del que vio tus lágrimas, tus padecimientos, tus alegrías, de aquel que vio cuando disfrutabas de las bendiciones y cuando te quejabas en las luchas; allí tendremos que dar cuentas de todas las cosas que hicimos, mientras vivimos en este cuerpo.
¿POR QUÉ DIOS BUSCA INSTRUMENTOS QUE LE SEAN ÚTILES?
Primero porque hemos recibido un reino inconmovible. Ya que hemos recibido tan grande herencia, tenemos que mantener la gratitud, según expresa la Palabra de Dios. “Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Hebreos 12:28) Un reino inconmovible es un reino imperturbable, que no se inmuta, no se deshace, no cambia, no se confunde, no se trastorna, es sólido, real.
Le servimos no a un Dios de bromas, de pasatiempos, de religiones, no es un ídolo de palo o de yeso, es un Dios vivo que nos ha llamado a este reino inconmovible. Todas las cosas en el Antiguo Testamento eran como sombra de lo que había de manifestarse. Por ejemplo: los sacrificios eran verdaderamente una sombra de lo que sería el sacrificio expiatorio de nuestro Señor Jesucristo. Porque todo los días debía hacer una ofrenda en el altar. Fueron muchas las ovejas y los machos cabríos que tuvieron que morir para tratar de cubrir el pecado del hombre. Pero resultó ser imposible, porque todo esto era movible, era pasajero, era una sombra que anunciaba algo que sería estable y eterno.
Hoy no estamos bajo una sombra, estamos bajo el reinado inconmovible de Cristo. Todo lo que estamos haciendo aquí, no es sombra de algo que viene, estamos acumulando para una eternidad que empezamos a vivir y donde vamos a disfrutar de nuestro trabajo realizado aquí en este planeta. Tal vez usted no ha sido felicitado por la labor que ha estado realizando. O tal vez, nadie se le ha acercado para abrazarlo y darle las gracias por su trabajo en el Señor. No se sienta mal por eso. Quizás se ha sentido cargado por los sacrificios, los desvelos, las hambres, la escasez, los trabajos en medio de enfermedades del cuerpo, a veces arrastrándose para poder hacer y cumplir lo que tiene que realizar delante de Dios, sin ver recompensas humanas. No se inquiete ni se preocupe por eso, porque no estamos bajo una sombra. Estamos parados en el sitio eterno. Estamos en la eternidad. Todo lo que estamos haciendo es acumulando, para la eternidad. Una eternidad que se hace cada vez más real y más hermosa en medio de nuestras luchas y debilidades. Y estando en este reino inconmovible sabemos que no estamos sentados y reinando solos, estamos sentados en lugares celestiales con Cristo Jesús Señor nuestro. El Rey de reyes está con y en nosotros.
Así mismo este verso de la Palabra nos refiere lo que Dios es: “Dios es fuego consumidor”. Dios es un Dios de fuego.
Tenga en cuenta que el Dios que servimos y adoramos es un Dios de fuego. Es necesario tener el fuego poderoso dentro de nuestras vidas para poder ser lo suficientemente útil en este reino inconmovible. Y muchas de las cosas que realizamos para su gloria, giran alrededor de ese poder; a través del fuego. Dentro de la Palabra de Dios encontramos muchos ejemplos del fuego de Dios realizando obras portentosas. Tomemos a un hombre que fue caracterizado como el profeta del fuego. Y fue conocido de esta manera no porque el fuego le saliera por los poros, por las rodillas o por la nariz. Era que el fuego caía del cielo, porque el que enviaba el fuego era el Señor. Confirmando lo que el mismo Señor dice: “Sin mi nada podéis hacer”. Separados de esa llama poderosa no podemos hacer nada.
El Dios de fuego debe estar viviendo en el corazón, alma y espíritu de cada creyente. Tenemos que estar compenetrados de la verdad. No de una verdad meramente intelectual, sino de la verdad experimental. Porque de esta manera podemos ser capaces de enfrentarnos al enemigo, de retar al infierno y a la muerte en momentos determinados.
Dios levantó un hombre llamado Elías en un momento trágico y difícil; por el cual atravesaba la sociedad de aquel entonces, la nación de Israel. Dios no necesita un gran teólogo, un filósofo, un doctor en medicina, o un arquitecto para cumplir su propósito. Él quería un instrumento útil. No solamente conocedor de la realidad existente del entorno de aquella sociedad, sino que ese instrumento estuviera envuelto en esa llama poderosa del fuego de Dios. La situación espiritual que vivía la nación, era caótica. Había un avivamiento terrible de falsedades, de falsas doctrinas, de falsos profetas, de brujas, de hechiceros, de ídolos y de inmoralidad. El escenario no era fácil, había muchos profetas que tenían una mordaza puesta, que no hablaban porque veían peligro; cuidaban de su propia vida y de sus propios intereses se quedaban callados, no se atrevían a decir nada.
Dios entonces, se propuso levantar un testigo poderoso de Él. Encontró un instrumento dispuesto a morir, dispuesto a declarar delante de los grandes de la tierra y de los pecadores corruptos, que todavía Él estaba sentado en su trono. Encontró un instrumento que quería declarar las verdades sellado con el fuego de su gloria. Elías fue llamado en un momento difícil. Dice la Palabra de Dios: “Entonces Acab convocó a todos los hijos de Israel, y reunió a los profetas en el Monte Carmelo”(1 Reyes 18:20).
El rey convocó a una convención corrupta; envuelta de religiosidad, de pasatiempos, y de inmoralidades. Allí iban asistir las brujas, los hechiceros, los espiritistas, los falsos profetas de aquella época. Todo lo falso, todo lo inmoral, todo lo sucio corrió para aquella convención. Se estaba convocando a la nación y era el rey el que los convocaba. Elías aceptó que se convocara a todo la nación porque era necesario que el pueblo de definiera. Hermanos, estamos en un tiempo donde existe la gran necesidad de estar definidos. No podemos adorar juntos y ser como el agua y el aceite que no tienen compatibilidad.
Tenemos que estar definidos en la línea de batalla, defensora de la sana doctrina y de las verdades eternas. Tenemos que estar claramente definidos. Elías le preguntó al pueblo: “Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos”(1 Reyes 18:21). Hasta cuándo tendrán una pierna con Baal y la otra con el Dios de los cielos. Aquí hay que definirse, o adoramos a Baal o adoramos al Dios de los cielos, a Jehová de los Ejércitos. El verso 24 dice que Elías le dijo: “E invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses y yo invocaré el nombre de Jehová; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios. Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho”. En otras palabras, estamos de acuerdo, amén, amén, se va hacer como has dicho.
Dice que estos hombres pasaron desde la mañana gritando frenéticamente, sajándose sus cuerpos, sangraban y gritaban delante de sus dioses paganos y muertos, delante de los baales, pero no hubo respuesta. Ya roncos, cansados, fatigados, arrastrados, muriéndose de la derrota aceptaron que Elías tomará la parte que le correspondía. Sus dioses no respondieron ni con agua ni con fuego. Porque el diablo no tiene poder con los elementos. El diablo no tiene poder sobre las cosas que Dios tiene bajo su control. Cuando Dios cierra una puerta ningún demonio, ningún principado podrá violentar esa puerta porque Dios es Soberano.
Cuando Él no quiere actuar nadie moverá su mano, pero cuando tiene que hacerlo se mueve y lo hace con poder. Porque Él es Dios de poder, el Todopoderoso. No pudo responder nadie por ello. Elías dijo: Ahora hagan una zanja. Llénenla de agua, pongan leña, pongan el buey pongan todo lo que requería para hacer aquel holocausto. Porque llegó la hora de ver quién es quién. Dice la Palabra que levantó los ojos al cielo y clamó al Señor y después de haber clamado, descendió fuego sobre aquel holocausto. El fuego lamió el agua, lamió la tierra, arrebató, desmenuzó y desapareció todo lo que había allí, sobre el altar. Aquel fuego venía acompañado con pavor, con miedo, con terror sobre los enemigos; de tal manera, que Elías le dijo al pueblo: “Prended a los profetas de Baal, para que no escape ninguno ni uno solo” (1 reyes 18:40). Y todo el pueblo se abalanzó sobre aquellos falsos profetas, los tomaron y los degollaron allí. Ninguno se escapó y todo el pueblo después que vieron descender el fuego decían: “¡Jehová es el Dios, Jehová es el Dios!” (1 Reyes 18:39).
El día que usted y yo podamos ver el fuego de Dios sobre nuestras vidas, de ese día en adelante nadie sacará de nuestras mentes y nuestro corazón la realidad de que el Dios de Abraham, Isaac y Jacob, es el Dios de fuego. El Dios nuestro, el Dios de poder, de milagros, de maravillas, portentos, el que responde con fuego. Solo Él es Dios.
Hoy vivimos en medio de un avivamiento terrible de falsos profetas, de falsedad y de inmoralidad que está minando toda la nación, la cual está impregnada del mal. Se necesitan esa clase de instrumentos que sean como Elías. Dios está buscando en esta hora nuevamente ese instrumento. Dios está buscando un creyente que le diga al Señor: “Aquí estoy; aunque estoy vacío necesito que me llenes de ese fuego, porque con ese fuego poderoso podré servir y ser útil, donde quiera que vaya; y donde quiera que me mandes”. Cuando Dios tiene que actuar, Él actúa, Él no está amarrado de manos ni amordazado, Él es Todopoderoso.
Tenemos un enemigo que no lo podemos ignorar, por lo tanto, debemos llenarnos del poder y el fuego de Dios para poder resistir las fuerzas del maligno. Estamos en una guerra. Si Elías tuvo que enfrentar los problemas, la situación moral y religiosa de la nación, que era crítica en su contexto; cuanto más nosotros que vivimos en una situación peor que esa. Porque en el tiempo de Elías se podían contar los profetas falsos o por lo menos se podía decir que Jezabel tenía 450 y Acab 400, pero hoy no se pueden contar los falsos profetas. Vivimos en medio de un avivamiento de apostolados a granel, cualquiera quiere ser apóstol. No son apóstoles, son apóstatas de la fe. Mercaderes del alma, que pisotean los postulados del Evangelio, engañadores perversos. Estamos en un mundo convulsionado con herejías de perdición, de maestros por montones “según sus propias concupiscencias” que como dice la Palabra, que no perdonan al rebaño, no le importan las almas ni la vida de nadie. En medio de esa condición y convulsión, Dios ha llamado a esta Obra en representación de toda una labor misionera en desarrollo y en avance.
Hay que seguir trabajando para traer más vidas a este reino inconmovible, porque hay gran necesidad en el mundo de hombres de verdad, de instrumentos útiles. El fuego de Dios tiene que limpiarnos, sacar la inmundicia y llenar nuestras vasijas del fuego, para que cuando lleguemos donde lleguemos, seamos respaldados por ese poder. Dios necesita esos instrumentos. Si Elías combatió y el fuego de Dios descendió, tú y yo lo podemos hacer también. Reafirmados y seguros que nada podrá contra este reino inconmovible
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