martes, 20 de diciembre de 2011

La Biblia del Siglo de Oro

A 442 años de haber visto la luz, la Biblia del Oso, primera versión completa de las Sagradas Escrituras al castellano y, traducida de los manuscritos originales, es considerada una obra cumbre dentro de la literatura española
Quién podría imaginar que el sueño de dos monjes jerónimos, de traducir la Biblia al castellano, quienes por ello fueron perseguidos por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, llegaría a convertirse en la traducción que cambiaría la vida de millones de hispanohablantes.
Este piadoso anhelo dio inicio en el siglo XVI, hace más de cuatro centurias, en 1569, cuando salió publicada la primera traducción completa de las Sagradas Escrituras al castellano. En su primera edición fue dada a conocer como la Biblia del Oso, y años más tarde, en 1602, como la Biblia del Cántaro.
La Biblia del Oso marcó un hito en la historia de los hispanohablantes, por ser la primera versión íntegra, traducida directamente al castellano de los idiomas originales -hebreo y griego-. La primera publicación fue denominada la Biblia del Oso por el emblema que aparecía en su portada: un oso de pie junto a un arbusto, tratando de alcanzar una colmena para beber su miel, logotipo del impresor bávaro Mattias Apiarius. Esta ilustración se utilizó dado que se quería evitar el uso de iconos religiosos, porque en aquella época estaba prohibida cualquier traducción a lenguas vulgares de las Sagradas Escrituras, lo cual hubiera representado, para quienes infringieran dicha norma, la pena de muerte en la hoguera.
La traducción estuvo a cargo del monje Jerónimo y humanista sevillano Casiodoro Reina, y la revisión fue llevada a cabo por su compañero Cipriano Valera.
Por su traducción directa de los idiomas originales la Biblia del Oso mantiene el tono de los mismos.
En el trabajo realizado por Reina es importante destacar su valor literario, principalmente por dos motivos: primero, por la calidad de su lengua, que la convierte en un monumento de la literatura iberoamericana; y segundo, por su extrema fidelidad al original, ya que recoge el tono primordial de las tradiciones hebreas, que rara vez consiguen otras traducciones, más apegadas al sentido doctrinal y teológico.
Por su parte, Valera dedicó 20 años de su vida a la revisión del trabajo de su coterráneo y compañero de claustro. Como resultado, la referida versión salió publicada en 1602 y fue llamada la Biblia del Cántaro, porque en la portada podía verse estampada la imagen de dos hombres: uno que está plantando un árbol, mientras el otro lo riega con agua que sale de un cántaro.
Según algunos expertos, esta ilustración fue tomada en alusión al texto bíblico de la Primera Carta a los Corintios 3:6: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Asimismo, se considera una referencia a que con la primera edición (Biblia del Oso), realizada por Reina, se había plantado la semilla de la Palabra de Nuestro Señor y, nuevamente, en la revisión de Valera, se contribuía a irrigar lo sembrado, con el propósito de que creciera y fructificara.
La citada revisión es una de las más admiradas, tanto para eruditos protestantes como para aquellos que no participan en esta interpretación de las Sagradas Escrituras, por la excelente calidad de la misma.
De acuerdo con el pie de imprenta, entre ambas ediciones -la Biblia del Oso y la Biblia del Cántaro- mediaron 33 años; sin embargo, desde el momento en que las personas entraron en contacto con ellas, sus vidas fueron transformadas.
Samuel Escobar Aguirre, presidente honorario de Sociedades Bíblicas Unidas y catedrático de Misionología en el Seminario Teológico de Pennsylvania, destaca que ambas publicaciones tuvieron lugar en la Europa del siglo XVI, en especial porque el culto protestante tenía como tema central la lectura y explicación de la Biblia.
Por otra parte, la conversión era un desafío, pues en aquella época muy pocos sabían leer y escribir, ya que durante la Edad Media dicho conocimiento había estado restringido al clero y, en alguna medida, a la nobleza. De manera que quienes sí podían hacerlo, encontraron un insuperable estímulo para crear programas de alfabetización, con la finalidad de que la Palabra de Dios, con sus sabias enseñanzas, pudiera llegar a todos.
Aunque 1569 y 1602 fueron años de regocijo, pues era la primera vez que se tenía la Biblia completa traducida al castellano, para Casiodoro Reina y Cipriano Valera también significó la persecución, por parte de los jerarcas de la Iglesia Católica de aquel entonces, cuyas penas iban desde la encarcelación e inenarrables formas de suplicio, hasta la muerte en la hoguera.
AMBOS MONJES ERAN PARTE DEL CLAUSTRO OBSERVATORIO DEL MONASTERIO DE SAN ISIDORO DEL CAMPO Y COMPAÑEROS DE FE, PERO SU APEGO AL PROTESTANTISMO, QUE INCLUÍA LA LECTURA E INTERPRETACIÓN DE LA BIBLIA, LOS OBLIGÓ A HUIR DE ESPAÑA, DONDE LA IMPLACABLE INQUISICIÓN HABÍA PUESTO PRECIO A SUS CABEZAS. CON EL POSTERIOR ESTUDIO DE LA HISTORIA ES DE TODOS CONOCIDO QUE, DESAFORTUNADAMENTE, ESTE TRIBUNAL COMETIÓ SERIOS AGRAVIOS ENTRE LA POBLACIÓN QUE NO ERA AFÍN SUS CREENCIAS.
La huida provocó que, tiempo después, sus esfinges fueran quemadas en la hoguera, así como todos sus escritos, entre ellos la traducción y revisión de las Sagradas Escrituras, que fueron incluidas en el llamado “Índice de los Libros Prohibidos” –Index Librorum Prohibitorum- y por lo mismo se les declaró heresiarcas, es decir, jefes de los herejes.
En su angustioso periplo, ambos religiosos llegaron, por fin, a Ginebra, donde los esperaba un escritor protestante español y también perseguido, Juan Pérez de Pineda. Sin embargo, lo que Reina vio en esta ciudad no le agradó, pues los creyentes refugiados pasaban por tribulaciones, además de la condena a muerte de Miguel Servet, y la rigidez religiosa lo llevó a afirmar que “Ginebra se había convertido en una nueva Roma”.
Por lo anterior, en 1558 Casiodoro Reina viajó a Frankfurt y de allí a Inglaterra, donde Isabel I, recién ascendida al trono, concedió libertad de culto reformado. En Londres, con autorización de la monarca, estuvo a cargo de la iglesia Santa María de Harás, y le fue asignada una pensión de 60 libras. Allí se casó con la viuda de un médico francés
Sin embargo, al cabo de un tiempo fue acusado, falsamente, por el rey español Felipe II, apoyado éste por la Inquisición, de graves faltas de carácter moral y teológico, así como de sodomía, difamación que, sin duda, buscaba menoscabar su influencia y creciente solidez espiritual.
De Inglaterra se trasladó a Amberes, donde vivió escondido en la casa de Marco Pérez, un relevante calvinista. Durante los siguientes tres años anduvo errante entre Frankfurt y Heidelberg, el sur de Francia, Basilea y Estrasburgo. Debido a las falsas sindicaciones que le impidieron estar al frente de iglesia alguna, se dedicó al comercio de libros y sedas, pero sin descuidar la traducción de la Biblia.
En 1578, Casiodoro Reina viajó a Inglaterra para comparecer ante el tribunal eclesiástico londinense y así quedar libre de los falsos cargos, donde tardó un año en probar su inocencia. Esto le permitió volver a ejercer su misión de pastor nuevamente, a pesar del acoso de los calvinistas, de quienes, a causa de su carácter conciliador, logró finalmente ganarse su amistad. Sin embargo, en 1585, tropas españolas tomaron Amberes, ciudad cercana a Bélgica, y expulsaron de allí a todos los protestantes.
Ya en Basilea, Suiza, y como fruto de su inquebrantable voluntad, Reina concluyó y pudo publicar, en 1569, la traducción al castellano de la Palabra de Dios, que con tanto sacrificio y determinación había llevado a cabo. Los líderes cristianos y el concejo municipal de esa ciudad habían apoyado su labor con firmeza, y como muestra de gratitud Casiodoro Reina dedicó un volumen de su edición de las Sagradas Escrituras a la Biblioteca de la Universidad de Basilea.
El nombre oficial de la truduccion fue, en ese entonces, “La Biblia que es, los Sacros Libros del Viejo y Nuevo Testamento/Trasladada en español, 1569″ hoy conocida como la Biblia del Oso y más tarde daría origen a lo que hoy conocemos como La Versión Reina-Valera.
La primera edición constó de 2,600 ejemplares, y en 1581 se cree que se imprimieron otros 1,600. A muchos de estos últimos, con el propósito de que no fueran confiscados por el Tribunal del Santo Oficio y así facilitar su distribución, se les cambiaron las portadas por la del célebre diccionario de Ambrogio Calepino.
En los siguientes años otras reimpresiones de la Biblia continuarían saliendo a la luz, pero se iban actualizando las portadas, lo que explica por qué existen algunos con el falso pie de imprenta “Frankfurt 1602”, “Frankfurt 1603” y “Frankfurt 1622”, ya que no correspondían a una nueva edición sino a la misma, original. No obstante, a pesar de todos estos obstáculos, que incluyeron la quema de varios ejemplares por parte de la Inquisición, los que se salvaron de ese destino se agotaron.
CASIODORO REINA COMPLETÓ LA TRADUCCIÓN DE LA BIBLIA AL CASTELLANO Y CIPRIANO VALERA DEDICÓ 20 AÑOS A SU REVISIÓN. ESTA TITÁNICA LABOR TRAJO LA LUZ DE LA PALABRA DE DIOS A QUIENES HABLABAN ESTA LENGUA.
Cipriano Valera, igual que Casiodoro Reina, viajó a Inglaterra, donde decidió radicarse y vivió la mayor parte de su vida. En esa ciudad contrajo matrimonio en 1563, aunque, a diferencia de su amigo, no se codeó con la nobleza.
Valera trabajó como miembro del prestigioso Magdalene College de Cambridge, donde impartió la cátedra de Teología. En 1559, gracias al título académico que había obtenido en Sevilla, se incorporó al claustro de profesores de la también acreditada Universidad de Cambridge.
Durante dos décadas se dedicó a revisar la traducción de su amigo, Casiodoro Reina. El propio Valera lo testifica cuando expone: “Yo siendo de 50 años comencé esta obra: y en este año de 1602 en que ha placido a mi Dios sacarla a luz, soy de 70 años (edad es esta en que las fuerzas desfallecen, la memoria se entorpece y los ojos se escurecen.) De manera que he empleado 20 años en ella”.
Como excelente lingüista que era, Valera estaba consciente que, con el transcurso del tiempo, todas las lenguas evolucionan y se transforman, por lo que ninguna traducción puede ser considerada definitiva, y el hecho de haber llevado a cabo la revisión de la realizada por su amigo había tenido esa única motivación, pues él reconocía la excelencia del exhaustivo trabajo de Reina.
Asimismo, y como consecuencia de que muchos ejemplares de la Biblia del Oso habían sido destruidos, entendió la necesidad de seguir imprimiendo otros, sólo que con una ortografía actualizada y notas que “iluminasen el sentido de los textos bíblicos”, para que los lectores de habla española pudieran apreciar su lectura con mayor facilidad.
De esta manera, el propósito de la revisión fue preservar, revisar y corregir la traducción de su predecesor, Casiodoro Reina. El resultado fue un texto de esmerada y excepcional calidad literaria.
Lo anterior da testimonio de que a pesar del sacrificio que representó para estos dos ilustres hombres tener que afrontar tantos peligros e inconvenientes, entre ellos la despiadada persecución de que fueron víctimas, ninguno renunció a su condición de españoles. El profundo amor por su patria, sus autoridades y su gente nunca los hizo desistir de su entrañable labor, porque tenían la inspiración divina de que toda persona cuya lengua fuera el castellano, pudiese tener la oportunidad de leer la Biblia en su idioma vernáculo.
En uno de sus tantos escritos, Cipriano Valera manifestó: “Orad por nuestra España y principalmente por el Rey y por todos aquellos que tienen el gobierno de la república, que Dios les haga gracia de leer y meditar la Sagrada Escritura”.
Aunque dadas las condiciones de aquella época la Biblia en castellano no pudo ser impresa y publicada en la tierra donde se hablaba esta lengua, conmovió a la España del siglo XVI, y más de 440 años más tarde continúa transformando la vida de millones de hispanohablantes. Hoy es conocida como la Versión Reina-Valera, en honor a estos dos piadosos servidores de Dios que sólo quisieron cumplir con Su llamado.
Como indica Valera en la presentación de la Biblia: “Mi intento ha sido servir a mi Dios, y hacer bien a mi nación. Y qué mayor bien les puedo hacer que presentarles el medio, que Dios ha ordenado para ganarle ánimas, el cual es la lección de la Sagrada Escritura (…) Plega a su Majestad quiera por su Cristo aceptar este mi MINCHAH, este mi sacrificio vespertino, que yo le ofrezco en mi vejez. Suplícole bendiga esta su obra, para que su sacrosanto nombre, el cual es anunciado en ella, sea santificado en España, como lo es en otras naciones”
*Fuentes Consultadas: “Los mudos hablan… Y en buen castellano”. Samuel Escobar Aguirre, presidente honorario de Sociedades Bíblicas Unidas, catedrático de Misionología en el Seminario Teológico de Pennsylvania, Estados Unidos. “Una ilustre revisión. La Biblia en las Américas”. Número 262/2003. Doctor Plutarco Bonilla, consultor –jubilado- de Traducciones de Sociedades Bíblicas Unidas. “La Biblia del Siglo de Oro”. Antigua traducción de Casiodoro Reina (1569). Revisada por Cipriano Valera (1602). Edición íntegra en español contemporáneo. Sociedad Bíblica de España. Sociedades Bíblicas Unidas. Madrid, 2009

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