“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”, Lucas 2:7. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios”(Juan 1:1); o sea, en el estado eterno siempre fue el Verbo, y el Verbo era igualmente con Dios, y el Verbo siempre fue Dios. “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14). “Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne”(1 Timoteo 3:16). “En el mundo estaba… pero el mundo no le conoció”(Juan 1:10), el mundo no le recibió (Juan 1:11). Es una desgracia que después de dos mil años todavía el mundo no tenga lugar para el Señor Jesucristo. En la celebración de la navidad no hay lugar para el que nació en la primera navidad. En la navidad no hay lugar para Jesús, aunque hay lugar para los llamados reyes magos. En la navidad no hay lugar para el Señor, aunque hay lugar para el llamado Santa Claus. En la navidad no hay lugar para la Palabra de Cristo, aunque hay lugar para la verborrea de los hombres. En la navidad no hay lugar para el alimento espiritual, aunque hay lugar para las golosinas y las comelonas. En la navidad no hay lugar para cánticos de adoración al Señor, aunque hay lugar para aguinaldos coplas populares y carnales. En la navidad no hay lugar para ir a la iglesia en la noche, aunque hay lugar para ir a las truyas y serenatas en la madrugada. En la navidad no hay lugar para ser lleno del vino del Espíritu Santo, aunque hay lugar para ser lleno del espíritu del licor y de la borrachera. El “Verbo fue hecho carne” (Juan 1:14), se manifestó en carne para redimir, salvar, ayudar al hombre. Habitó y habita entre nosotros, estaba y está en el mundo, el mundo no le conoció ni le conoce, no le recibió ni le recibe (Juan 1:10-11). En las conversaciones de paz no hay lugar para el Príncipe de paz. En las Naciones Unidas no hay lugar para el Rey de reyes y Señor de señores. En el gobierno humano no hay lugar para el Gobernante del universo. En los congresos y legislaturas no hay lugar para el gran Legislador. En la judicatura humana no hay lugar para el justo Juez. En las escuelas, colegios y universidades no hay lugar para el Maestro de los maestros. En la ciencia humana no hay lugar para el Autor de la ciencia. En la familia no hay lugar para el Creador de la familia. En los desastres naturales no hay lugar para el que todo lo controla. En el pecado no hay lugar para el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. En la muerte no hay lugar para el Autor, Dador y Sustentador de la vida. Y generalmente hablando, aun en la iglesia no hay lugar para el Fundador de la Iglesia. Hay lugar para la fiesta de las brujas, o sea el Halloween, para tómbolas, bingos, rifas pero no hay lugar para la fiesta de la oración, del ayuno y de pentecostés. Hay lugar para unos mal llamados himnos con ritmos populares, sensuales y diabólicos que trasladan el alma a la discoteca, pero no hay lugar para los verdaderos himnos con un mensaje y una melodía espiritual que elevan el alma hasta la presencia de Dios. Hay lugar para festivales, conciertos, dramas, competencias musicales cobrando la entrada al espectáculo al estilo del mundo; pero no hay lugar para la consagración, la obediencia, la dedicación de las vidas, para que el Señor sea glorificado. Hay lugar para la predicación con títeres, payasos, comediantes, marionetas; pero no hay lugar para la predicación ungida, poderosa, penetrante, valiente, bíblica, doctrinal que conduzca al feligrés a la convicción, a la conversión, a la confesión y al abandono de sus pecados. Hay lugar para actores, artistas, cantantes, faranduleros, itinerantes, supuestamente convertidos funcionando por las iglesias al estilo profesional para cantar, actuar, declamar y cobrar por sus servicios como un negocio; pero no hay lugar para verdaderos hombres y mujeres de Dios que realmente tienen un mensaje y un ministerio bíblico, fundamental, sólido y edificante para el pueblo de Dios. Hay lugar para vedettes que actúan, bailan y se contorsionan semidesnudas en espectáculos públicos y se tienen y son tenidas como cristianas; pero no hay lugar para “que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia” (1 Timoteo 2:9), “como corresponde a mujeres que profesan piedad” (1 Timoteo 2:10), “porque así también se ataviaban… aquellas mujeres santas que esperaban en Dios” (1 Pedro 3:3-5). Hay lugar para concursos y reinados de belleza, pero no hay lugar para buscar y adorar a Dios en la hermosura, en la belleza de Su santidad. Hay lugar para una predicación intelectualoide, humanista, socialista, ateísta, ecumenista; y de toda clase de terapias mentales como: teoterapia, psicoterapia, psicosomoterapia y hasta hipnotismo, pero no hay lugar para la enseñanza y la predicación de la sana doctrina, de la proclamación de la Palabra de Dios y del Evangelio de Jesucristo como única y exclusiva respuesta a los males físicos, espirituales, morales, mentales, temporales y eternos del hombre. Hay lugar para que el derrumbe, el alud, la avalancha de fango y del lodo de la mundanalidad y del pecado en la iglesia sepulte a mucho creyente, pero no hay lugar para levantar y edificar los muros de separación del mundo, de santidad para contener y expulsar las fuerzas de corrupción que batallan contra el alma y contra la iglesia. Hay lugar para una algarabía momentánea, para un avivamiento prefabricado; pero no hay lugar para la humillación, la contrición, los gemidos indecibles, la confesión de los pecados producidos por la obra profunda del Espíritu Santo. Hay lugar para una repetición continua por muchos de unas mismas lenguas intercaladas en la predicación, lo cual San Pablo corrigió: porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios, pues nadie le entiende y son sin provecho al que oye, pero no hay lugar para la predicación clara, diáfana, sabia, comprensible, edificante, ungida, con revelación, con ciencia, con conocimiento, con profecía, con doctrina (1 Corintios 14). Hay lugar para que personas desconocedoras de las obra del Espíritu Santo presionen a los creyentes a repetir, hablar las lenguas que ellos mismos hablan, supuestamente para que reciban el bautismo en el Espíritu Santo, pero no hay lugar para la enseñanza correcta, bíblica, que conduzca al creyente al arrepentimiento, a la humillación, a la rendición, a la búsqueda del rostro de Dios y a la dependencia total del Señor Jesucristo quien es el único bautizador para que le llene, le llene, sí, le llene del Espíritu Santo y entonces después de lleno hable en otras lenguas conforme el Espíritu Santo le dé que hable, pues no se habla en lenguas imitadas para ser llenos del Espíritu Santo, sino que se es lleno del Espíritu Santo y entonces se habla en lenguas conforme el Espíritu Santo les dé que hable. Hay muchas cosas anti bíblicas y negativas para las cuales hay lugar en la iglesia, como también hay otras muchas cosas bíblicas y positivas para las cuales no hay lugar. Al principio aunque la inmensa mayoría no le dio lugar a Jesús desde su nacimiento hasta su crucifixión hubo empero fieles que sí le dieron lugar desde su nacimiento hasta su sepultura.Y posteriormente a lo largo de toda la historia de la iglesia comenzando por el primer mártir Esteban y luego en las persecuciones imperiales y después en las persecuciones inquisitoriales hubo millones de hombres y mujeres, fieles cristianos evangélicos, que no se acobardaron ni ante las fieras ni ante la hoguera y prefirieron el martirio proclamando el señorío de nuestro Señor Jesucristo sobre todo líder político religioso. Pues mire, hoy también aunque la mayoría de la humanidad sigue negando a Cristo el lugar que le corresponde como redentor de la raza humana, también hoy día somos millones de fieles sobre la redondez de toda la tierra que sí tenemos tiempo y lugar preferente para Cristo, que le damos prioridad a Cristo pues hemos experimentado la realidad y bendición de sus palabras cuando dijo: Sin mí nada podéis hacer (Juan 15:5).Y para nosotros Cristo es el todo .Cristo es el todo. Sin Él, sin su presencia, sin su perdón, sin su santidad no hay navidad, sino vanidad. Sin Él no hay gozo profundo, sino alegría superficial. Sin Él no hay felicidad, sino fatalidad. Sin Él no hay luz, sino tinieblas. Sin Él no hay vida, sino existencia. Sin Él no hay salvación, sino perdición. Sin Él no hay cielo, sino infierno. Sin Él no hay Dios, sino diablo por toda la eternidad. Es un grave y eterno problema no dar lugar a Cristo y en su lugar tener, mantener y preferir dioses y semidioses imaginarios o fabricados de carne y hueso o filosófico, políticos o religiosos, esculpidos o pintados, de oro o de madera. Pero nosotros preferimos, practicamos y proclamamos el Señorío de nuestro Señor Jesucristo. Él no es el producto de la fantasía filosófica, ni de la mitología griega, ni de la ingeniería genética de los hombres, ni fue un robot fabricado por la ingeniería electrónica, tampoco Él es un intruso en la tierra. Él es el logos, el Verbo eterno que se autolimitó a lo sumo y por un proceso de genética divina el Espíritu Santo le implantó en el vientre virginal de María. Se desarrolló y nació en la tierra .“Aquel Verbo fue hecho carne”(Juan 1:14). “Emmanuel… Dios con nosotros” (Isaías 7:14; Mateo 1:23). Nació y fue registrado su nacimiento en Belén. Se crió en Nazaret. Ministró en Judea, Galilea, en Samaria. Murió y fue sepultado en Jerusalén. Resucitó al tercer día. Ascendió al cielo desde el monte de los Olivos. Se sentó a la diestra del Padre del Cielo y desde ahí observa al que le rechaza y al que le recibe. Al que se avergüenza de Él y al que le confiesa, al que le blasfema y al que le adora, al que le persigue y al que le proclama, al que le olvida y al que le espera. Pues, desde allí regresará muy pronto como Rey de reyes y Señor de señores, a recompensar a los suyos y castigar a sus enemigos y a poner coto al desorden y al caos: político, social, económica, legal, administrativo, jurídico, moral, familiar, religioso, docente, científico. Y a implantar su reino milenial de paz, de ley y de orden, de respeto, de justicia, de prosperidad, de abundancia, de longevidad y a demostrar con su gobierno justo que el hombre no ha sabido ni sabe gobernarse a sí mismo. Ese es nuestro Señor, ese es mi Señor a quien conocí desde mi niñez a quien amo, a quien adoro, a quien sirvo desde entonces. Él es mi Señor porque a Cristo es quien Dios “le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”(Filipenses 2:9-11). Ese es mi Señor a quien le digo con toda mi alma quédate en mi corazón oh Cristo. Amigo, deseas dar lugar a Cristo en tu vida en tu corazón, recíbele como tu Señor y Salvador. Hermano descarriado deseas que Cristo vuelva a tu corazón, pues, dile: Ven a mi corazón, oh Cristo. “El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos… Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz”, Isaías 9:2,6
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