jueves, 12 de abril de 2012

“Somos la sal de la tierra”


“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”, Mat. 5:13
Hemos quizás oído muchas veces que somos la “sal de la tierra”. Incluso, Dios nos ha ordenado serlo, así como la “luz del mundo”. Para saber en qué consiste ser la sal de esta tierra, veamos primero algunas características de la sal:

1- La sal purifica: cuando aplicamos sal a algún objeto lo limpia, previene la infección y la corrupción; ¿estamos purificando nosotros nuestro mundo?

2- La sal sana: con ella se cierran las heridas. Vivimos en un mundo necesitado, con gente que ha sido herida y necesita sanidad; ¿somos una influencia sanadora?

3- La sal preserva: preserva de la descomposición, la podredumbre, el desgaste, la contaminación. Mantiene lo bueno y desarrolla la vida; extiende o preserva la vida de los alimentos por más tiempo, o incluso los colores originales de las plantas y verduras. Esto tiene lugar porque hace cesar la actividad de las bacterias, responsables de la descomposición.

4- La sal da sabor: potencia los sabores, elimina los sabores ácidos; incluso la sal al ser consumida induce a provocar un mayor apetito por los alimentos. La sal hace que el mundo sea un lugar mejor para vivir. Los cristianos-sal añaden sabor y gusto a la vida; es agradable estar con ellos.

5- La sal produce sed: hace surgir una profunda ansia interior. Un cristiano-sal hará que las ovejas perdidas ansíen agua. El mundo también debe desear el agua de vida, anhelando lo que nosotros tenemos, a Jesucristo.

Existen muchos otros usos y beneficios de la sal: la sal se emplea en los lugares de clima frío para derretir la nieve acumulada y prevenir la formación de hielo. En la antigüedad, se empleaba la sal como aislante de los refrigerantes para hacer comestible el helado durante el mayor tiempo posible. Se emplea a veces como quitamanchas, para limpiar la cubertería de cobre, para mantener las brasas de un fuego; en los recipientes quita los olores, restaura esponjas al ser bañadas en salmueras, sirve para suavizar el agua y evitar así las incrustaciones de sales minerales en las tuberías y depósitos de agua potable. En los años veinte, la compañía estadounidense Diamond Crystal Salt Company de Míchigan publicó un folleto en el que describía casi cien posibles empleos de la sal.

¿Nos queda alguna duda del por qué Jesucristo dijo que somos la sal de la tierra? Hemos sido llamados para sanar, para preservar, para dar sabor, para producir sed, para combatir males y circunstancias adversas, para aislar o separar, para limpiar, para proporcionar un olor grato… y ¡mucho más!

Fuente:Reflexionescristianas.com

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