lunes, 28 de noviembre de 2011

Lo que sucedió y salió del Getsemaní





Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, Lucas 22:42.
En Lucas 22:39, leemos: “Y saliendo, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también le siguieron”. El Señor llegó al Getsemaní, se fue a un huerto a la orilla del arroyo de Cedrón, en una plantación de olivas, ahí se dedicó a orar. Getsemaní significa prensa o molienda de aceite. En la aldea de Getsemaní se dedicaban a la producción de aceite, este aceite de oliva se usaba para uso doméstico y combustible. En la Biblia se lee que las vírgenes prudentes les dicen a las otras: “Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas” (Mateo 25:9), lo usaban como combustible.
Dios no nos hizo a nosotros robots, que actuamos como máquinas controladas por un ordenador y programadas para moverse ¡No! Él nos hizo a nosotros con libre albedrío. Sabe que el centro y el motor de todos nosotros es el alma; el alma está compuesta por el intelecto, por las emociones y la voluntad. El intelecto es una fuente de alimentación del alma que afecta nuestras emociones y puede afectar la voluntad; por ejemplo se puede tener una buena relación con un hermano, pero si alguien viene con un comentario malintencionado, entonces ¿qué ocurre? afectó sus emociones y afectó su voluntad, puede que ya no desee esa amistad.
Jesús aunque era Hijo de Dios era Hijo de Hombre, y como hombre tenía libre albedrío. En cierta ocasión dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre” (Juan 5:19). Jesús iba sanando a los enfermos, resucitando muertos, su fama se esparcía por todos lados, pero el Padre lo llevó a cierto lugar (el Getsemaní), aunque Jesús sabía el motivo de su venida. En el servicio que Dios me ha permitido darle he podido encontrar algo que muchos declaran: “Señor aunque venga la muerte, yo no voy a temblar”, mejor espere enfrentarse a ella y después vamos a ver qué puede decir, porque no es fácil, una cosa es estar hablando y otra cosa es estar en medio de la turbulencia.
En una ocasión salí con unos hermanos y con mi hija mayor, le dije a ella que teníamos que cruzar un río, y después de hacer el trabajo me dijeron los hermanos: “¿Nos podemos bañar?” yo les dije que si, y a mi hija le advertí que no se meta porque acababa de comer, ella me dijo: “No papá, por los tobillos nomás”, después hasta las rodillas, después hasta los lomos y después casi se ahoga. Y cuando me di cuenta estaba por el fondo, me tiré al agua para ayudarla y la logré sacar, pero me quedé en el fondo con una congestión bien terrible, las manos encogidas, yo sentía que me iba, y ahí le dije al Señor: “Que gozo me da porque voy a verte pronto”, cuando en eso sentí que alguien me tiró para arriba. Este es un momento en el que uno se da cuenta si de verdad es de Dios.
En Belice (en la obra misionera) mi atacó un virus, que estaba dando en forma benigna y maligna, y a mí me dio re-maligna porque el diablo quería acabarme, y la doctora le dijo al hermano que me llevó: “Así como está al tercer día se muere”. En dos días perdí quince libras de peso, al tercer día caí en estado de coma; en ese estado uno no sabe si se cayó o se golpeó, no sabe nada de eso. Yo experimenté un gozo increíble, nunca lo he sentido en ningún culto, sentí un gozo tan tremendo y en mi espíritu yo retaba a la muerte y le decía: “Venga y haga lo que tiene que hacer, quiero irme de aquí”, pero como la muerte está sujeta a Dios y ella no se movía ni me hacía caso, oí (no vi nada) una voz del cielo que dijo: “El siervo está enfermo, hay que sanarlo”. Me levanté como si nunca hubiera tenido nada, había sido sanado.
Una de las cosas que el Señor no dijo es que los pastores por la fe vivirán, Él dijo: “El justo por la fe vivirá” (Romanos 1:17). Aunque dicen: “No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Si hay justos, los que han sido justificados por los méritos de Jesús, entonces el justo por la fe vivirá; eso no quiere decir que no va a estar exento de los ataques del diablo, de los ataques de su propia carne y de su voluntad, porque cuando nos vemos en la prensa actuamos bajo nuestra propia voluntad. Dios nos va a preparar, porque nosotros tenemos que enfrentar los momentos más difíciles.
Y el Padre llevó a su Hijo al huerto del Getsemaní. “Y estando en agonía, oraba más intensamente…” (Lucas 22:44) y “…comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera” (Mateo 26:37), dice que se angustió. Y quién es el angustiador, es el enemigo de Dios. Ese enemigo pudo haberle dicho: “Ahora sí está perdido, ahora ya fracasó”. Pero él (el angustiador) comienza a afectar nuestras emociones para ver si variamos el propósito de la voluntad de Dios. El Señor no ha podido hacer muchas cosas con su vida porque no se lo ha permitido; Dios es Todopoderoso y puede obligarlo, pero no quiere eso, Él quiere que sea de su propia voluntad, de su propia decisión. Aunque se vea el horizonte negro, aunque no vea nada; le recomiendo que lo vea con los ojos de Dios, que detrás de esa oscuridad, de ese horizonte negro hay una gran victoria.
Entonces Dios va reuniendo a los que necesita en el Getsemaní, en Lucas 22:43 dice: “Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle”, para confortarlo. A pesar de que nos está cayendo palo y garrote, y el diablo angustiando y diciendo que no servimos para nada, que estamos acabados, y que de esta no vamos a salir. Dios tiene al Espíritu Santo, quien nos va a traer la consolación y la fortaleza. Dios juntó en el Getsemaní a tres personas: Dios, el diablo y usted; el diablo afectando las partes emocionales, Dios animándole y usted viendo a cuál de los dos va recibir.
A Jesús le afectó su humanidad, y dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa…” (Mateo 26:39), en su oración pedía al Padre si había otra manera de hacer las cosas. Pero el plan de Dios no fue improvisado, ese plan ya estaba desde antes de que el primer hombre cayera. Dios nunca hace las cosas por hacer, todo lo tiene bien trazado. Cuando estaba llegando el momento difícil, el Hijo empezó a sentir sobre su vida que la carga era muy grande, no le era fácil porque era el Hijo del Hombre. Jesús nunca actuó como Dios, en esta situación peleó como hombre contra el diablo, así el Hijo le enseñó al diablo que un hombre puesto bajo la voluntad de Dios puede aplastarlo y derrotarlo.
Cuando Jesús dijo: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”, Mateo 26:39. Dice que Él estaba arrodillado, estaba angustiado en una forma terrible, incluso “era su sudor como grandes gotas de sangre” (Lucas 22:44); los médicos dicen que cuando un persona es sometida a un sufrimiento fuerte, se abren los poros de tal manera que se rompen los vasos capilares y suda sangre, usted puede imaginarse la forma en que estaba angustiado, Jesús sabía que le venía una situación difícil y una cruenta muerte. Cuando Jesús dijo: “Si es posible, pase de mí esta copa”, el diablo y los demonios celebraron su aparente victoria; pero sabemos que Jesús estaba de rodillas y que no se había levantado, todavía no había sellado la derrota del enemigo.
Usted delante de Dios puede decirle que se siente caído, que se siente perdido, que le dejaron sus mejores amigos, que sus amigos le botaron, le dieron una patada ¡Diga lo que quiera! Pero al final diga: “Hágase tu voluntad y no la mía”, porque cuando usted le esté confesando de rodillas a Dios todas sus debilidades y todos sus sentimientos, mientras no se levante de allí usted no ha sellado su derrota, cuando a través de esa amalgama de situaciones le llegue a decir al Señor que Él haga su voluntad, entonces usted ha triunfado. El enemigo cuando oyó de Jesús esta exclamación: “No se haga mi voluntad sino la tuya, tu voluntad”. Eso fue un golpe fuerte para el diablo, al enemigo de Dios se le acabó la fiesta. Cuando Jesús aceptó aquella voluntad, se le permitió agarrar la cabeza del angustiador, la cabeza de la serpiente antigua.
Luego apareció Judas (el que lo traicionó) y le sucedieron diversas situaciones, pero todas esas cosas ya no le iban a afectar, porque el Padre ya le había entregado en sus manos al enemigo. El Hijo fue voluntariamente a la cruz del calvario, mas al diablo se lo llevaron arrastrando, y quizás queriendo hacer componendas con Jesús para no llegar a tanto. Fue arrastrado a la cruz del calvario, y allí en el monte de la calavera se presentó la gran pelea ¿Cuál pelea? del león rugiente contra el León de la tribu de Judá, y todos nosotros esperando oír el grito de victoria del León de la tribu de Judá, y lo oímos: ¡Consumado es! Eso era señal de que había derrotado al enemigo, que le había aplastado la cabeza, “y despojando a los principados y a las potestades, les exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Colosenses 2:15).
Al que hace la voluntad del Señor, Dios le entregará a sus enemigos en sus manos, y sabemos que “en Dios haremos proezas, y Él hollará a nuestros enemigos” (Salmo 60:12; 108:13). También la Biblia dice: “Pacientemente esperé a Jehová, y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos” (Salmo 40:1-2). Y entonces en esa pelea, Jesús aparece sustituyéndonos en la muerte, y aparece después sustituyéndonos como en la condenación porque descendió a los infiernos, no solamente les predicó a los incrédulos para que digan que la Palabra se había cumplido, después se levantó y resucitó dándonos la vida, porque si Cristo no hubiera resucitado vana es nuestra predicación.
Sabemos de compañeros que fueron muertos, dentro de los planes de Dios, dentro de la voluntad de Dios, pero esa sangre que cayó regó la tierra donde pronto germinó, como dijo el Señor: “Si el grano de trigo no cae y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Y los frutos lo están recogiendo las esposas que aceptaron la voluntad de Dios; lloraron y sufrieron, pero siguieron caminando, la Biblia nos dice: “Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla”, Salmo 126:6. Llore todo lo que quiere, pero no pare de caminar, Dios no le dice que no llore, pero no pare de caminar, porque estamos dentro de su gracia para aceptar su voluntad, porque este camino que va para el cielo solo lo conoce el Espíritu Santo y Él es quien nos guía.
Muchas veces como pastores decimos: “¡No, eso no puede ser! Señor déjeme que yo lo haga y va ver”, y verá el desastre que hace. Por ejemplo en el caso de Judas, ¿Cuántos hubiéramos murmurado del Señor? Algunos diríamos: “¡Yo de pastor lo hubiera echado!” Dios permite eso para que la misma persona se enrede en su bata, Dios le pone un camisón fuera de medida. También podríamos haber dicho: “Si yo hubiera sido un Dios…”, como dijo un ruso, que estaba criticando a Dios, este dijo: “Que gran árbol y esas frutitas tan pequeñas, esta que es digna de exhibirla (mirando una fruta grande) la hubiera puesto allá arriba”, y en eso le cayó una frutita en la cabeza; gracias a Dios que fue una fruta pequeña, porque si le hubiera caído una sandía lo mata. Jesús es la máxima autoridad ante esta situación, Él la aceptó, y nos dice: “Si hace como yo digo no le va a ir mal”.
n unca se me olvida el testimonio del misionero que se perdió en la selva africana, en eso oyó venir a alguien, era un nativo, un hombre del lugar. Y el nativo le sirvió de guía, y sujetó al misionero de la mano y comenzó a dar grandes zancadas y lo llevaba restregándolo contra la hierba y contra todo; el misionero no miraba camino, y se detuvo jalando al nativo y le dijo: “¡Usted está equivocado, está perdido igual que yo, mire por donde me lleva, estoy todo arañado, restregado contra el piso y todo!” Entonces el nativo le dijo: “¿Usted quiere ir a la aldea?, pues cállese y camine”. Si usted quiere ir al cielo deje de quejarse y acepte la voluntad del que lo está guiando. Deje que Dios haga lo que tiene que hacer.
Una vez un hermano estaba atravesando su prueba y dijo: “Ya no soporto más, tengo ya dieciocho años con esto” Y yo le dije: “Consuélese hermano, si Noé pasó quinientos años de prueba y halló gracia ante los ojos de Dios, y al paso que usted va, no va a durar más” ¿Cómo vamos a sentarnos en aquel día en la mesa donde va a estar el apóstol Pablo, los apóstoles del Señor, y aquellos grandes hombres paladines de la fe contando testimonios tremendos de lo que Dios hizo con ellos? ¿Y usted qué va a contar? Como Mefi-boset (2 Samuel 9) oyendo el general de la batalla tal, de la guerra tal, el gigante tal, y él sentado allí ¿Usted que ha hecho? Mefi-boset diría: “Nada, yo estoy aquí por un pacto que hizo mi papá con el rey…”. Los que van a ir a la mesa de Dios, los que vamos a ir allí son los que vamos a aceptar su voluntad.
En una ocasión algo curioso ocurrió, hice algunos intentos para ir a Haití y Dios me lo impidió. Yo estaba en la República Dominicana con el Rev. Sinaí Santiago; nos íbamos a ir en bus, ya estábamos en el terminal, cuando nos dicen: “¡No se puede hacer nada, se levantó un conflicto en la frontera, no hay viaje!”. Entonces, dice el hermano Sinaí: “¡Pues nos vamos en avión!”, y se levantó un mal tiempo y cancelaron los vuelos. Pensamos irnos al día siguiente creyendo que ya estaría abierto el terminal de los buses. Me preparé, y feliz porque me iba para Haití, cuando amaneció el hermano Sinaí se puso mal y lo tuvimos que llevar al hospital, porque se estaba muriendo; le dije al hermano Sinaí si quería curarse, el me dijo que si, entonces le dije que le diga a Dios que ya no vamos para Haití. Y de verdad se lo dijo, y llegando al hospital se sanó.
En otra ocasión iba para allá y yo estaba feliz, y sucede que caigo enfermo, ya no pude ir. Y esta última vez, estaba contento porque iba para Haití. Y consultando a Dios le dije: “¿Quién va para Haití? ¿Nadie Señor?” No es que yo no he querido ir, yo quiero ir, pero no sé por qué Dios me ha impedido, pero yo quiero hacer su voluntad. Una vez impuse mi voluntad y lo que recibí fue una pedrada en la cabeza que me dejó inconsciente durante más de doce horas, y con las mandíbulas trabadas por una semana tomando con carrizo el caldo porque no podía abrir la mandíbula para comer, y quede también ocho días casi ciego. ¿Ahora quién va ir? Nadie, no se vaya a caer el avión o cualquier otra cosa. Por eso tenemos que entender la voluntad de Dios.
Si no conoce cuál es la voluntad del Señor, usted está perdido. Desde que uno se convierte Dios le comienza a manifestar su voluntad. “El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37-38); a través de las Escrituras el Señor va manifestando cuál es su voluntad. Si tiene deseos de servirle el apóstol Pablo nos dice: “Si alguno anhela obispado buena obra desea” (1 Timoteo 3:1). ¿Qué va a hacer? todos los que han ido en contra de la voluntad de Dios, todos los que han querido cambiar el mensaje, los que han querido mostrar que la voluntad de Dios es mundana, todos ellos han caído. Jesús dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
El mensaje resulta fuerte para algunos, pero eso siempre fue así. Juan el Bautista le dijo a las multitudes y a los religiosos fariseos: “¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento” (Lucas 3:7). Pero Jesús les dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, a la verdad, os mostráis justos a los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:27-28). ¡Qué mensaje tan bueno! Me encanta porque ese mensaje impacta, o se convierten o se enfurecen como sucedió con Esteban (Hechos 7).
Predicando en una campaña en Panamá, un hombre me dijo: “Te voy a matar”, y el hombre venía diciendo malas palabras, y cuando llegó lo más cerca de repente el hombre levantó los pies, cayó al piso y se quedó como dormido; yo seguí predicando, el hombre se levantó, se acercó a la plataforma y me dijo: “Perdóneme pastor, yo quiero aceptar a Cristo como mi Salvador”. Otro caso fue la de un hombre muy alto; estaba yo parado en la plataforma y él llevaba al nivel mío, y después me mandó un puñete, y yo me quedé quieto observándole, me mandó hasta tres veces el puñetazo, ninguno me alcanzó; se me quedó viendo, y le dije: ¡En el nombre de Jesucristo te reprendo Satanás y te mando que sueltes ese hombre ahora! Y el hombre se derribó como un árbol y cayó hasta levantar polvo del piso; luego se paró y aceptó a Cristo.
Algunos que sirvieron a Dios dijeron que se jubilaban, sintieron que ya no tenían fuerzas y dejaron de servirle al Señor. Pero la Biblia nos dice que no hay muchos como Caleb que podrán decir: “He aquí, hoy soy de edad de ochenta y cinco años. Todavía estoy tan fuerte como el día que Moisés me envió; cual era mi fuerza entonces, tal es ahora mi fuerza para la guerra, y para salir y para entrar” (Josué 14:10-11). Dios le había dicho a Caleb que le iba a entregar el monte Hebrón (Jueces 1:20), y ahora él estaba parado frente a lo que era de él, y por eso dijo: “Tal es ahora mi fuerza… para salir y para entrar”. Estas fuerzas no son las fuerzas de uno, son las fuerzas de Dios en uno. Caleb entró a Hebrón, derrotó a sus enemigos y tomó posesión de su heredad.
A Caleb no se le acabó la carrera, pues el hombre de Dios tiene las fuerzas de Jehová. Yo no me veo sentado en una silla viendo a la gente, y contando a los nietos las proezas pasadas, no puedo, me muero de agonía y de angustia, y por eso le he dicho al Señor: “Cuando se acabe mi trabajo, entonces se acabó también la existencia, llévame contigo y estaré agradecido ¡Si terminó el trabajo, para arriba!” ¿Cuál es su victoria, cuál es mi victoria? el aceptar la voluntad de Dios, porque Dios quiso que fuera así, Él nos dijo a nosotros que vamos a llegar a las bodas del Cordero, pero a ninguno le ha dicho que vamos a llegar ilesos. Allí vamos a llegar con los trajes de guerra rotos, mordidos y de todo, ¿y quiénes son los que van a llegar? los que hagan la voluntad de Dios. Hay que ir al Getsemaní, un día Dios lo va a llevar allí para que decida si hace su propia voluntad o la voluntad de Dios; muchos han llegado y se han acobardado y hoy no están ya con nosotros; pero no hay cosa más linda que servir a Dios, yo no encuentro otra. Amado lector si encuentra otra mejor dígame, por lo menos si lloro y sufro, o estoy en agonía en el Getsemaní, tengo alguien que me consuele y me fortalezca.
Ciertamente nosotros no desmayamos ante semejantes pruebas, pero sin menospreciar la prueba de nadie, para cada uno de acuerdo a la estatura que tiene, pero si hace la voluntad del Señor, va a ver la gloria de Dios. Detrás de cada prueba hay una grande bendición. El Señor salió victorioso del huerto de Getsemaní, allí es donde confirmó su victoria porque aceptó que el Padre hiciera su voluntad, fue exaltado. “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra” (Filipenses 2:8-10).
“Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; y fue declarado por dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec”(Hebreos 5:7-10). “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22).
En Ezequiel 18:4, nos dice: “He aquí que todas las almas son mías”. Y el trato fue con Dios, porque pagó por ellas. Jesús padeció y sufrió y el Padre le dio toda la autoridad, se los dijo a los discípulos cuando resucitó: “Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18). “He aquí os doy potestad (autoridad)de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10:19) ¿Para qué? para que hagamos y sigamos haciendo el trabajo que hizo.
“Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése oye”(Juan 9:31). Y hay muchos a quienes Dios no los oye porque están en su propia voluntad y no en la voluntad de Dios. Vienen días malos, pésimos, horribles, espantosos sobre la tierra, y eso me gusta, ¿sabe por qué? porque siempre que ha pasado eso la fe de la iglesia se activa. Una vez un hombre de edad me dijo: “Si Usted va a donde yo vivo lo voy a apuñalar de lado a lado”, le dije que mañana en la tarde voy a predicar, y si Dios quiere ni sus demonios me van a decir a mí a dónde yo voy. Llegué y el que me abrió la puerta fue el hermano de esa persona; y predicamos, hicimos todo un alboroto, y el que me amenazó al final se convirtió.
En Costa Rica una vez prediqué en un parque y la policía me pidió el permiso, mi respuesta fue: “Dios me mandó aquí y con ese permiso vengo”, luego me pidió el permiso de la municipalidad, a lo que yo le dije: “¿Quién es más alto, la municipalidad o Dios?”, y el policía me contestó: “Pues Dios, bueno le doy media hora para que Usted se vaya de aquí”. A la media hora hice la invitación, se entregó una pareja de ancianos, y ellos se fueron con la semilla sembrada, hoy hay veinte iglesias en ese lugar, ¡Dios es maravilloso!
Todo lo que haga para Dios tiene que ser voluntario, nada puede ser exigido; si quiere ayunar ayune, si no quiere no lo haga; si quiere vigilar vigile, si no quiere vigilar no lo haga; si quiere orar ore, si no quiere no ore. Pues si no le nace, no se olvide que Dios tiene voluntad, si Dios quiere lo bendice, y si Dios quiere no lo bendice; si Dios quiere lo sana, si quiere no lo sana; o sea que vamos parejos ¿verdad? y como las cosas de Dios son recíprocas, Él nos dice: “Yo amo a los que me aman, si me desechas te desecho, si me das la espalda yo también”. Todo en Dios es recíproco.
Amados, lo que estamos viviendo es cierto, el mundo está en crisis, usted será parte de esta situación. Pero bajo el reinado de Dios, ese reinado no tendrá crisis, pues Dios proveerá, Dios suplirá, el Señor nos dará todo, pero si estamos caminando en su voluntad ¿Cómo anda, cómo camina, en su voluntad o en la voluntad de Dios? Vaya al Getsemaní y luego de ser procesado estará en la voluntad de Dios. Amén.

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