ev. Alberto Ortega
Dios ha constituido herederos, los ha elegido y los hijos cuando
heredan tienen que mantener y engrandecer la herencia recibida.
“Ahora, pues, ante los ojos de todo Israel, congregación de
Jehová, y en oídos de nuestro Dios, guardad e inquirid todos
los preceptos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la buena
tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos después de
vosotros perpetuamente”, 1 Crónicas 28:8.
Los padres en la Obra de Dios son llamados a consagración. En
la Palabra de Dios encontramos que Él le dice a su pueblo
Israel, específicamente a los padres: “Guardad en inquirid
todos los preceptos de Jehová vuestro Dios, para que poseáis la
tierra, y la dejéis en herencia a vuestros hijos después de
vosotros perpetuamente”. Es al padre quien corresponde poseer
la heredad de sus hijos. Este principio lo tenemos en nuestro
Dios, la Palabra del Señor dice: “Dios, habiendo hablado muchas
veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los
profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a
quien constituyó heredero de todo” (Hebreos 1:1-2).
Dios nuestro Padre, es un padre responsable, tiene herencia
para cada uno de nosotros. Dios que todo lo tiene, todo lo
posee, nos ha entregado a su Hijo Jesucristo. Que vino a este
mundo, se humilló, se hizo hombre, “fue hecho carne, y habitó
entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito
del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). La
Palabra dice que de esa plenitud de Cristo tomamos todos,
gracia sobre gracia. Cristo recibe toda la heredad y es el gozo
de Él hacernos a nosotros coherederos con Él. Todo lo que
nosotros tenemos desde la cabeza hasta los pies tiene que estar
lleno de Cristo, todo nuestro ser está en esa herencia que
Cristo ha comprado por nosotros y para nosotros en la cruz del
calvario.
Es necesario que nos detengamos y analicemos los procesos de la
obra de Dios. Cuando vamos a la Palabra nos damos cuenta que
Dios en su infinita misericordia tiene propósitos con todos
aquellos que se consagran a Él. Dios escoge ciertas vidas para
primero formarlas y una vez que están formadas Dios comienza a
darles y a poseer una heredad, una herencia.
Tenemos en la Palabra de Dios un hombre como Noé, era un
profeta de su tiempo. Su vida es un ejemplo de entrega a la
obra de Dios. Lo vemos cuando le ordenó construir el arca y dar
el mensaje. Los hombres del tiempo de Noé, quizá el primer día
cuando lo vieron trabajar le preguntaron qué es lo que estás
haciendo y él les explicó la necesidad del arca, la revelación
que Dios le había dado porque vendría un diluvio, que
destruiría toda la humanidad, venía un juicio sobre toda la
tierra y aquellos hombres se preguntaban en su corazón ¿cómo
será ese juicio? Y él les contestó, ¡vendrá un diluvio! Dice la
Biblia que todavía no había llovido en la tierra. Los hombres
comenzaron a buscar señales en la naturaleza para ver si lo que
Noé estaba diciendo era real. Pero la señal no estaba en la
naturaleza, la señal de Dios no estaba en las nubes, la señal
de Dios estaba en el arca y esa arca era el testimonio de que
el juicio de Dios venía y Noé estaba edificando el arca en el
cual él se salvó y toda su familia.
Luego el arca fue levantada y se posó en el monte Ararat. Y Noé
descendió el arca e hizo sacrificio a Dios. Cuando se secó la
tierra, Dios se acordó de Noé y lo último que tenemos de la
vida de Noé es la terrible maldición que pronunció sobre Canaán
después no se menciona nada más. Quiere decir que en los tratos
y propósitos de Dios tenemos que entender cuál es la posición
que Dios nos da en sus propósitos y en sus tratos para con su
Obra.
Dios llama a algunos a realizar algo específico. Los propósitos
con Abraham eran diferentes, era hacerlo el padre de la fe. En
Abraham estaba la simiente que era el linaje de él, que
pisotearía la cabeza de la serpiente. Dios dice que Abraham era
el padre de la fe, él poseyó esa fe, tomó esa fe, se desarrolló
en esa fe, caminaba y comunicaba la fe que Dios había puesto en
él. Poseyó esa fe, vivió esa fe, proclamó esa fe, comunicó esa
fe, y no solo la vivió, sino que además le dejó como herencia a
Isaac, su hijo.
La primera letra del alfabeto hebreo es ALEPH, la segunda es
BETH, y la primera letra en un diccionario hebreo es AB que
significa PADRE. La primera y la segunda letra del alfabeto
hebreo se unen y forman la primera palabra y ésta es Padre. Es
decir, que todo lo que viene después de la primera palabra se
debe a que ahí está el origen de todo lo demás.
En la Biblia, padre significa, aquel que es el origen de todo
lo que existe, no solo es el origen, sino el educador y el
protector del hijo. Dios habló a los padres de su pueblo
Israel, que tenía que consagrarse para poseer la buena tierra y
después de poseerla no podían quedarse con ella sino que tenían
que aprender que esa tierra que Dios les había dado tenían que
entregarla a sus herederos. Ningún padre se puede quedar con lo
que ha conquistado, con lo que Dios le ha dado, tiene que
comunicarlo a aquellos hijos que Dios le ha dado en ese
ministerio.
Cuando el padre no entiende que lo que está conquistando, que
lo que está ganando, que lo que está recibiendo no es para él
mismo sino para sus hijos, entonces el padre falla, el padre le
quita la bendición a sus hijos, el padre impide a sus hijos
recibir la herencia porque eso es lo que Dios quiere, que los
hijos reciban lo que el padre estuvo conquistando, estuvo
tomando, estuvo recibiendo.
Hay padres perezosos que no conquistan nada para sus hijos. Hay
padres que conquistan, pero se vuelven avaros, se lo gastan
todos, se van a la tumba y solo dejan ruinas detrás de ellos.
Hay padres que conquistan, toman, poseen y saben entregar a sus
hijos; para que hereden, para que reciban aquello que tanto les
costó. Porque ese es el propósito de Dios, Padres para poseer e
hijos para heredar, este es un principio bíblico y tenemos que
entender este principio en esta hora que estamos viviendo.
En esta Obra del Movimiento Misionero Mundial, nosotros somos
aquellos que estamos heredando lo que Dios le ha dado a
nuestros padres, y aquí están los hijos que han heredado para
poseerla.
El padre tiene que conquistar, el padre no puede heredar. Dios
escoge hombres, nadie se puede autoproclamar padre de una Obra,
ni fundador. Hay muchas Obras ficticias que cuando usted busca
el fundamento no encuentra nada.
Para Dios usar una persona con propósitos específicos, hay
cuatro condiciones de saber: 1) GUARDAD, 2) INQUIRIR, 3) POSEER
y, 4) HEREDAD.
1) La primera que Dios revela es GUARDAD (Shamar), que
significa: poner un cerco, proteger. Lo primero es guardar
porque hay muchos padres que no hacen provisión y cuando no se
hace esto, no se puede aconsejar a sus hijos. El que no guarda
no importa cuánto se le dé todo lo pierde, todo lo bota, no
recibe nada, pero aquel que guarda comenzará a buscar y a
inquirir en la Palabra de Dios.
2) El segundo paso es INQUIRIR (Daresh), que significa: pisada,
pisar con frecuencia en un mismo lugar de manera habitual. Para
ser padre y poseer necesita no solo guardar la Palabra de Dios,
sino además inquirir. Cuando se inquiere se dejan huellas para
que los hijos entren en ese mismo camino que Cristo abrió para
nosotros hasta el lugar santísimo.
El padre que va a poseer tiene que dejar huellas y para dejar
estas hay que caminar no una vez, sino todos los días. Este es
un camino de sufrimientos, de dificultades, es un camino
angosto, pero que vale la pena caminarlo. Vale la pena dejar
las huellas para que otros entren, sigan y vean que si se está
caminando por la misma senda.
3) El tercer principio para heredar es POSEER (yaresh), que
significa: ocupar algo que está lleno por alguien más, en el
hebreo significa echar fuera los inquilinos que ocupan esa
posición. Dice Dios: “Guardad e inquirid todos los preceptos de
Jehová vuestro Dios, para que poseáis…”Cuando Israel entró en
la tierra prometida encontraron inquilino que estaban
contaminando la tierra, pero ellos entraron. Para poseer hay
que echar fuera los enemigos de la Obra de Dios. Pero cuando
una Obra no expulsa, no saca, y deja que se instalen los
enemigos; esa Obra no prospera, no avanza, no vence. Nosotros
hemos aprendido que debemos echar afuera todo aquello que está
impidiendo que la Obra de Dios avance.
Cuando un obrero se daña Dios nos da otro mejor. Dios a través
del profeta Samuel le habló a Saúl y le dijo que Dios “lo ha
dado a un prójimo tuyo mejor que tú”(1 Samuel 15:28). Si no
estamos dispuestos a pagar el precio, Dios hallará otro mejor.
Cuando Dios escogió a Saúl, lo escogió porque era el mejor,
pero se dañó y Dios tuvo que buscar otro mejor. Por eso, cada
obrero, cada misionero, cada presbítero, cada maestro de
escuela dominical tiene que proponerse en el Señor darlo todo.
Debe recordar que debemos de dar todo lo que la Obra requiera
de nosotros para que Dios no tenga que dejarnos a un lado y
buscarse otro.
Para poseer hay que expulsar al enemigo, y habrá batallas, pero
para esas batallas Dios tiene una armadura. El que no la tiene
se tambalea, le llega la inseguridad, la duda, no puede
discernir sin la presencia de Dios. En su presencia
comprendemos el propósito de tener toda la armadura de Dios. En
estos tiempos hemos tenido que tomarla y ponerla continuamente
porque ésta es la que nos protege en el combate. Es muy
necesaria para poseer lo que Dios nos ha entregado, para
su gloria.
La Biblia dice qué es la armadura de Dios. Los soldados romanos
tenían un lugar específico donde guardaban la armadura. Cuando
tenían que ponerse la armadura iban al lugar donde se
guardaban. La Palabra de Dios dice: “Vestíos de toda la
armadura de Dios…” (Efesios 6:11). Esta no está en el armario
de su casa, ni el pueblo de Dios. Sino que está en la presencia
de Dios. Cuando viene el enemigo, y voy a ponerme la armadura,
ésta se encuentra en la presencia de Dios, lo primero que me
reviste es la presencia de Dios porque la armadura está delante
del Dios vivo. Cuando el diablo me ve lleno de la presencia de
Dios y vestido de toda la armadura de Dios sale huyendo porque
no puede quedar en pie delante de la presencia de Dios.
4) El cuarto paso es HEREDAR. Dios dice en su palabra “para que
poseáis la buena tierra, y la dejéis en herencia”, este
principio está expresado en toda la Biblia. El padre posee,
pero no para él, el padre recibe pero no para entregar, para
que los hijos se gocen de lo que los padres estuvieron
conquistando por la fe. HEREDAR significa (Nachal) distribuir
lo que se ha recibido. Hay padres que no distribuyen, no dejan
ni las migajas a los hijos, hay padres que toman, poseen y se
lo entregan a los que no son sus hijos.
Abraham le llegó el momento que tenía que entregar la herencia
en vida, no esperó morir para entregarla. Abraham hizo algo muy
precioso, tomó a Ismael, le dio una parte, y lo mandó lejos,
para que este ni le quitara la herencia al que era hijo de
Sara, el hijo de la promesa. No hay que equivocarse de
heredero, hay quien se equivoca, pero Dios no se equivoca. Él
sabe quiénes son sus herederos.
Hay hijos que son como Esaú, vivieron vidas desordenadas,
trayendo dolor al corazón de sus padres, deshaciendo el
testimonio de ellos, pero luego cuando se acerca el momento de
heredar viene a buscar la bendición, pero ya su papá se lo
había entregado a otro. Entonces Esaú le dijo: ¿Padre no ha
quedado otra bendición para mí? Isaac respondió: no hay otra
herencia, no hay otra bendición (Génesis 27:36-38).
Hay hijos malos que no valen ni un Eliezer. Abraham le preguntó
a Dios, Señor, ¿Quién me va a heredar, este damasceno, este
siervo? Ese siervo, sabiendo que no podía heredar, que nunca
iba a recibir la herencia, le fue fiel a Abraham. Hay hijos que
siendo legítimos no tienen la fidelidad de Eliezer. Un error
que cometían muchos padres era que creían que el sucesor podía
ser quien ellos decidiera. Dios es quien constituye al sucesor
de su heredad.
Moisés tuvo un siervo fiel, Josué, pero cuando le llegó el
momento de pasar el mando no pensó en su hijo Gerson que pueda
ocupar su lugar. “Entonces respondió Moisés a Jehová, diciendo:
Ponga Jehová, Dios de los espíritus de toda carne, un varón
sobre la congregación, que salga delante de ellos y que entre
delante de ellos, que los saque y los introduzca, para que la
congregación de Jehová no sea como ovejas sin pastor. Y Jehová
dijo a Moisés: Toma a Josué hijo de Nun, varón en el cual hay
espíritu, y pondrás tu mano sobre él” (Números 27:15-18).
Ningún hombre puede determinar quiénes son los herederos de la
Obra, pues ésta no es de hombres, sino de Dios y ésta nació en
el corazón de Dios. Él es quien constituye al sucesor y no mira
conveniencias personales. Hubo un tiempo en que pensaban que
por ser hijo ya automáticamente eran herederos. Eso sucedió con
el profeta Samuel, él quiso que sus hijos fueran herederos y
los puso como herederos del patrimonio espiritual, pero se
equivocó.
Cuando José trajo a sus hijos a Israel (Jacob), éste casi ya no
veía (Génesis 48:8-10). “Pero viendo José que su padre ponía la
mano derecha sobre la cabeza de Efraín, le causó esto disgusto;
y asió la mano de su padre, para cambiarla de la cabeza de
Efraín a la cabeza de Manasés. Y dijo José a su padre: No así,
padre mío, porque éste es el primogénito; pon tu mano derecha
sobre su cabeza. Mas su padre no quiso, y dijo: Lo sé, hijo
mío, lo sé; también él vendrá a ser un pueblo, y será también
engrandecido; pero su hermano menor será más grande que él, y
su descendencia formará multitud de naciones. Y los bendijo
aquel día, diciendo: En ti bendecirá Israel, diciendo: Hágate
Dios como a Efraín y como a Manasés. Y puso a Efraín antes de
Manasés” (Génesis 48:17-20). La Biblia dice que a José no le
gustó la acción de su padre y pensó que se había equivocado de
heredero, pero Israel que estaba en comunión con Dios afirmó
que “así conviene que se haga”. Y así conviene que se haga en
esta Obra del Movimiento Misionero Mundial.
Hemos dicho padres para poseer, pero ahora vienen los hijos
para heredar. ¿Y quiénes son los hijos para heredar? ¿Aquellos
que golpearon, aquellos que traicionaron? Los hijos que heredan
son aquellos que estuvieron en el dolor, en las lágrimas, que
en las pruebas estuvieron al lado de nuestros líderes. ¿Quiénes
son los hijos?, los que se proclaman o los que vivieron y
sufrieron al lado de ellos. En medio de esta Obra hay varones,
siervos de Dios, que estuvieron con ellos en el sufrimiento, en
el llanto, las pruebas mostrándoles su amor al Señor y a la
Obra. Sin anhelos de posiciones, sin anhelar ganancias
personales. Nosotros seguimos respetando y amando a los
fundadores de esta Obra, siempre recordaremos sus palabras:
“Que el Señor es el dueño de esta Obra”.
Dios ha constituido herederos, los ha elegido y los hijos
cuando heredan tienen que mantener y engrandecer la herencia
recibida. En esta hora le decimos al Señor “somos los
herederos”, vamos a engrandecer esta Obra, y con su ayuda la
llevaremos adelante, a través de los mares.
Seguiremos avanzando en el mundo, aquí estamos con aquellos que
Tú has escogido, con aquellos que son fieles. Si el Señor se
tardare en venir ellos un día tendrán que entregar y otros
tendrán que heredar, pero cada vez que esa herencia pase de los
padres a los hijos Dios la irá engrandeciendo para su gloria.
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