El Peregrino es una de las obras cristianas más vendidas después de la
Biblia. Novela de edificación espiritual contiene un caudal de
enseñanzas y estímulos que lo hace de inestimable valor. Narra de forma
alegórica el viaje de Cristiano, el personaje principal, a la Ciudad
Celestial.
El Progreso del Peregrino,es un excepcional libro escrito por el
renombrado autor y predicador inglés, Juan Bunyan. Esta obra fue creada
durante su estancia en la cárcel y fue publicada en dos partes, la
primera, en 1678, y la segunda, en 1684.
Bunyan publicó el texto bajo el nombre de: “El progreso del peregrino desde este mundo al otro que está por llegar”, pero fue posteriormente abreviado a: “El peregrino”, como es conocido en la actualidad.
El libro ha dado la vuelta al mundo y ha sido consagrado como uno de los más vendidos después de la Biblia. Así pues, en la reconocida obra de divulgación “La cultura”: todo lo que hay que saber, el profesor Dietrich Schwanitz, célebre escritor alemán, incluye a El Peregrino, en su relación de “libros que han cambiado el mundo”.
El autor nos sumerge en el mundo espiritual y nos muestra de una forma clara y evidente los peligros que se presentan a diario en la carretera de la vida peregrina y la luz al final del camino. Lo más impresionante de esta obra, es que ha sido leída por los hombres más eruditos y así también por los más pequeños. Su lenguaje sencillo, adornado por melodiosos cánticos y poemas, hacen de este texto una de las grandes obras de la literatura inglesa.
Este relato, además, es considerado como una extraordinaria alegoría. Puesto que el autor refleja en los diálogos una exquisita e incalculable imaginación. Del mismo modo, los personajes revelan a través de sus peculiares nombres, sus virtudes y vilezas.
La espléndida obra del célebre escritor inglés tiene su origen en un fantástico e ilusorio sueño de Bunyan, en el que él es testigo de la travesía de Cristiano, el personaje principal, quien va en busca de la Ciudad Celestial. Este libro está comprendido por veinte capítulos, que narran paso a paso el progreso del peregrino. En el primer capítulo, Cristiano conoce a Evangelista, quien le enseña la senda que lo guiará hacia el camino de la salvación.
EVANGELISTA.- ¿Por qué lloras?
CRISTIANO.- Porque temo que esta carga que sobre mí llevo me ha de sumir en lo más hondo del sepulcro, y que he de caer en un lugar de tomento eterno. Y si no estoy dispuesto para ir a la cárcel, lo estoy menos para el juicio, y muchísimo menos para el suplicio. ¿No quieres, pues, que llore y que me estremezca?
EVANGELISTA.- Entonces, ¿por qué no tomas una resolución? Toma, lee.
CRISTIANO.- (Recibiendo un rollo de pergamino y leyendo). “¡Huye de la ira venidera!”. ¿Adónde y por dónde he de huir?
EVANGELISTA.- (Señalando a un campo muy espacioso). ¿Ves esa puerta angosta?
CRISTIANO.- No.
EVANGELISTA.- ¿Ves allá, lejos, el resplandor de una luz?
CRISTIANO.- ¡Ah!, sí.
EVANGELISTA.- No la pierdas de vista; ve derecho hacia ella, y hallarás la puerta; llama y allí te dirán lo que has de hacer.
De esa manera Cristiano empezó lo que fue un largo y agotador viaje. En un principio, fue acompañado por Obstinado y Flexible, quienes al ver las dificultades del camino, abandonaron al peregrino. Luego, fue engañado sutilmente por Sabio-según-el-mundo, hasta que Evangelista apareció, enviado por Dios, para volver a encarrilar a Cristiano en el sendero de la verdad. Y después de estar a un paso de abandonar ese camino accidentado y atestado de baches espirituales, Cristiano, arrastrando su pesada carga, logró llegar a la puerta estrecha, que lo condujo hacia la Cruz.
¡Cuál no sería entonces la agilidad y el gozo de Cristiano! “¡Bendito Él, le oí exclamar, que con sus penas me ha dado descanso, y con su muerte me ha dado vida!” Por algunos instantes se quedó como estático, mirando y adorando, porque le era muy sorprendente que la vista de la Cruz así hiciese caer su carga; continuó contemplándola, hasta que su corazón rompió en abundantes lágrimas. Llorando estaba, cuando tres Seres resplandecientes se pusieron delante de él, saludándole con la Paz. Luego, el primero le dijo: Perdonados te son tus pecados. Entonces el segundo le despojó de sus harapos y le vistió de un nuevo ropaje, y el tercero le puso una señal en su frente; le entregó un rollo sellado, el cual debía estudiar en el camino, y entregar a su llegada, a la puerta celestial.
Así continuó el peregrino su extenso trayecto hacia la redención, en donde conoció a Simplicidad, Presunción y Pereza, que se encontraban sumergidos en el mar de un intenso sueño. Asimismo, sufrió la indiferencia y el desprecio de Formalista e Hipocresía, y se adentró en el palacio de Hermoso, en donde fue tratado con suma amabilidad y aprecio. Pese a todas estas situaciones, Cristiano se mantuvo fiel y no abandonó el camino que había emprendido hacia el paraíso. Y en medio de tantas circunstancias adversas, este devoto viajero se introdujo en el sombrío valle de la Humillación, en donde fue asaltado sin piedad por Apollyón, pero finalmente logró vencer, gracias a su inagotable fe y a la espada de la palabra de Dios.
Concluida la pelea, Cristiano pensó en dar gracias a Aquél que le había librado de la boca del león, a Aquél que le auxilió contra Apollyón. Y puesto de rodillas, dijo:
Beelzebub se propuso mi ruina,
Mandando contra mí su mensajero
A combatirme con furiosa inquina,
Y me hubiera vencido en trance fiero;
Mas me ayudó quien todo lo domina,
Y así pude ahuyentarle con mi acero:
A mi Señor le debo la victoria,
Y gracias le tributo, loor y gloria.
Entonces una mano misteriosa le alargó algunas hojas del árbol de la vida; Cristiano las aplicó a las heridas que había recibido en la batalla y quedó curado al instante.
Cristiano necesitaba, sin duda, un compañero con quien conversar y a quien confesarle sus más profundas aflicciones. Así el peregrino encontró en Fiel, un amigo sincero y dispuesto a brindarle su apoyo incondicional. Y de esa manera, continuaron juntos su travesía, hasta llegar a un lugar atestado de personas soberbias y jactanciosas. En la feria de la Vanidad, los traficantes exhibían con orgullo su más preciada mercadería, lo que sorprendía a toda multitud, menos a Cristiano y a Fiel, porque su mirada estaba enfocada únicamente en los asuntos celestiales.
Lo que más asombró a los traficantes era que estos peregrinos hacían muy poco caso de sus mercancías; ni aun se tomaban siquiera la molestia de mirarlas, y si se les llamaba a comprar, tapándose los oídos, exclamaban: Aparta mis ojos para que no vean la vanidad. Y miraban hacia arriba, como dando a entender que sus dependencias estaban en el cielo. Uno, queriendo mofarse de estos hombres, les dijo burlándose: ¿Qué queréis comprar? Y ellos, mirándole con ojos serios, le dijeron: Compramos la verdad.
A causa de su indiferencia por las cosas materiales, el peregrino y su amigo fueron perseguidos y sentenciados. Así, Fiel fue condenado a una de las muertes más crueles e inhumanas. Fue azotado, apedreado y ejecutado en la hoguera. Pero tan pronto como su alma subió a la presencia de Dios, Bunyan divisó a lo lejos un carro resplandeciente que recogió a Fiel y lo elevó hacia la gloria eterna. Cristiano, por su parte, tenía el corazón afligido a causa de la muerte de su noble compañero y permanecía aún en la cárcel, pero logró escapar y prosiguió su camino hasta llegar a la meta final.
En cuanto a Cristiano, dilataron su castigo y le volvieron a su cárcel, en donde permaneció todavía algún tiempo. Pero Aquél que todo lo dispone y tiene en su mano el poder sobre la rabia de ellos, dispuso que Cristiano escapase otra vez. Entonces él continuó su camino, cantando:
“¡Con qué valor, oh Fiel, has profesado tu fe en Jesús, con quien serás bendito, mientras sufra el incrédulo obstinado la pena que merece su delito!
Tu nombre, por morir cual buen soldado, con letras indelebles queda escrito; y si en el mundo y para el mundo mueres gozas eterna vida de placeres.”
En medio de su arduo caminar, Cristiano conoció a Esperanza y juntos continuaron su recorrido, pero se desviaron y se vieron atrapados por el Gigante Desesperación, y cuando ya no había esperanza, Dios, con su infinito amor y misericordia, los rescató. También conocieron otros singulares personajes como Ignorancia, Vuelve-atrás, robo de Poca-Fe, Adulador y Ateo. Y a pocos pasos de conseguir el triunfo espiritual y alcanzar la corona de la vida eterna, atravesaron el río Muerte, sin sufrir ningún daño. Así pues, acontece en el sueño de Bunyan, el momento más significativo de este sorprendente y conmovedor relato, en donde Cristiano y Esperanza entran por las puertas celestiales y el autor nos narra, al detalle, cada suceso de este emotivo capítulo final.
Los vi entonces entrar por la puerta y que cuando hubieron entrado fueron transfigurados y recibieron vestiduras que resplandecían como el oro, y arpas y coronas que les fueron entregadas; oí también que todas las campanas de la ciudad se echaron a vuelo otra vez, en señal de regocijo, al mismo tiempo que los ministros del Rey decían a los peregrinos: “Entrad en el gozo de vuestro Señor”. Con cuan efusión y gozo respondieron éstos: “Al que está sentado en el trono y al Cordero sea la bendición y la honra, y la gloria y el poder para siempre jamás”.
Aprovechando yo entonces el momento en que se abrieron las puertas para
dejarles pasar, miré hacia dentro tras ellos, y he aquí, la ciudad
brillaba como el sol; las calles estaban empedradas de oro, y en ellas
se paseaba muchedumbre de hombres que tenían en su cabeza coronas, y en
su mano palmas y arpas de oro con que cantar las alabanzas.
Bunyan publicó el texto bajo el nombre de: “El progreso del peregrino desde este mundo al otro que está por llegar”, pero fue posteriormente abreviado a: “El peregrino”, como es conocido en la actualidad.
El libro ha dado la vuelta al mundo y ha sido consagrado como uno de los más vendidos después de la Biblia. Así pues, en la reconocida obra de divulgación “La cultura”: todo lo que hay que saber, el profesor Dietrich Schwanitz, célebre escritor alemán, incluye a El Peregrino, en su relación de “libros que han cambiado el mundo”.
El autor nos sumerge en el mundo espiritual y nos muestra de una forma clara y evidente los peligros que se presentan a diario en la carretera de la vida peregrina y la luz al final del camino. Lo más impresionante de esta obra, es que ha sido leída por los hombres más eruditos y así también por los más pequeños. Su lenguaje sencillo, adornado por melodiosos cánticos y poemas, hacen de este texto una de las grandes obras de la literatura inglesa.
Este relato, además, es considerado como una extraordinaria alegoría. Puesto que el autor refleja en los diálogos una exquisita e incalculable imaginación. Del mismo modo, los personajes revelan a través de sus peculiares nombres, sus virtudes y vilezas.
La espléndida obra del célebre escritor inglés tiene su origen en un fantástico e ilusorio sueño de Bunyan, en el que él es testigo de la travesía de Cristiano, el personaje principal, quien va en busca de la Ciudad Celestial. Este libro está comprendido por veinte capítulos, que narran paso a paso el progreso del peregrino. En el primer capítulo, Cristiano conoce a Evangelista, quien le enseña la senda que lo guiará hacia el camino de la salvación.
EVANGELISTA.- ¿Por qué lloras?
CRISTIANO.- Porque temo que esta carga que sobre mí llevo me ha de sumir en lo más hondo del sepulcro, y que he de caer en un lugar de tomento eterno. Y si no estoy dispuesto para ir a la cárcel, lo estoy menos para el juicio, y muchísimo menos para el suplicio. ¿No quieres, pues, que llore y que me estremezca?
EVANGELISTA.- Entonces, ¿por qué no tomas una resolución? Toma, lee.
CRISTIANO.- (Recibiendo un rollo de pergamino y leyendo). “¡Huye de la ira venidera!”. ¿Adónde y por dónde he de huir?
EVANGELISTA.- (Señalando a un campo muy espacioso). ¿Ves esa puerta angosta?
CRISTIANO.- No.
EVANGELISTA.- ¿Ves allá, lejos, el resplandor de una luz?
CRISTIANO.- ¡Ah!, sí.
EVANGELISTA.- No la pierdas de vista; ve derecho hacia ella, y hallarás la puerta; llama y allí te dirán lo que has de hacer.
De esa manera Cristiano empezó lo que fue un largo y agotador viaje. En un principio, fue acompañado por Obstinado y Flexible, quienes al ver las dificultades del camino, abandonaron al peregrino. Luego, fue engañado sutilmente por Sabio-según-el-mundo, hasta que Evangelista apareció, enviado por Dios, para volver a encarrilar a Cristiano en el sendero de la verdad. Y después de estar a un paso de abandonar ese camino accidentado y atestado de baches espirituales, Cristiano, arrastrando su pesada carga, logró llegar a la puerta estrecha, que lo condujo hacia la Cruz.
¡Cuál no sería entonces la agilidad y el gozo de Cristiano! “¡Bendito Él, le oí exclamar, que con sus penas me ha dado descanso, y con su muerte me ha dado vida!” Por algunos instantes se quedó como estático, mirando y adorando, porque le era muy sorprendente que la vista de la Cruz así hiciese caer su carga; continuó contemplándola, hasta que su corazón rompió en abundantes lágrimas. Llorando estaba, cuando tres Seres resplandecientes se pusieron delante de él, saludándole con la Paz. Luego, el primero le dijo: Perdonados te son tus pecados. Entonces el segundo le despojó de sus harapos y le vistió de un nuevo ropaje, y el tercero le puso una señal en su frente; le entregó un rollo sellado, el cual debía estudiar en el camino, y entregar a su llegada, a la puerta celestial.
Así continuó el peregrino su extenso trayecto hacia la redención, en donde conoció a Simplicidad, Presunción y Pereza, que se encontraban sumergidos en el mar de un intenso sueño. Asimismo, sufrió la indiferencia y el desprecio de Formalista e Hipocresía, y se adentró en el palacio de Hermoso, en donde fue tratado con suma amabilidad y aprecio. Pese a todas estas situaciones, Cristiano se mantuvo fiel y no abandonó el camino que había emprendido hacia el paraíso. Y en medio de tantas circunstancias adversas, este devoto viajero se introdujo en el sombrío valle de la Humillación, en donde fue asaltado sin piedad por Apollyón, pero finalmente logró vencer, gracias a su inagotable fe y a la espada de la palabra de Dios.
Concluida la pelea, Cristiano pensó en dar gracias a Aquél que le había librado de la boca del león, a Aquél que le auxilió contra Apollyón. Y puesto de rodillas, dijo:
Beelzebub se propuso mi ruina,
Mandando contra mí su mensajero
A combatirme con furiosa inquina,
Y me hubiera vencido en trance fiero;
Mas me ayudó quien todo lo domina,
Y así pude ahuyentarle con mi acero:
A mi Señor le debo la victoria,
Y gracias le tributo, loor y gloria.
Entonces una mano misteriosa le alargó algunas hojas del árbol de la vida; Cristiano las aplicó a las heridas que había recibido en la batalla y quedó curado al instante.
Cristiano necesitaba, sin duda, un compañero con quien conversar y a quien confesarle sus más profundas aflicciones. Así el peregrino encontró en Fiel, un amigo sincero y dispuesto a brindarle su apoyo incondicional. Y de esa manera, continuaron juntos su travesía, hasta llegar a un lugar atestado de personas soberbias y jactanciosas. En la feria de la Vanidad, los traficantes exhibían con orgullo su más preciada mercadería, lo que sorprendía a toda multitud, menos a Cristiano y a Fiel, porque su mirada estaba enfocada únicamente en los asuntos celestiales.
Lo que más asombró a los traficantes era que estos peregrinos hacían muy poco caso de sus mercancías; ni aun se tomaban siquiera la molestia de mirarlas, y si se les llamaba a comprar, tapándose los oídos, exclamaban: Aparta mis ojos para que no vean la vanidad. Y miraban hacia arriba, como dando a entender que sus dependencias estaban en el cielo. Uno, queriendo mofarse de estos hombres, les dijo burlándose: ¿Qué queréis comprar? Y ellos, mirándole con ojos serios, le dijeron: Compramos la verdad.
A causa de su indiferencia por las cosas materiales, el peregrino y su amigo fueron perseguidos y sentenciados. Así, Fiel fue condenado a una de las muertes más crueles e inhumanas. Fue azotado, apedreado y ejecutado en la hoguera. Pero tan pronto como su alma subió a la presencia de Dios, Bunyan divisó a lo lejos un carro resplandeciente que recogió a Fiel y lo elevó hacia la gloria eterna. Cristiano, por su parte, tenía el corazón afligido a causa de la muerte de su noble compañero y permanecía aún en la cárcel, pero logró escapar y prosiguió su camino hasta llegar a la meta final.
En cuanto a Cristiano, dilataron su castigo y le volvieron a su cárcel, en donde permaneció todavía algún tiempo. Pero Aquél que todo lo dispone y tiene en su mano el poder sobre la rabia de ellos, dispuso que Cristiano escapase otra vez. Entonces él continuó su camino, cantando:
“¡Con qué valor, oh Fiel, has profesado tu fe en Jesús, con quien serás bendito, mientras sufra el incrédulo obstinado la pena que merece su delito!
Tu nombre, por morir cual buen soldado, con letras indelebles queda escrito; y si en el mundo y para el mundo mueres gozas eterna vida de placeres.”
En medio de su arduo caminar, Cristiano conoció a Esperanza y juntos continuaron su recorrido, pero se desviaron y se vieron atrapados por el Gigante Desesperación, y cuando ya no había esperanza, Dios, con su infinito amor y misericordia, los rescató. También conocieron otros singulares personajes como Ignorancia, Vuelve-atrás, robo de Poca-Fe, Adulador y Ateo. Y a pocos pasos de conseguir el triunfo espiritual y alcanzar la corona de la vida eterna, atravesaron el río Muerte, sin sufrir ningún daño. Así pues, acontece en el sueño de Bunyan, el momento más significativo de este sorprendente y conmovedor relato, en donde Cristiano y Esperanza entran por las puertas celestiales y el autor nos narra, al detalle, cada suceso de este emotivo capítulo final.
Los vi entonces entrar por la puerta y que cuando hubieron entrado fueron transfigurados y recibieron vestiduras que resplandecían como el oro, y arpas y coronas que les fueron entregadas; oí también que todas las campanas de la ciudad se echaron a vuelo otra vez, en señal de regocijo, al mismo tiempo que los ministros del Rey decían a los peregrinos: “Entrad en el gozo de vuestro Señor”. Con cuan efusión y gozo respondieron éstos: “Al que está sentado en el trono y al Cordero sea la bendición y la honra, y la gloria y el poder para siempre jamás”.
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