Las
drogas no han sido inventadas en las últimas décadas. Son armas del mal por
miles de años y han contribuido significativamente a la destrucción de las vidas
de millones de personas. Lo confirman tanto la Escritura como la historia.
Me convertí en un morfinómanoen aquellos
terribles días berlineses. Durante unas semanas todo fue bien. Tenía suficientes
reservas de "gasolina" -así llamábamos a la droga entre nosotros- y, por lo
tanto, estaba libre de lo que, por lo general, más preocupa al toxicómano: el
miedo a la falta de droga.
Pero a medida que mis reservas disminuían, mi
consumo se iba haciendo cada vez mayor. ¡Quería llegar a saciarme de la droga de
una vez para siempre y, después, dejarla definitivamente, no volver a saber nada
más de ella!
Estaba decidido a comenzar una nueva vida
-¡Alguna vez tenía que hacerlo!- y sabía que, con energía, era posible
deshabituarse. Ya se habían dado algunos casos.
Sin embargo, aquella mañana, al despertarme, me
enfrenté con la nada y comprendí que tenía que conseguir más morfina al precio
que fuera. Mi cuerpo entero sufría una horrible desazón, mis manos temblaban y
me sentía atormentado por una sed terrible. Una sed que no sólo se localizaba en
la boca o en la garganta, sino en todas y cada una de las células de mi
cuerpo.
Descolgué el teléfono y llamé a Wolf. No le di
tiempo a que me dijera nada. Con voz agonizante le pregunté:
-¿Tienes "gasolina"? Ven inmediatamente, me
estoy muriendo. Respirando aliviado me eché en los cojines del sofá. Una
profunda sensación de alivio, como una premonición del placer próximo, hizo que
mi cuerpo se sintiera cómodo. Wolf tomaría un coche y llegaría en seguida. Me
pondría la inyección, ¡ya sentía cómo la aguja penetraba en mi carne, y la vida
volvería a ser bella! (Hans Fallada morfinómano).
La droga es el mayor de los negocios para
todos los que en él participan. La droga se ha convertido en un gran potencial
mundial. Juega en la alta política un papel que no queda muy por debajo del que
tiene el petróleo. Se ha incorporado a la estrategia, como las fábricas de
armamento. Es una industria unida a la política con lazos diversos y está
dirigida por grandes compañías multinacionales, que intervienen alternativamente
como grupos de intereses. Es algo incontrolable, más incontrolable que todas las
demás instituciones que, de un modo u otro, están ligadas a ella.
EL OPIO EN LA HISTORIA
Miles de años antes de Cristo, los sumerios ya
conocían la amapola, y según la obra de Homero, también los griegos la usaron.
Galeno (130-200) la empleó y alabó sus virtudes como calmante del dolor. La
civilización musulmana, a través de los árabes, la introdujo en la India,
Persia y China. Paracelso (1493-1541) inventó el láudano, la tintura alcohólica
de opio compuesta de opio, vino blanco, azafrán, clavo, canela y otras
sustancias que fue usada ampliamente como medicina durante cientos de
años.
La penetración del opio en el círculo cultural
de Occidente tuvo lugar por medio de las más altas esferas literarias. Los
estudiosos modernos consideran que Homero, más que un legendario poeta ciego, es
un colectivo de varios autores, que florecieron entre el 830 y el 750 A.C. En
los cantos de la Odisea se describe al opio no sólo como narcótico sino también
como un sicofármaco, en el más moderno significado de la palabra. El dolor que,
según el poema está llamado a mitigar es de tipo espiritual, síquico diríamos
hoy. Y el efecto descrito es el que causaría una fuerte dosis, al límite ya con
el envenenamiento.
No es posible saber con seguridad cuánto
tiempo hace que se conocen los efectos del opio o su existencia. En los poblados
lacustres del lago Constanza, que datan del siglo xx A. C. –cuando menos-, se
han encontrado grandes cantidades de cápsulas de amapola. Los análisis
realizados demuestran que no se trata de la especie silvestre de la amapola, la
papaversetigerum, sino de una forma de planta cultivada, una pariente de la
adormidera con un contenido de morfina relativamente alto.
Por lo que se sabe, el opio llegó a Grecia por
vía marítima. En Creta se adoraba a una diosa de la amapola que, muy
acertadamente, se encontraba en la puerta del Laberinto. La leyenda nos habla de
innumerables entradas al Laberinto, esa construcción artificial de la que se
decía nadie que entrara en ella podía volver a salir. En el centro del laberinto
vivía el Minotauro, un ser mezcla de hombre y de bestia. La entrada de ese
peligroso corredor estaba guardada por la diosa de la amapola. Quien cruzara esa
puerta nunca más volvería a salir al exterior. ¡Una grandiosa metáfora de los
peligros del opio!
El rastro del opio está en la mayor parte de
las leyendas griegas. Medea acudió a él para ayudar a los argonautas, en su
búsqueda del Vellocino de Oro; Hércules adormeció con él a los dragones que
guardaban las manzanas de Hespérides. Y también los romanos lo conservaron en
sus leyendas, al adaptar las griegas. Virgilio menciona dos veces la adormidera.
En sus Cantos a la Agricultura llama a su jugo “el bebedizo con el sueño del
olvido”. Y Eneas se apiada del gigante Atlas, que tiene que llevar sobre sus
hombros la bóveda celeste, y le ofrece “la estimulante adormidera disuelta en
miel”.
Con respecto a la filosofía de la adormidera y
su simbolismo, poco ha cambiado desde entonces. Se le siguen atribuyendo
propiedades adormecedoras, la muerte y el olvido. Más que todo la filosofía de
los antiguos griegos, se mantienen vivos su comprensión y su conocimiento del
narcótico.
Que Alejandro, el conquistador del mundo,
fuera adicto a la droga, es algo que apenas se insinúa en la literatura
occidental, pero parece claro en las fuentes islámicas. Los Iskender-nama
componen una biografía de Alejandro Magno que está basada en fuentes históricas.
Un gran capítulo de ella se dedica a describir la actitud del macedonio hacia el
opio. Donde quiera que llegaba con sus ejércitos hacía plantar grandes campos de
adormideras y, realmente, en la actualidad las plantaciones más importantes de
esta planta en el Oriente Próximo y Medio señalan el paso de las tropas en la
campaña de Alejandro. La cosecha no estaba reservada exclusivamente al uso
personal del conquistador, que “adormecía las excitaciones del día con vino
mezclado con el jugo oscuro de la adormidera”, sino también llegaba a sus
soldados, “cada uno de los cuales recibía, antes de cada batalla, nueve bolitas
de opio, pues esa sustancia quita por completo el miedo, aunque si sea abusa de
él, mata”.
Sócrates, uno de los casos más famosos de
asesinato judicial, tuvo que beber la cicuta en una tarde de febrero del 399
A.C. y Platón, al describir las últimas horas de Sócrates con todo detalle, no
menciona ningún tipo de dolor, por lo que cabe suponer que se le añadió opio al
mortal bebedizo para así ayudarle a morir sin sufrir.
Una de las mujeres más expertas en venenos y
drogas debió ser Cleopatra de Egipto. De acuerdo con distintos informes, César y
Marco Antonio no sólo quedaron cautivados por su tan elogiada nariz sino,
también, gracias a un “vino de Cleopatra” cuya receta se conserva: aparte de una
pequeña cantidad de estramonio, cuyos efectos afrodisíacos son innegables, un 30
por ciento de opio.
Desde un punto de vista histórico el opio
procede del Oriente Próximo, pero desde hace ya mucho tiempo se ha convertido en
una droga occidental. Su extensión en Europa tuvo lugar a través del Imperio
Romano, cuyas vías comerciales fueron utilizadas por el catolicismo. En Asia, el
opio siguió la senda de la expansión de la segunda gran religión surgida en el
Oriente Próximo, el Islam.
La más destacada entre las víctimas de la
combinación de alcohol y opio es, sin duda, Edgar Allan Poe. En cierta ocasión
se refirió al consumo de láudano, en relación a su intento de suicidio durante
sus amoríos con la señora Whitman. En esa ocasión se tomó 31 gramos de láudano
“pero no calculé su efecto adecuadamente y no pude enviar mi carta de
despedida”. Después de unas horas espantosas, con violentos vómitos, todo pasó y
el escritor se recuperó. Este suceso, ocurrido en 1848, prueba que Poe oscilaba
entre el alcohol y el opio, pues de no ser así no hubiera podido sobrevivir a
una dosis como aquella. En sus novelas surgen siempre personajes víctimas del
opio y, por las descripciones que hace de la droga y de sus efectos, puede
deducirse que era un conocedor práctico. Un año después de ese intento de
suicidio, el 7 de octubre de 1849, moriría víctima de un ataque de “delirium
tremens”, cuando sólo contaba 41 años de edad.
Wofgang von Goethe, Francisco de Goya, Samuel
Taylor Coleridge, Mary Shelley (la autora de Dr. Frankestein), Lord Byron,
William Wordsworth, John Keats, Edgar Allan Poe y Walter Scott consumieron
láudano. De éstos, el pintor Francisco de Goya y el escritor Walter Scott
llegaron a tomar tal cantidad que pueden ser calificados como adictos. Su
consumo fue común entre la realeza europea: lo consumieron Pedro el Grande,
Catalina de Rusia, Federico II de Prusia, María Teresa de Austria, Luis XV de
Francia, Guillermo II de Inglaterra, así como las casas reales de Suecia y
Dinamarca. Normalmente el opio se ingería por vía oral, hasta que en Europa se
encontró la manera de prepararlo para ser fumado.
LA HEROÍNA Y LA MORFINA
En 1898, Heinrich Dreser y Carl Duisberg, dos
científicos de la firma Bayer, estaban convencidos de haber encontrado un
medicamento milagroso. Les faltaba el nombre de fábrica. No se sabe a quién se
le ocurrió, pero la droga fue inscrita con el nombre de Heroína basada en la
palabra griega para los héroes. En la Biblia-Bayer, que la compañía enviaba
anualmente a los médicos, el propio Dreser presentaba así el nuevo producto:
“una sustancia cuyas cualidades no producen hábito, que es fácil de usar y que,
sobre todo, es la única que tiene la facultad de curar con rapidez a los
morfinómanos”.
Ese mismo año, Félix Hoffman logró otro
importante descubrimiento. Antes de finales de año, la empresa publicaba en
todos los grandes periódicos del mundo el anuncio de sus drogas milagrosas:
Aspirina, el sustituto de los salicilatos y Heroína el medicamento ideal para
eliminar la tos”.
La heroína conquistó mercados en los que la
morfina no había logrado penetrar. De Marruecos al Líbano, la heroína,
literalmente, se convirtió, de la noche a la mañana, en el más vendido de los
medicamentos y fue importando en enormes cantidades a la India, Indochina,
China, Japón y las Filipinas. El mayor mercado lo consiguió en Estados Unidos,
donde se presentó, con gran propaganda, como medio para curar el hábito de la
morfina, que hacía tiempo se había convertido en un grave problema para el
país.
Quizá la realidad es demasiado “normal”: la
heroína comenzó su carrera, también como medicamento. Y muchos productos con
nombres registrados surgen a diario en la industria farmacéutica, que pueden
tener consecuencias igualmente graves en el futuro. Muchos medicamentos de hoy,
pueden ser el “veneno”, la droga estupefaciente del futuro.
La heroína no es sino una de las muchas drogas
que se ofrecen abundantemente para una autodestrucción placentera, pero no hay
una sola droga que en un determinado momento no sea peligrosa. La heroína es,
principalmente, la droga en la cual se hace más aparente la mecánica de todas
las demás drogas con las que se enfrenta el mundo occidental con todas sus
contradicciones sociales, sus ciencias convertidas en ideologías, sus idealistas
endurecidos por los fracasos. Un mundo dividido y opuesto. Tal vez sea posible,
pese a todo, hacer algo en favor de las víctimas del tráfico de drogas.
CONSECUENCIAS DE LA
DROGA
La duración del efectode la droga disminuye de
manera continua. Cada vez hay que inyectarse una cantidad mayor de droga y a
intervalos más cortos, si se quiere conseguir el mismo efecto que al comienzo.
Es como una cadena que esclaviza al morfinómano y que cada vez se va haciendo
más corta. Las neuronas, la células cerebrales, palpitan exigen, gritan y se
vengan, produciendo grandes dolores si no son satisfechas rápidamente. Si bien
el principio el empleo de la morfina produce placer en alto grado, después se
produce un estado en el que, para conseguir una situación placentera como la
anterior, se requiere una cantidad mayor de morfina y, en los períodos
comprendidos entre dos dosis, empieza a mostrarse una situación desagradable
cada vez que el efecto de la droga comienza a faltar. El último estadio de la
drogadicción se caracteriza por profundos dolores; y el conocimiento de que la
morfina ya no se toma para obtener placer, sino simplemente porque es necesaria
para calmar el dolor. La voluntad queda totalmente paralizada. El quehacer más
pequeño resulta imposible por falta de decisión y la lucha continua entre la
necesidad de sentirse bien y el no poder conseguirlo de modo total, produce una
sensación de desprecio íntimo que lleva a un sufrimiento indescriptible. Si no
se está saturado de droga, se produce el síntoma de abstinencia, que causa una
profunda inquietud corporal y síquica y con ello malhumor, agresividad y falta
de consideración hacia los demás, aunque esta reacción depende de cierto modo
del carácter que tuviera aquella persona antes de caer en el vicio.
A la larga se producen alteraciones de la vida
síquica que, a su vez, determinan disturbios corporales. El cerebro, regulador
de tantas funciones corporales, se hace más perezoso en su trabajo, que pierde
regularidad. Se pierden también las ganas de comer, el aspecto físico se va
deteriorando cada vez más y disminuye extraordinariamente la capacidad de
trabajo. Solo grandes dosis, casi letales, permiten la realización de algún tipo
de actividad corporal. La capacidad sexual también sufre. El análisis del semen
de un morfinómano que llevaba varios meses inyectándose entre 0,3 y 0,5 gramos
de morfina diarios, mostraba filamentos de semen muy delgados e inamóviles, que
ni siquiera se movía bajo el efecto de reactivos químicos. Después de su
nacimiento, el hijo de un morfinómano puede presentar síntomas de abstinencia.
El uso de otras drogas, calmantes o estimulantes, como sustitutos de la morfina,
hacen más grave el daño, puesto que pronto se hace necesario el consumo de
ambas, la nueva y la Antigua.
LO QUE DICE LA BIBLIA
Proverbios C. 23
29 ¿Para quién será el ay?
¿Para quién el dolor? ¿Para quién las rencillas?
¿Para quién las quejas? ¿Para quién las
heridas en balde?
¿Para quién lo amoratado de los
ojos?
30 Para los que se detienen
mucho en el vino,
Para los que van buscando la
mistura.
31 No mires al vino cuando
rojea,
Cuando resplandece su color en la
copa.
Se entra suavemente;
32 Más al fin como serpiente
morderá,
Y como áspid dará dolor.
33 Tus ojos mirarán cosas
extrañas,
Y tu corazón hablará perversidades.
34 Serás como el que yace en
medio del mar,
O como el que está en la punta de un
mastelero.
35 Y dirás: Me hirieron, más
no me dolió;
Me azotaron, más no lo sentí;
Cuando despertare, aún lo volveré a
buscar.
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