Rev.
José Arturo Soto B.
El
verdadero conocimiento que tiene la Iglesia de Cristo es lo recibido de parte de
Dios. La Iglesia es receptora de todo lo que Dios ha vertido.
“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo
no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha
preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el
Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.” 1
Corintios: 2:9-10.
El verdadero conocimiento que tiene la Iglesia
de Cristo es lo recibido de parte de Dios. La Iglesia es receptora de todo lo
que Dios ha vertido, hay los que no aprovechan esta fuente inagotable, pero por
la fe la Iglesia ha abierto el corazón.
El apóstol Pablo le dice a Timoteo: “Esto te
escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, para que si tardo,
sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios
viviente, columna y baluarte de la verdad.” (1 Timoteo 3:14-15). El pueblo más
sabio en la tierra es la Iglesia, que es columna y baluarte de la verdad.
La Iglesia es la que expresa y sostiene esa
verdad, por eso es “columna y baluarte de la verdad”, que son dos expresiones
casi del mismo significado. Nos habla de su sostenimiento, uno puede cambiar una
pared, pero una columna no se puede tocar, porque si quitamos una columna todo
el edificio se debilita, cada una de esas columnas ejercen una función de
estructura para sostener todo el edificio. Si la Iglesia es columna y baluarte
de la verdad y también es la que tiene el conocimiento del Espíritu, entonces la
Iglesia tiene sobre sí primero un gran privilegio, y segundo una gran
responsabilidad, la responsabilidad de seguir sosteniendo la verdad de Dios, es
como dijo el Señor: “Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas no
serán las mismas tinieblas?”, y “si la sal se desvaneciere, ¿con qué será
salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los
hombres.” (Mateo 6:23 y 5:13).
La Iglesia es pues un pueblo especial que Dios
ha puesto en este mundo con propósitos perennes, constantes, poderosos,
efectivos, no es un pueblo escondido, es un pueblo que se hace sentir el poder
del Espíritu que mueve y que dirige a la Iglesia. Hay lugares donde si el
Espíritu se va ni cuenta se dan, pasarían semanas, quizás más tiempo, para que
alguien se dé cuenta que el Espíritu se fue, como pasó en los días de Ezequiel
en Israel, porque ellos creen que son los que lo dirigen, que son los que
planean y cambian algo y ponen otro, dejando a un lado la sencillez de la fe
efectiva en el Dios quien es el que nos ha dado esta Palabra, y entonces si el
Espíritu se va no se dan cuenta.
Hoy en día, el diablo ha levantado
congregaciones por distintas partes del mundo, tratando de afectar el rumbo de
la Iglesia verdadera. El diablo tiene su propio sistema o reino en este mundo,
él trabaja aun en los gobiernos de la tierra que están sujetos a sus dictámenes,
hay leyes que se inventan y abiertamente se oponen a lo que Dios demanda. En
Brasil acaban de aprobar el matrimonio entre homosexuales, y eso no es todo, el
problema es que según esa ley, ningún pastor puede oponerse a casar a una pareja
de homosexuales porque sería un delito y penado con cárcel.
Amados, cada vez se profundizan más las garras
de Satanás en este mundo, y la única solución es Jesucristo. El diablo también
tira sus cañones hacia la Iglesia y se han levantado algunos años distintas
corrientes filosóficas, gente que no tiene tiempo de buscar a Dios, sino de
pensar muchas cosas y algunos de esos grandes teólogos modernos llegaron a la
conclusión de que Dios se murió. Esas mismas personas son las que intentan dar
los parámetros que la Iglesia debe seguir, las cosas que la iglesia debe
modificar o debe mejorar.
Dicen que el lenguaje que la Biblia presenta
es “arcaico”, ya no es efectivo para estos tiempos, hay que dejar de decirle a
la gente eso de pecadores, porque suena chocante, suena ofensivo. Ya no se puede
atacar el pecado así de frente porque últimamente todo es relativo, las cosas
son malas según la relación que tengan con otras cosas, de manera que un
adulterio puede ser bueno o puede ser malo, según ellos, si produce cierto
efecto benefactor en el carácter y en la tranquilidad de alguien pues sería
bueno; también el aborto, según ellos, puede ser bueno o puede ser malo, todo es
relativo, y dicen que la Iglesia tiene que cambiar ese lenguaje tan crudo y
fuerte que tiene.
El Espíritu Santo no va a revelar una cosa en
un tiempo y va a revelar otra contraria a la anterior en otro tiempo; el Señor
no vive por tiempos, a Dios no le afectan las nuevas olas, al Señor no le
afectan un siglo ni milenios, eso no es nada para Dios. Conocen ustedes algún
pasaje en el ministerio del Señor Jesucristo, donde haya dicho: “Ayer dije esto,
pero ahora pensándolo bien, mejor vamos hacerlo de otra manera, porque yo estaba
equivocado”.
Amados, han surgido muchas interpretaciones y
versiones de la Biblia. Nosotros sabemos que el avance de las letras, marca en
términos de cultura la parte gramatical de expresiones de nuestro idioma, que
hay palabras que envejecen y se desechan y otras ocupan su lugar, etc. Eso es
perfectamente aceptable en las traducciones bíblicas, lo que no se puede aceptar
es el cambio de conceptos, no se puede por ejemplo aceptar que la palabra sangre
sea sustituida por muerte, una cosa es muerte y otra cosa es sangre, la Biblia
dice: “Sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” (Hebreos 9:22).
Esos son los argumentos que presentan los
teólogos de la liberación actual, gente impía, gente que no entiende la visión y
el llamado de Dios, ni mucho menos conoce del Espíritu de Dios, y en muchos
casos quieren venir a explicar a la Iglesia que sangre es lo mismo que muerte,
si ese fuere el caso de las traducciones modernas, no queremos las traducciones
modernas.
Y sobre los milagros, la tendencia es hacer
lógico todos los milagros, los científicos salen diciendo: “En las 10 plagas de
Egipto, no hay nada sobrenatural, lo que pasa que un volcán en Italia erupcionó
y esa materia química llegó hasta el Mar Rojo, de manera que el químico hizo que
el agua diera este efecto y volvió roja el agua del río Nilo, y como
consecuencia de esta mezcla química las ranas que habían en el río salieron,
invadieron la tierra y luego se murieron y ¿qué era lo que iba a venir?,
moscas…” Llegan a explicar que la muerte de los primogénitos, se debieron a los
efectos de gases en el ambiente y estaban a la altura de las camas usadas por
los primogénitos en Egipto, por lo tanto, sólo a ellos les llegó esa muerte, no
explican muy bien por qué a la gallina se le murió el primogénito, y por qué al
puerco y a la vaca también. Entonces sucedió como ellos lo explican y dicen que
no es un milagro.
Y aquello que se abrió el río Jordán al paso
de Josué y las huestes israelitas, dicen que: “eso también fue un terremoto en
la garganta del río que lo tapó e hizo una represa y entonces esa parte quedó
seca y por allí pasaron”. Como que suena muy lógico, muy razonable. Ese intento
de querer racionalizar los milagros, es tratar de negarlos, el diablo siempre
quiere obstruir la fe, no importa que no seamos científicos y algunos nos acusan
de eso, pero sí somos gente que cree en la Palabra, tenemos fe en lo que Dios
dice, y si Dios me dice que Él abrió el río y abrió el mar, lo creo, no importa
cómo lo haga, creo que fue Dios.
La Biblia dice que: “El hombre natural no
percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no
las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Corintios
2:14). ¿Se acomodará la Iglesia a estas grandes interrogantes que ha hecho
surgir la ciencia moderna, los grandes economistas, la gente del mundo en los
aspectos de teorías y de pruebas científicas?, ¿se acomodará la Iglesia a esto?,
o ¿continuaremos predicando el Evangelio como en los tiempos pasados?, déjeme
decirle que vamos a seguir predicando a la antigua, vamos a seguir diciendo:
“Sin santidad nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14); seguiremos diciendo que hay
que arrepentirse, que hay que abandonar el pecado.
Para vivir la vida cristiana, basta de puentes
entre la Iglesia y el mundo, de conexiones de este mundo y el pueblo espiritual,
porque tal cosa no se puede dar, lo único que puede hacer la Iglesia es
proclamar que el hombre se acerque a Dios, entrando por el único camino y la
única puerta, porque no hay ningún atajo que valga.
Dirigiéndose a la Iglesia de Corinto Pablo les
dijo: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de
Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber
entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1
Corintios 2:1-2). No iba a hablar de filosofías, ni de Platón, ni de
Aristóteles, ni de los grandes de la filosofía griega, él iba a hablar el
mensaje sencillo llamado por el mundo “la locura de la predicación”. “Porque la
Palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan,
esto es, a nosotros, es poder de Dios.” (1 Corintios 1:18); esto es locura para
el que no conoce al Señor y cierra su corazón; para la Iglesia es poder y
sabiduría de Dios.
El hombre se enreda en sus propios negocios y
sus propias ideas, respetamos la capacidad de pensar del hombre, pero obviamente
nosotros creemos lo que Dios nos ha dicho. Pablo sabía que el hombre no llega al
conocimiento de Dios por la lógica, por la razón o por la ciencia. Pablo
discierne que el hombre no puede conocer a Dios mediante la mente natural o
carnal, la mente natural lo que hace es analizar después de ver, por ejemplo:
mirar por un telescopio y ver el espacio, ¿qué están haciendo? Están viendo. Hay
quienes ponen un radio telescopio ¿qué están haciendo? Oyendo los ruidos, para
interpretar y saber de dónde vienen y cómo se producen y luego que ellos ven y
oyen; entonces la mente trabaja y se produce un conocimiento, surgen lo que se
llaman “teorías” y el hombre quiere explicar cómo vino la vida y cómo se crearon
todas las cosas, etc., ¿cómo lo hace el hombre? Viendo, oyendo y pensando.
Pablo dice: “Antes bien, como está escrito:
Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las
que Dios ha preparado para los que le aman.” (1 Corintios 2:9). Nadie es
especialista en todo, alguno que hable contra Dios porque cree que sabe mucho,
pero nadie sabe todo, pero puede ser un ignorante en otras cosas, un ateo
tendría que sacar a Dios de todas las ciencias que existen y de todas las formas
de entender de que Dios está ahí, para después poder decir: ¡Soy ateo!
A principio del siglo pasado en la ciudad de
Berlín, en una universidad muy famosa, llegó un conferencista de estos que se
distinguían por sus ataques a la fe, y estaba dando una conferencia a los
universitarios de esa casa de estudios, y dentro de lo que hizo estando atestado
el salón de jóvenes estudiantes retó a sus alumnos con esta pregunta: “¿Hay
alguien aquí que crea que Dios creó todas las cosas?” Un valiente joven levantó
la mano, y le dijo: “Yo profesor, yo creo que Dios hizo todas las cosas, Él es
el creador de todo lo que hay”. Y entonces este escéptico le dijo: “Si Dios creó
todo, entonces Dios hizo al mal, pues el mal existe, y bajo el precepto de que
nuestras obras son un reflejo de nosotros mismos, entonces Dios es malo”.
El joven se sintió abrumado, era un muchacho
que creía en el Señor pero no tenía esa capacidad como la de aquel profesor.
Otro estudiante levantó su mano y dijo: “¿Puedo hacer una pregunta, profesor?”
Respondió el profesor: “Por supuesto”. El joven se puso de pie y preguntó:
“¿Profesor, existe el frío?” El profesor no se esperaba esa pregunta, y le dice:
“¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que existe, ¿acaso usted no ha tenido frío?”
El muchacho respondió: “De hecho, señor, el frío no existe. Según las leyes de
la física, lo que consideramos frío, en realidad es ausencia de calor”.
El joven mantuvo su conversación diciendo:
“Todo cuerpo u objeto es susceptible de estudio cuando tiene o transmite
energía, el calor es lo que hace que dicho cuerpo tenga o transmita energía. El
cero absoluto es la ausencia total y absoluta de calor, todos los cuerpos se
vuelven inertes, incapaces de reaccionar, pero el frío no existe. Hemos creado
ese término para describir cómo nos sentimos si no tenemos calor”.
Y el estudiante le hizo otra pregunta al
profesor: “¿Existe la oscuridad?”, el profesor respondió: “Por supuesto”. El
estudiante contestó: “Nuevamente se equivoca, señor, la oscuridad tampoco
existe. La oscuridad es en realidad ausencia de luz. La luz se puede estudiar,
la oscuridad no, incluso existe el prisma de Nichols para descomponer la luz
blanca en los varios colores en que está compuesta, con sus diferentes
longitudes de onda. La oscuridad no, un simple rayo de luz rasga las tinieblas e
ilumina la superficie donde termina haz de luz. ¿Cómo puede saber cuan oscuro
está un espacio determinado? Con base en la cantidad de luz presente en ese
espacio, ¿no es así? Oscuridad es un término que el hombre ha desarrollado para
describir lo que sucede cuando no hay luz presente”.
Finalmente, el joven preguntó al profesor:
“¿existe el mal?” El profesor respondió: “Por supuesto que existe, como lo
mencioné al principio, vemos violaciones, crímenes y violencia en todo el mundo,
esas cosas son del mal”. A lo que el estudiante respondió: “El mal no existe, o
al menos no existe por sí mismo. El mal es simplemente la ausencia de Dios. Es
al igual que los casos anteriores, un término que el hombre ha creado para
describir esa ausencia de Dios. Dios no creó al mal. No es como la fe o el amor,
que existen como existe el calor y la luz. El mal es el resultado de que la
humanidad no tenga a Dios presente en sus corazones. Es como resulta el frío
cuando no hay calor, o la oscuridad cuando no hay luz”.
Entonces el profesor, después de asentar con
la cabeza, se quedó callado en medio del salón, mientras que todos esos jóvenes
que estaban allí irrumpían en aplausos por el joven que había intervenido. Este
suceso llegó a oídos del mismo director de la universidad que llamó al joven y
lo felicitó, y le dijo que su participación había sido magistral. El director le
preguntó: ¿Cuál es tu nombre? El joven de baja estatura, un poquito desalineado,
con un peinado especial, le dijo: “Mi nombre es Albert Einstein”. El que más
adelante llegó a ser ese gran físico matemático, de mente brillantísima, el más
grande científico de la era moderna, judío-alemán, un hombre que creía en
Dios.
Así que, no se ponga a temblar porque es
atacado en su centro de estudios o en otro lugar, alabe a Dios, y sea fiel a los
principios, somos columna y baluarte de la verdad, el diablo ataca pero hay
victoria en el nombre de Jesús. Hay que afianzarse en la fe, hay que confiar en
el Dios que nos ha salvado y que nos ha dado de su Santo Espíritu el
conocimiento verdadero. El conocimiento verdadero, no del que emana de las
grandes universidades, no de lo que dicten las mentes humanas, porque tiene que
estar supeditado a lo que Dios dice en su Palabra. Porque Dios sí sabe, hasta lo
profundo de Dios es escudriñado por el Espíritu.
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