Con sus 95 tesis, Martín Lutero quiso impulsar
una reforma de la Iglesia Católica Romana, pero sin proponérselo se convirtió en
fundador de una segunda confesión cristiana.
Martín Lutero (1483-1546) oficiaba desde 1514
como sacerdote en la Iglesia de la ciudad de Wittenberg. Su comunidad apreciaba
al popular predicador que se había hecho notar por su talento retórico. A menudo
se quedaba en su cuarto absorto leyendo la Biblia. Lutero quería descifrar a
través de las Sagradas Escrituras la relación entre Dios y los hombres. Una
relación que hacía mucho había quedado aclarada, según la Iglesia Católica: Dios
se dirigía a los hombres a través del Papa en Roma y a través de los
representantes del Santo Padre, los sacerdotes y obispos. Con ello la Iglesia de
Roma podía reclamar para sí la interpretación universal de la Biblia y
establecer sanciones a quienes contravinieran sus reglas.
95 tesis contra los abusos de la Iglesia
Martín Lutero, en cambio, hizo una nueva
interpretación de los Evangelios del Nuevo Testamento, que derivó en otro
paradigma cristiano. Para él no había una “mediación apostólica” en la relación
entre Dios y los hombres. Lo único que valía eran las Sagradas Escrituras
(primacía de las Escrituras), Jesucristo (primacía de Cristo) y la gracia de
Dios (primacía de la gracia y de la fe). El detonante de la Reforma fue el
comercio de indulgencias, cuyos beneficios iban a ser destinados a la
construcción de la Basílica de San Pedro en Roma, pero también a mantener el
lujoso estilo de vida del Papa Leo X (1475-1521), que se encontraba siempre
notoriamente al borde de la bancarrota.
Cuando Martín Lutero escribió sus 95 tesis en
la habitación de su vivienda de párroco de la Iglesia de Wittenberg, buscaba
únicamente poner un alto a lo que él consideraba anomalías en la Iglesia
Católica Romana (la secularización, la evasión del celibato). No era su
intención entrar en conflicto con el Papa ni tampoco fundar su propia Iglesia.
Por ello no clavó tampoco las tesis ese memorable 31 de octubre de 1517 en la
puerta de la Iglesia de Wittenberg, sino que las envió para su discusión a
colegas y amigos. Ese día no fue un revolucionario, sino un monje preocupado por
la salvación de las almas de los miembros de su comunidad. La reacción a las
tesis, que se propagaron rápidamente, convirtió a ese angustiado monje en un
revolucionario que trastornó de manera perdurable el mundo medieval y cuyos
efectos en la historia no tienen parangón.
El reformador fuera de la ley – Lutero no se
desdice
El Papa Leo X intentó llamar al orden al monje
de Wittenberg amenazándolo con la excomunión, anatemas y en abril de 1521 con un
proceso ante la Dieta Imperial de Worms, sin éxito. Martín Lutero no se desdijo
de sus tesis en Worms, lo que fue documentado con una “proscripción imperial”
(Reichsacht) y acto seguido fue declarado fuera de la ley. En su posterior huída
de los alguaciles de la Inquisición, Lutero no sólo pudo contar con un amplio
apoyo entre la población, sino sobre todo con la ayuda del príncipe elector de
Sajonia, Federico III “el Sabio” (1463-1525). El príncipe elector ocultó a
Lutero en el Castillo de Wartburg, donde bajo el seudónimo de Caballero Jorge
(Junker Jörg) se dedicó a traducir el Nuevo Testamento al alemán.
Por una parte sus enseñanzas se propagaron
rápidamente en el continente europeo. Pero por la otra, el conflicto con la
Iglesia Católica, como se pasó a autodenominar la Iglesia romana del Papa, fue
adquiriendo dimensiones cada vez más violentas. Ambos bandos comenzaron a
armarse. Ese conflicto religioso desembocó finalmente en la Guerra de los
Treinta Años (1618-1648), tras la cual la libertad religiosa en Alemania y
Europa quedó sellada a través de tratados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario