Rev. Luis M. Ortiz
San Pablo usa el término de perros para los falsos hermanos y falsos predicadores. Este calificativo era usado desde mucho antes del apóstol Pablo, para personas viles e indignas, y fue aplicado por el Espíritu Santo de la misma manera en el A.T.
“Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas, y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne. Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”, Filipenses 3:1-8.
Los conceptos bíblicos que sustentaba el gran Apóstol Pablo con respecto a la Obra de Dios y al ministerio cristiano, son realmente admirables y contundentes, este iluminado hombre de Dios no confundía las cosas, al mismo tiempo que se hacía débil, para ganar a los débiles, era también muy cuidadoso y escrupuloso con los que traían deshonra a la bendita causa de Cristo, y exhortaba a los hermanos a apartarse de los tales. Al mismo tiempo que era tierno y blando, como la que cría, por el bien de los cristianos fieles, también era inflexible y riguroso con los falsos creyentes a quienes llama corruptos, hinchados, locos, contenciosos.
Al mismo tiempo que quería presentar o entregar la Iglesia a Cristo como una virgen pura, también estuvo dispuesto a entregar a Satanás a aquel impío y lascivo que estaba dentro de la Iglesia de Corinto. Al mismo tiempo que se refería a sus colaboradores y ministros fieles llamándoles hijos, y tenía estrecha comunión con ellos, así también exhortaba firmemente en contra de los falsos predicadores, diciendo: “Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo” (Filipenses 3:2).
Según el diccionario una perrada es una acción villana, una traición; una perrera es una rabieta; una perrería es un conjunto de mala gente; una muerte de perros es morir sin arrepentirse. ¿Por qué San Pablo usa el término de perros para los falsos hermanos y falsos predicadores? Este calificativo era usado desde mucho antes de San Pablo, para personas viles e indignas, y fue aplicado por el Espíritu Santo de la misma manera en el A.T. En Isaías 56:10-11 son llamados “perros mudos, no pueden ladrar; soñolientos, echados, aman el dormir. Y esos perros comilones son insaciables; y los pastores mismos no saben entender; todos ellos siguen sus propios caminos, cada uno busca su propio provecho, cada uno por su lado”. En el Salmo 22:16 que es un salmo mesiánico, el Espíritu Santo usa al salmista David, para llamar perros a los que crucificaron a Cristo, y dicen: “Porque perros me han rodeado; me han cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies”.
Y anteayer y ayer los hubo; hoy de que los hay, los hay; y mañana también habrá perros, o sea malos obreros. Hay quienes dicen ser grandes profetas y profetizas, pero los tales espantan y desparraman las ovejas, pues se ha visto en ellos torpeza, cometen adulterio, andan en mentiras (Jeremías 23:2,14). "Os alimentan con vanas esperanzas; hablan visión de su propio corazón, no de la boca de Jehová” (Jeremías 23:16); y así con sus falsos mensajes se llevan miembros de otras congregaciones, se quedan con el dinero de los incautos, rompen matrimonios legítimos y los recasan con otras personas, y con relación a los tales es que San Pablo advierte: “Guardaos de los perros”.
Hay los que se creen ser grandes maestros, pero "sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman" (1 Timoteo 1:7). Que con “hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia" (1 Timoteo 4:2). "Maestros conforme a sus propias concupiscencias" (2 Timoteo 4:3). “Trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene" (Tito 1:11). Estos falsos maestros siempre tienen una carnada de una y que otra verdad bíblica, y luego vienen con una variedad de medias verdades, de aparentes verdades, abundancia de interpretaciones propias y convencionales, y un semillero de falacias y de engaños con ropaje de amor, de compasión, de comprensión y humanismo; pero los tales traen sobre sí mismos perdición acelerada (2 Pedro 2:11). Y no olvidemos que con relación a estos falsos maestros San Pablo amonesta: “Guardaos de los perros”.
Hay quienes se consideran a sí mismos ser grandes pastores, pero no alimentan el rebaño del Señor, con la verdadera Palabra de Dios y con la Sana Doctrina, no apacientan la Iglesia del Señor; la cual Él ganó con su propia sangre (Hechos 20:28). Lo que le dan a los rebaños son interpretaciones humanas, dogmas, tradiciones, ceremonias, ritualismos, vanas filosofías, intelectualismo, humanismo, himnos con ritmos mundanos y sensuales, música de tierra adentro y de cielo afuera; que se apacientan a sí mismos, mientras las ovejas se desparraman por falta de pastor (Ezequiel 34:2, 9). Trasquilan la gorda y no corroboran a las flacas (Ezequiel 34:3 y 21). Son perros mudos, soñolientos, aman el dormir, no conocen altura, todos ellos miran a sus caminos, cada uno a su provecho (Isaías 56:10-11). Lobos rapaces que se enseñorean del rebaño del Señor (Hechos 20:29). Estos también caen bajo la severa sentencia de San Pablo: “Guardaos de los perros”.
Hay quienes se autoproclaman como grandes evangelistas, y aun muchos recién convertidos que, o porque fueron libertados de la drogadicción, o porque actuaron en televisión, o porque fueron compositores y cantantes profesionales en el mundo creen que eso les da derecho y credencial de grandes evangelistas intercoloniales, interestatales, interdenominacionales, internacionales, intercontinentales, interplanetario con los viajes espaciales, y hasta interesados; pero casi siempre su obra es quemada, pues no permanece (1 Corintios 3:14, 15); y tienen la piedad por ganancia (1 Timoteo 6:5-9); los tales no sirven al Señor Jesucristo, sino a sus vientres, y con suaves palabras engañan a los corazones de los ingenuos (Romanos 16:18); sienten lo terreno cuyo dios es el vientre, y cuyo fin será perdición (Filipenses 3:19). Pues son obreros fraudulentos (2 Corintios 11:4); que pervierten el Evangelio de Cristo (Gálatas 1:7); predican por envidia y contienda (Filipenses 1:15); y son enemigos de la cruz de Jesucristo (Filipenses 3:18); con razón San Pablo levanta la voz de alerta: “Guardaos de los perros”.
Estos malos obreros que son un escarnio, una ofensa para el Evangelio. Ellos pueden hacer ahora como les parece, enseñar como les plazca, actuar como les dé su regalada gana, vivir como quieran, pero por ahora el Señor nos orienta acerca de ellos, y nos dice: “No deis lo santo a los perros” (Mateo 7:6). El apóstol Pedro nos explica la situación de los tales, a los que abandonan la vida de consagración y de santidad, y se enredan otra vez en las cosas y contaminaciones del mundo; dice que les “ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito” (2 Pedro 2:22). Y el apóstol Juan en las visiones del Apocalipsis al mostrarle el Señor las glorias de la ciudad santa también le muestra el destino final y eterno de los tales y les dice: “Mas los perros estarán fuera” (Apocalipsis 22:15).
Es cierto que anteayer y ayer hubo malos obreros, y hoy también los hay y mañana los habrá, pero también es muy cierto que anteayer y ayer hubo, y hoy también los hay buenos obreros del Señor: fieles, dignos, santos, que honran al Señor Jesucristo, honran la Palabra de Dios, honran la Doctrina cristiana, honran el Evangelio, honran la Iglesia, honran su cónyuge, honran su hogar, honran su familia, honran al gobierno y las leyes que no confligen con su amor, su devoción y su adoración a Dios. “Sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios” (1 Pedro 2:9); “de los cuales el mundo no era digno” (Hebreos11:38); y por cuanto este mundo de tanto conflicto y turbación y confusión no es lugar adecuado para que este linaje escogido, este pueblo santo siga viviendo en este mundo, el Señor Jesucristo le promete: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis” (Juan 14:1-3).
Y como son muchos los que creen que viviendo como a ellos se les antoje en el reino de los cielos el Señor aclara “que en aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada. Dos estarán en el campo; el uno será tomado, y el otro dejado” (Lucas 17:34-36); pues “no todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). Puesto que muchos más le reclamarán al Señor diciendo: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de iniquidad” (Mateo 7:22-23).
Y este gran evento será repentino “porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4.16-17). Y por cuanto estamos viviendo en los días del Señor, el cual va a levantar a los suyos, Él nos amonesta diciendo: “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir” (Mateo 25:13). Aquí en este mundo hay mucha maldad, pecado, corrupción, injusticia, mentira, ira y engaño pero el Señor va a llevar a sus redimidos a la gran ciudad celestial y “no entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis 21:27).
Amigo, si desea ser hecho ciudadano de esa gran ciudad eterna por medio del nuevo nacimiento, arrepiéntete de tus pecados y recibe a Cristo como tu gran Salvador, levante su corazón y su mano en el nombre del Señor. Descarriado si no arreglas tu vida con Dios, si no vuelves al Señor serás dejado fuera. Aprovecha estos instantes y reconcíliate con Dios. Hermano, si en tu vida hay algo que te impide subir deja todo lo que tengas que dejar no pierdas esta cita eterna con el Señor.
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