Beirut, Líbano.- Se llamaba Alem Dechasa, tenía 33 años, era etíope, empleada del hogar en El Líbano y este miércoles se ahorcó, desesperada por el maltrato que recibía del hombre para el que trabajaba.
El terrible vídeo en el que una empleada del hogar etíope era maltratada frente a la Embajada de Etiopía en Líbano corrió como un reguero de pólvora la semana pasada en la televisión y la prensa libanesa. En el vídeo podía verse a la mujer tirada entre unos arbustos, llorando y gimiendo, mientras era contemplada por un grupo de viandantes indiferentes.
Su «sponsor», el nombre con el que se conoce a la persona que aloja a estas trabajadoras-esclavas como internas en su casa y es responsable de ellas, aparece en el vídeo obligándola a entrar en su coche. Ante los débiles noes de su víctima, quien supuestamente se hallaba frente a la Embajada de su país para pedir ayuda, el agresor y un acompañante logran meterla en el coche agarrándola por las piernas, los pies, después de recibir varios tirones de pelo.
La trágica historia de la mujer ha concluido hoy de forma violenta. Alem Dechasa, de 33 años, se ha ahorcado esta mañana utilizando las sábanas de la cama del hospital psiquiátrico en el que estaba internada desde el incidente del vídeo. El cónsul etíope ha declarado a los medios que la trabajadora se encontraba en el Líbano de forma ilegal y que en los últimos días parecía estar bien. Por otra parte, tras la emisión del vídeo en todas las cadenas, el protagonista no tardó en ser identificado por la matrícula de su BMW. Se trata de Ali Mahfouz, quien ha negado haber golpeado o maltratado nunca a la mujer y añadido que su empleada había intentado suicidarse en otras ocasiones.
Datos escalofriantes
Los informes de las ONG sobre el abuso a las trabajadoras domésticas en el Líbano crecen cada año. En un país de apenas cuatro millones de habitantes, trabajan unas 250.000 trabajadoras domésticas extranjeras procedentes de África y Asia. Muchas de ellas se enfrentan cada día a una realidad en la que conviven los abusos sexuales, las violaciones, el confinamiento, la ausencia de salarios y la falta de respeto por los más elementales derechos.
Durante los últimos años los abusos han sido tan alarmantes que países como Nepal, Madagascar, Etiopía y Filipinas han prohibido a sus ciudadanos viajar a Líbano en busca de trabajo. ABC
El terrible vídeo en el que una empleada del hogar etíope era maltratada frente a la Embajada de Etiopía en Líbano corrió como un reguero de pólvora la semana pasada en la televisión y la prensa libanesa. En el vídeo podía verse a la mujer tirada entre unos arbustos, llorando y gimiendo, mientras era contemplada por un grupo de viandantes indiferentes.
Su «sponsor», el nombre con el que se conoce a la persona que aloja a estas trabajadoras-esclavas como internas en su casa y es responsable de ellas, aparece en el vídeo obligándola a entrar en su coche. Ante los débiles noes de su víctima, quien supuestamente se hallaba frente a la Embajada de su país para pedir ayuda, el agresor y un acompañante logran meterla en el coche agarrándola por las piernas, los pies, después de recibir varios tirones de pelo.
La trágica historia de la mujer ha concluido hoy de forma violenta. Alem Dechasa, de 33 años, se ha ahorcado esta mañana utilizando las sábanas de la cama del hospital psiquiátrico en el que estaba internada desde el incidente del vídeo. El cónsul etíope ha declarado a los medios que la trabajadora se encontraba en el Líbano de forma ilegal y que en los últimos días parecía estar bien. Por otra parte, tras la emisión del vídeo en todas las cadenas, el protagonista no tardó en ser identificado por la matrícula de su BMW. Se trata de Ali Mahfouz, quien ha negado haber golpeado o maltratado nunca a la mujer y añadido que su empleada había intentado suicidarse en otras ocasiones.
Datos escalofriantes
Los informes de las ONG sobre el abuso a las trabajadoras domésticas en el Líbano crecen cada año. En un país de apenas cuatro millones de habitantes, trabajan unas 250.000 trabajadoras domésticas extranjeras procedentes de África y Asia. Muchas de ellas se enfrentan cada día a una realidad en la que conviven los abusos sexuales, las violaciones, el confinamiento, la ausencia de salarios y la falta de respeto por los más elementales derechos.
Durante los últimos años los abusos han sido tan alarmantes que países como Nepal, Madagascar, Etiopía y Filipinas han prohibido a sus ciudadanos viajar a Líbano en busca de trabajo. ABC
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