Rev. Gustavo Martínez
Dios nos aflige, para volvernos a su camino y que no se pierdan nuestras almas. Regrese a la Roca Antigua, de la cual sigue fluyendo el agua de la vida.
Hay ocasiones en las que Dios toma la autoridad de cercar nuestro camino de espinos, y permite que, cuando intentamos salir adelante o soslayar ese cerco de aflicción, recibamos heridas profundas. Esto nos inmoviliza y nos impide progresar. ¿Acaso no ha oído usted decir algún día a alguien: no sé qué me pasa, pero parece que nada me sale bien? Estas personas reciben heridas a diario, no salen de una serie de problemas que, lejos de solucionarse con el transcurso del tiempo, se empeoran y se complican aun más. Simplemente, es que Dios ha cercado su camino de espinos. Dios permite que perdamos todo lo terrenal, para que ganemos una herencia eterna y celestial.
Amado lector, si esta es su situación, le exhorto a que se torne hacia Dios y regrese a la senda en la que antes caminaba. De hacerlo usted, Dios levantará el cerco de aflicción y de espinos, que está rodeando su vida. Solo el Señor tiene la autoridad y el poder para hacerlo.
El propio salmista tuvo que reconocer hasta qué punto Dios le mostró su misericordia al afligirle durante su descarrío: “Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba; mas ahora guardo tu Palabra… Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos… Conozco, oh Jehová, que tus juicios son justos, y que conforme a tu fidelidad me afligiste.” (Salmo 119:67,71 y 75). La humillación permitió que el Salmista aprendiera a valorar lo bueno que es servir a Dios, y cuánto uno sufre al ser un súbdito del diablo.
Y si usted se ha alejado de los caminos del Señor, no permita que el orgullo, sus amistades, su trabajo, los placeres de este mundo le sigan alejando del Señor. El mundo pasará y también todos sus placeres, porque lo terrenal es pasajero. Sin embargo, Dios le ofrece bendiciones eternas que nunca pasarán. Regrese a la Roca Antigua, de la cual sigue fluyendo el agua de la vida. Dios nos aflige, para volvernos a su camino y que no se pierdan nuestras almas.
Regrese a Él, para que tenga una vida floreciente y fluyan las bendiciones de Dios en su vida. El amor de Dios pasa por alto nuestra infidelidad, y cuando nos volvemos a Él, no seremos avergonzados jamás. Dios les bendiga.
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