Rev. Gustavo Martínez Garavito
Si alguien está obedeciendo a Dios, y hay frutos, entonces de todas maneras va a despertar la envidia de otros, quienes tendrán el deseo de detener lo que Dios se ha propuesto llevar adelante.
Si alguien está obedeciendo a Dios, y hay frutos, entonces de todas maneras va a despertar la envidia de otros, quienes tendrán el deseo de detener lo que Dios se ha propuesto llevar adelante.
“Pasadas estas cosas, aconteció que los hijos de Moab y de Amón, y con
ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. Y
acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene
una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria; y he aquí están en
Hazezon-tamar, que es En-gadi. Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló
su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y
se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de
todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová. Entonces
Josafat se puso en pie en la asamblea de Judá y de Jerusalén, en la casa
de Jehová, delante del atrio nuevo; y dijo: Jehová Dios de nuestros
padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los
reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no
hay quien te resista? Dios nuestro, ¿no echaste tú los moradores de esta
tierra delante de tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de
Abraham tu amigo para siempre?
Y ellos han habitado en ella, y te han edificado en ella santuario a tu
nombre, diciendo: Si mal viniere sobre nosotros, o espada de castigo, o
pestilencia, o hambre, nos presentaremos delante de esta casa, y
delante de ti (porque tu nombre está en esta casa), y a causa de
nuestras tribulaciones clamaremos a ti, y tú nos oirás y salvarás.
Ahora, pues, he aquí los hijos de Amón y de Moab, y los del monte de
Seir, a cuya tierra no quisiste que pasase Israel cuando venía de la
tierra de Egipto, sino que se apartase de ellos, y no los destruyese; he
aquí ellos nos dan el pago viniendo a arrojarnos de la heredad que tú
nos diste en posesión. ¡Oh Dios nuestro! ¿no los juzgarás tú? Porque en
nosotros no hay fuerza contra tan grande multitud que viene contra
nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos. Y todo
Judá estaba en pie delante de Jehová, con sus niños y sus mujeres y sus
hijos”, 2 Crónicas 20:1-13.
Encontramos en estos versículos de la Palabra del Señor, a un hombre
llamado Josafat, descendiente de David, rey de Judá, que durante su
reinado enfrentó uno de los más fuertes ataques, una de las amenazas más
duras que se hayan dirigido hacia este hombre, y así también a su
responsabilidad como gobernante de Judá, contra su ejército y contra
todo lo que hasta ahora había logrado. La amenaza era una invasión de un
ejército aliado y numeroso, conformado por moabitas, amonitas y
edomitas. Estos tres eran enemigos antiguos de Israel, que no podían
aceptar o admitir que Dios hubiera levantado a Israel y se hubiese
complacido de ellos, entonces brotó en sus corazones la envidia. El
deseo de ellos era también segar y detener la marcha de este pueblo que
era favorecido por Dios, y todo apuntaba contra aquel hombre que Dios
había levantado para ese momento en la historia del pueblo de Judá.
La Palabra nos habla que esta actitud fuerte, agresiva en esta ocasión,
fue muy impactante para Josafat y para el pueblo de Judá. Josafat no
había hecho nada para provocar a estos ejércitos, se llenó de temor al
ver esa gran multitud que venía contra ellos. Eso nos demuestra que no
siempre los problemas vienen porque lo hemos provocado, o hemos fallado,
o hemos pecado. Algunos piensan que cuando a alguien le pasa alguna
situación dicen: “¿Qué habrá hecho?, ¿será que habrá pecado?, ¿será que
habrá desagradado a Dios?, ¿por qué le pasa esto?”
Encontramos que Josafat no había pecado, que el reino de Judá no había
pecado, todo este tiempo había paz y ahora se desata una guerra, había
una amenaza contra ellos. Eso quiere decir que los problemas siempre van
a venir, las dificultades siempre van a buscar la ocasión de aparecer;
el enemigo va buscar una manera según él una “buena causa” para
provocarnos, para atacarnos, para hacernos daño y allí es donde nosotros
tenemos que estar preparados en todo tiempo.
Aunque nosotros no busquemos los problemas y las dificultades, ellos
llegan solos, llegan sin que usted los invite, va a venir las
enfermedad, va a venir la escasez, va a venir el vituperio, va a venir
la difamación, va a venir la oposición, van a venir situaciones en
contra de su vida, en contra del trabajo, en contra del proyecto, en
contra de la visión, en contra de lo que Dios le esté permitiendo llevar
a cabo.
Si está obedeciendo a Dios y lo hace fielmente, y hay frutos, entonces
de todas maneras va a despertar la envidia de otros, y esos otros
tendrán el deseo de detener el trabajo, de detener lo que Dios se ha
propuesto llevar adelante. Amados, aquí la Palabra nos enseña que Dios
todavía es Dios, que Él es real, que es poderoso y que podemos tener una
mala noticia a pesar que todo iba bien. “Pasadas estas cosas,…” (v. 1),
o sea, después de algunos logros, de algunas bendiciones, de cierta
estabilidad, entonces acontece “que los hijos de Moab y de Amón, y con
ellos otros de los amonitas, vinieron contra Josafat a la guerra. Y
acudieron algunos y dieron aviso a Josafat, diciendo: Contra ti viene
una gran multitud del otro lado del mar, y de Siria… Entonces él tuvo
temor…” (vs. 2-3).
De repente puede llegar una mala noticia, o una advertencia, como fue
aquí el caso de estos hombres que se acercaron a Josafat y le dijeron:
“Contra ti viene una gran multitud”. Entonces, puede recibir la noticia
de la pérdida de un ser querido, de algún accidente, de alguna
enfermedad, de la pérdida de bienes materiales, de la pérdida de su
trabajo, la pérdida de su negocio, o simplemente problemas que no
faltarán dentro de su familia; entonces todos sabemos que los conflictos
son una oportunidad para entender que Dios siempre está presente. Aquí
podemos ver que los conflictos rebelan nuestra fragilidad, rebelan lo
que hay dentro de nosotros, de qué estamos hechos, cómo hemos sido
formados, qué principios tenemos.
Allí se manifiesta lo que había en los diez espías, no había el mismo
espíritu que estaba en Josué y Caleb. En Josué y Caleb estaba el
Espíritu de Dios, en ellos estaba el Espíritu de poder, no había
complejos, no había temor, no había limitaciones. Mientras que en los
diez espías, cuando viene el momento de enfrentar el conflicto, sale a
flote lo de adentro y lo que había era incredulidad, esto los hizo
frágiles, los hizo débiles, la incredulidad destruyó su autoestima y les
llevó a considerarse como “insectos” frente a los habitantes de Canaán.
En medio de las dificultades uno da a conocer la formación, el
carácter, los principios, lo que hay dentro, de lo que estamos hechos,
cuánto podemos soportar, cuánto podemos enfrentar una situación; porque
en medio del problema, porque en medio del conflicto a veces nos
encerramos, nos volvemos frágiles, que no sabemos qué hacer, que no
sabemos qué responder, que no sabemos cómo actuar, y a veces lo que
hacemos es escondernos o huir, queremos dejarle a otro el problema.
Pero amados, aunque este hombre se sintió en algún momento con temor,
que es natural, había algo más fuerte que el temor y era una fuerte
confianza hacia Dios y por eso la Palabra del Señor dice: “Entonces él
tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo
pregonar ayuno a todo Judá” (v. 3). Este hombre nos muestra que por más
fuerte que sea la dificultad o la noticia, no nos podemos desubicar, no
nos podemos encerrar y desconocer al que está con nosotros. Por eso
podemos ver que los conflictos son una bendición, porque nos dejan
conocernos a nosotros mismos, saber en quién confiamos, saber en quién
realmente está puesta nuestra confianza, porque uno puede decir: “Yo
confío en Dios mientras tengo buena salud, mientras tengo provisión,
mientras nadie me molesta”.
Cuando la Biblia nos habla que este hombre y el pueblo adoraron y
exaltaron a Dios en medio de sus adversarios, demuestra que había paz,
que tenían verdaderamente confianza en Dios. Recuerden que en el libro
de los Hechos capítulo 27, nos habla de un naufragio, ahí iba el Apóstol
Pablo, el Señor le habló, lo consoló, lo confortó, y él se levantó y se
alimentó y llamó a todos los demás y les dijo que vinieran a participar
del pan, ellos decían que no tenían deseo de comer, porque estaban
turbados, porque estaban afanados, porque estaban angustiados; y Pablo
les dijo: “Os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida
de vida entre vosotros, sino solamente de la nave. Porque esta noche ha
estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo:
Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he aquí,
Dios te ha concedido todos los que navegan contigo” (Hechos 27:22-24).
Pablo les animó, les exhortó a tener buen ánimo y se animaron; la
angustia se fue y ellos comieron y estuvieron tranquilos. Pablo antes
había estado en la cárcel y en medio de tantos azotes, sus pies atados
al cepo, él adoró y exaltó a Dios, y dice la Biblia: “Los presos los
oían” (Hechos 16:22-25), no era algo normal, esta gente alababa, esta
gente adoraba, eso demuestra que hay paz en medio de la tormenta, porque
el Señor ha dicho: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo
pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isaías 26:3).
“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo
Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
(Romanos 18:1). Ya no hay ninguna condenación para que los que están en
Cristo Jesús, no se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo, si hay paz y
puede adorar a Dios y alabar a Dios en medio de las dificultades. Si
puede alabar y adorar es porque está la paz de Cristo en su corazón; era
algo que no entendía la esposa de Job, si no hubiera tenido Job a Dios
en su vida, no habría experimentado nada, todos los días habría estado
vociferando contra Dios, hablando despropósitos contra el Señor; pero su
mujer que debería estar no lo acompañó.
En el caso de Job Dios permitió al diablo que tocara sus bienes, y aun
su salud, lo que no podían entender los amigos de Job, pues, ellos
dijeron: “No, a un tipo que les pase estas cosas, que pierda de repente
todo, que le ocurra en un mismo día una cantidad de cosas, y recibe y
recibe noticias negativas, tiene que haber pecado, tiene que ser un
pecador más, el más grande pecador de todos los hombres”. Eso es lo que
la gente cree, pero Dios es soberano, Dios a mucha gente a privado de su
salud, porque a veces enfocamos y aplicamos la Palabra en ese punto de
vista, y eso no es así siempre. Hay casos que se dan por causa de
nuestros pecados, por causa de nuestra desobediencia, porque lo hemos
provocado, porque lo hemos facilitado, pero en otros casos no es así, y
no podemos juzgar antes de tiempo, no podemos juzgar a la ligera y hacer
un juicio por falta de conocimiento por las apariencias.
Entonces esta mujer pensaba que no era posible que se adorara a Dios y
más por un hombre en esas condiciones, aunque su carne se caía en
pedazos, interiormente estaba sano, estaba íntegro, era libre, era un
hombre de Dios, era un hombre temeroso de Dios, no había otro en la
tierra como él, eso no le cabía en la mente de esa mujer. “Entonces le
dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete”
(Job 2:9). Esa es la expresión de quien quiere que solamente adoremos a
Dios cuando tengamos un triunfo, cuando tengamos un momento de alegría,
cuando se nos dé una promoción o algo así, o se nos aumente el sueldo en
la empresa, entonces celebramos; pero cuando viene una calamidad o
viene un momento de prueba, de dificultad, entonces nos rebelamos contra
Dios.
Ellos no sabían qué hacer, no sabían qué era lo mejor, como no sabían
qué hacer, como no tenían fuerzas, como se dieron cuenta que él era un
rey y aunque tenía un ejército, y aunque tenía armamento, pero que
realmente no tenía el valor, la fuerza para enfrentar tan grande
multitud, es que acude a Dios y le dice: “Pero tú sí tienes la fuerza,
tú sí tienes el poder, tú sí tienes el control, tú sí sabes qué hay que
hacer”. En otras palabras Dios sí sabe, Él sí tiene la respuesta, él sí
tiene todo calculado, Dios sí sabe que hay que hacer, y lo hace
públicamente, entonces los conflictos en primer lugar son una
oportunidad para entender lo que realmente somos.
El Salmista en el Salmo 90:12 dice: “Enséñanos de tal modo a contar
nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”. Y el Salmo 39:4
dice: “Hazme saber, Jehová, mi fin, y cuánta sea la medida de mis días;
sepa yo cuán frágil soy”. Que importante entender que no somos eternos,
que somos frágiles, que somos como la flor del campo o como la neblina
que aparece y que de pronto desaparece, esa es la vida del hombre. Y en
el Salmo 39:5 dice: “He aquí, diste a mis días término corto, y mi edad
es como nada delante de ti, ciertamente es completa vanidad todo hombre
que vive”.
Josafat está reconociendo sus limitaciones, su falta de fuerzas. Los
conflictos son una oportunidad para descubrir que hay dentro de
nosotros, en quién confiamos, en quién hemos puesto nuestra confianza, a
quién acudimos en los momentos difíciles, a quién le descubrimos
nuestro corazón, eso es una oportunidad importante, pero también son una
oportunidad para acudir al Señor. La mayoría de las veces este hombre
no solamente reconoció que Dios podía actuar, sino que acudió a Dios,
cosa que no se había hecho con frecuencia; a veces es necesario el
conflicto, porque nos lleva a buscar a Dios, a acudir a Él, y realizar
lo que este hombre hizo, a orar y ayunar y a poner el rostro en tierra.
“Y se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de
todas las ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová” (2 crónicas
20:4). Hubiera venido toda esa cantidad de gente y de todas las ciudades
de Judá en otro tiempo, quizás no se hubieran reunido tan pronto y tan
sensibles para humillarse a Dios y pedir la ayuda y el socorro divino;
pero ahora hay una amenaza contra sus hijos, contra sus mujeres, contra
sus bienes y contra sus vidas, y entonces todo el mundo se sensibiliza y
con toda libertad vienen para postrarse unidos a adorar, exaltar y a
pedir que Dios intervenga. No saben por qué Dios tiene que permitir
estas situaciones ¡Dios, las tiene que permitir! Porque nos ayudan a
bien, nos despierta, nos sacude, nos hace reaccionar.
Este hombre reconoce que Dios es soberano, Josafat reflexiona y trae a
su memoria y dice: “¿No fuiste tú quien le entregaste esta heredad a tu
pueblo, a la descendencia de Abraham tu amigo?” Y comienza a narrar una
cantidad de hechos y portentos que Dios ha hecho a favor de su pueblo, y
dice: “Yo estoy creyendo en ese Dios de portentos, en aquel que separó
las aguas en el Mar Rojo, a ese Dios que sepultó a faraón y a su
ejército, yo estoy creyendo en ese Dios, el que fue que libertó a Israel
del yugo despiadado de faraón”. Este hombre sigue diciendo: “Es que no
estamos creyendo en un dios de palo, en un dios de yeso, estamos
creyendo en un Dios real, en un Dios que se mueve, que oye, que
responde, que obra maravillas, que obra milagros”.
Amado, Dios no tiene límites, hoy ese Dios está aquí, ese Dios puede
sanarle, le puede salvar. Ahora no se preocupe por lo que el hombre haya
dicho contra su vida, no se preocupe contra las amenazas, no se
preocupe por lo que el enemigo a conjurado contra su vida, aquí hay un
Dios Todopoderoso, Él guardará tu salida y tu entrada, Él será un cerco y
un escudo a tu alrededor, Dios te dará la victoria.
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