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Rev. Luis M. Ortiz
Este día de gracia, de oportunidad, y de trabajo, se inició con el ministerio glorioso de nuestro Salvador Jesucristo, y ese día perdura hasta hoy.
Nuestro maravilloso Salvador Jesucristo era incansable en su labor misionera, evangelizadora y salvadora. Cuando otros dormían, Él vigilaba; cuando otros charlaban, Éloraba; cuandootros descansaban, Él trabajaba; su comida era hacer la obra que el Padre le había encomendado; Él no permitía que nada ni nadie le desviara de esa senda de trabajo, de abnegación y de sacrificio.
En cierta ocasión le plantearon una cuestión doctrinal, con ánimo de polemizar, en el caso del hombre ciego de nacimiento, y le preguntaron: “¿Quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?” (Juan 9:2). El Señor respondió: “No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que lasobras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:3).
Y luego añadió: “Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar” (Juan 9:4). Aquí el Señor prontamente pasa del asunto teológico al asunto práctico. Él tenía que realizar la obra que el Padre le encomendó en el tiempo señalado. Él no podía perder el tiempo, ni detenerse en polémicas estériles.
Notemos que aquí Él habla de un día y una noche. Un día para trabajar y realizar la obra de Dios, y una noche cuando nada podría hacerse.
Este día de gracia, de oportunidad, y de trabajo, se inició con el ministerio glorioso de nuestro Salvador Jesucristo, y ese día perdura hasta hoy. Hoy es el día de salvación. Mientras el sol de la gracia y de la misericordia de Dios está brillando, este día dura; y durará hasta que el Señor levante su Iglesia.
Amados, Cristo aprovechó el tiempo realizando la obra del Padre, sin dilaciones ni desviaciones. Nuestro Señor pudo decir al Padre: “He acabado la obra que me diste que hiciese” (Juan 17:4). Y mientras pendía de la cruz, exclamó: “Consumado es” (Juan 19:30).
Cristo realizó Su trabajo, Su obra, Su encomienda, en el tiempo señalado. Dándole prioridad a esa obra asignada.
Él pudo terminar Su obra porque le dio prioridad a la misma sobre toda otra cosa. Le dio prioridad sobre las comodidades, pues El no tuvo donde reclinar su cabeza. Prioridad sobre posesiones, pues Él se hospedaba en casa de sus amigos. Prioridad sobre edificios y templos lujosos, pues Él se reunió en un cenáculo prestado. Prioridad sobre los alimentos, pues su comida era hacer la obra del Padre. Prioridad sobre los aires de grandeza, y de prestigio social, y mundanal, pues Él se identificaba en su labor con publicanos y pecadores. Su obra y su encomienda tenía prioridad sobre poderío, gobierno y dominio terrenal, pues nunca permitió que el pueblo le coronara como rey -aunque lo era-, y rechazó de plano la tentación de Satanás en ese sentido.
Su obra tenía prioridad sobre sus allegados e íntimos, pues ni estos pudieron desviarlo de la labor del Padre. A Pedro tuvo que decirle: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo”(Mateo 16:23).
Su obra, Su trabajo, su encomienda, tenía prioridad sobre la madre María. Pues al inicio de su ministerio, cuando está quiso intervenir en su labor, tuvo que decirle: “¿Qué tienes conmigo, mujer?”(Juan 2:4). Y terminado su ministerio pendiente de la cruz le dijo: “Mujer, he ahí tu hijo” (Juan 19:26).
Su obra tenía prioridad sobre su vida, pues Él puso su vida, sacrificó su vida en bien de Su obra. ¡Gloria a Dios!
Amados, si esto hizo Cristo, esto tenemos que hacer los que nos llamamos cristianos, los que nos llamamos sus discípulos y seguidores.
Si nos llamamos cristianos y no hacemos lo que Cristo hizo, somos mentirosos y nos engañamos a nosotros mismos.Si no lo hacemos, estamos defraudando y desobedeciendo al Señor. Si no lo hacemos, estamos traicionando al Señor, estamos descarriados.Si no lo hacemos, tenemos nombre que vive, pero estamos muertos. Si no hacemoslo que Cristo hizo, tenemos apariencia de piedad, pero negamos la eficacia de ella.Si no lo hacemos, honramos de labios al Señor, pero el corazón está lejos de Él. Si no lo hacemos,somos como el sacerdote y el levita, muy religiosos y con muchos golpes de pecho, pero dejamos tirado en el camino al moribundo. Si no hacemoslo que Cristo hizo, somos sal desvanecida, buena solo para ser hollada de los hombres. Si no lo hacemos, somos luz escondida debajo de la mesa que a nadie alumbra.
Si no lo hacemos, somos tibios y seremos vomitados de la boca de Dios, y al ser vomitados, rechazados, lanzados afuera, entonces preguntaremos: “¿Cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?” (Mateo 25:44). Y el Señor responderá, diciendo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. E irán éstos al castigo eterno…” (Mateo 25:45, 46).
Amados, la inmensa mayoría de los cristianos creen que ellos pueden emplear su tiempo como a ellos les plazca. ¡El tiempo es del Señor!
Piensan que pueden invertir su dinero como a ellos les parezca. ¡El dinero es del Señor, y solamente somos administradores!
Piensan que pueden hacer de su cuerpo, y con su cuerpo lo que ellos quieran. ¡Pero nuestro cuerpo es del Señor, pues somos comprados al preciode la sangre de Cristo!
Piensan que lo que tienen, lo tienen por sus fuerzas, talentos y habilidades. San Pablo pregunta: “¿Qué tienes que no hayas recibido?”(1 Corintios 4:7). Ciertamente, todo lo que tenemos lo hemos recibido del Señor, y es de Él, y a Él tenemos que dar cuenta.
Amados, este día de la gracia, de la oportunidad, este día de trabajo por Cristo, se nos está terminando. Jesús preguntó: “¿No tiene el día doce horas?” (Juan 11:9). Sí, el día tiene doce horas.
Amados míos, y ya la historia, la humanidad y la Iglesia han visto desfilar estas horas, una tras otra. El día de la gracia, de la salvación comenzó con el ministerio de Cristo y terminará con el levantamiento de la Iglesia, con su segunda venida.
La primera hora de este día, fue la hora de Cristo. La segunda hora, fue la hora de los apóstoles. La tercera, la hora post-apostólica. La cuarta, la hora de las persecuciones imperiales y del sufrimiento. La quinta, la hora del oscurantismo, y de las jerarquías, y el clericalismo. La sexta, la hora de la Reforma. La séptima, lahora del conocimiento y la publicación de las Sagradas Escrituras. La octava, la hora del modernismo y el liberalismo doctrinal. La novena, la hora de la inercia y de la mortandad. La décima, la hora de la intercesión y del ruego. La undécima, la hora de la lluvia tardía, del derramamiento del Espíritu Santo y del avivamiento de Pentecostés. La duodécima, la hora de la apostasía, del apartamiento de Dios, del enriquecimiento material, la hora cuando se dice: “No tengo necesidad de nada, ni de Dios; lo tengo todo, soy rico”(Apocalipsis 3:17).
Creo que todos pueden identificar bien esta hora duodécima con la hora en que estamos viviendo, cuando hay tantos cristianos que se descarrían. Estas modernas urbanizaciones nuestras están llenas de cristianos descarriados, que han hecho de su casita su cielo, y ni van a la Iglesia ni quieren que la Iglesia vaya a su cielito, a su casita; desde luego, un cielito fiado que les va a ser perder el cielo gratuito, glorioso y eterno, que Cristo fue a preparar para sus fieles.
Amados, decididamente vivimos en la última hora del día de la gracia. ¿Qué decimos? En La última hora,mas bien en los últimos minutos de la última hora.
Amados, se nos acaba el día de trabajo y de oportunidad. El día declina,el sol se pone, la noche viene cuando ya será tarde, fatalmente tarde.
¡Trabajemos por Cristo! ¡Ganemos almas para Cristo! ¡Redimamos el tiempo! ¡Redoblemos nuestros esfuerzos! ¡Démosle todo al Maestro: salud, dinero, tiempo, talentos, energías, vida!
El reloj del tiempo está al terminar su recorrido. El día natural termina a las seis de la tarde. Ya van a ser las seis de la tarde en el día de la salvación, y las multitudes claman: “y nosotros no hemos sido salvos”. Se termina el día de trabajo por Cristo, y se quedan en el mundo más de dos mil millones de personas que nunca han oído el Evangelio.
Amados, además del testimonio inequívoco de las Sagradas Escrituras, por doquier Dios está mostrando a muchos de sus hijos, que ya el día se nos termina.
Hace algún tiempo, en una revelación que el Señor me dio, me encontré en un campo evangelizando. Llegué a una casa. Una señora salió al balcón de la casa. Comencé a hablarle. Me dijo que durante la última parte de la tarde habían estado dando noticias extraordinarias por la radio sobre los acontecimientos mundiales, y que habían anunciado que a las seis de la tarde darían noticias que conmoverían al mundo, noticias determinantes y definitivas para el mundo.
Miré mi reloj, y le dije: “Ah, pues vaya a oír las noticias, porque escasamente falta un minuto para las seis de la tarde”. Ella entró a la casa a oír las noticias, y entonces comenzó a oscurecerse y a hacer relámpagos que hendían el cielo de alto abajo. Se tornó muy oscuro, comencé a escuchar gritos, lamentos, y alboroto por doquier, mientras yo decía: “¡Ah, es que Cristo viene, es que Cristo viene!”. Veía destellos de luz procedentes del cielo, y repentinamente me encontré en el cielo con Cristo. Y en la revelación, eran las seis de la tarde.
Amados, verdaderamente estamos viviendo los minutos finales del día de la salvación.
Amigo, ¿eres salvo? ¡Sálvate ahora! Levanta tu mano en señal de arrepentimiento, de que te arrepientes de todos tus pecados, y acepta a Cristo como tu Salvador.
Descarriado, reconcíliate ahora y vuelve a tu Dios y a tu Iglesia. Hermano, redime el tiempo, y gana almas para Cristo, que el día de la gracia declina.
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