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Rev. Luis M. Ortiz
En el libro del profeta Amós 4:12, leemos: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios”.
Amigos, es fundamental estar preparado en la vida para cuando llegue el momento supremo de la muerte podamos encontrarnos con Dios y ser recibidos en su gloria, pues después de la muerte no hay absolutamente ninguna oportunidad para prepararnos ni tampoco para que nadie aquí en la tierra nos prepare con liturgias y ceremonias. La Biblia dice: “Que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27). El tiempo de preparación es ahora, mientras hay vida, por eso la Biblia dice: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios”.
Nuestro Señor Jesucristo nos descorre el velo de la eternidad y nos relata el caso de dos hombres, de dos almas, inmediatamente después de morir, dice el Señor en San Lucas 16:19-31, y leemos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama. Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá. Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.”
Lázaro aunque era pobre tenía a Dios, y tenía a Dios no por ser pobre, sino por que amaba, servía y obedecía a Dios; el rico aunque era rico no tenía Dios, y no tenía a Dios por ser rico, sino porque había hecho de sus riquezas su dios y se había olvidado del Dios Altísimo. No hay maldad en el hecho mismo de ser rico, lo malo es amar las riquezas más que a Dios. San Pablo dijo:“Porque raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10).
Notemos que Lázaro murió y fue llevado por los ángeles. Amigos, esto es lo que sucede cuando muere un verdadero cristiano que aquí en vida se ha preparado para encontrarse con su Dios. Notemos también que Cristo dice que murió también el rico, y fue sepultado, y en el infierno alzó sus ojos, estando en tormentos, vio de lejos Abraham, y a Lázaro en su seno; entonces él clamó y dijo: “Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi alma, porque estoy atormentado en esta llama.” (vv. 22-24).
Vea usted amigo, el rico comenzó hacer lo que no había hecho en vida, comenzó a orar, a pedir, a querer preparase; pero ya era fatalmente tarde, le fue negada rotundamente su petición, le fue rechazada su oración. ¡Acuérdate!, le fue dicho, si ¡acuérdate!, porque habrá memoria.“Acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida… ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá”(vv. 25, 26).
Amigos míos, quiere decir que el tiempo de prepararse para encontrarse con Dios es ahora, mientras hay vida. Del cielo no se puede pasar al infierno, ayudar a nadie, y del infierno no puede salir nadie para escapar del tormento. Esto echa por tierra la falsa y cruel enseñanza de que después que uno se muere pueden sacar su vida del tormento o del purgatorio y llevarlo al cielo por medio de liturgias, ceremonias, rezos, velas, no importa todo el dinero que se page por estas cosas.
Ante la horrenda realidad de que este hombre no podría salir del tormento, siguió orando y pidiendo por sus familiares en la tierra y dijo: “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (vv. 27-29). Pero el en su desesperación siguió insistiendo y dijo: “No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán” (v. 30). Y otra vez viene el rechazo divino y le dijo: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (v. 31).
Amigos míos, esto también echa por tierra otra falsa enseñanza, de que después de la muerte los espíritus de los que han partido se comunican con los vivos; es el enemigo de las almas, son los demonios, que aprovechando la desesperación y la ignorancia de los vivos por sus seres queridos que han partido, imitan la voz, las maneras, etc., de esas personas que ya partieron.
Amigos míos, el Señor Jesucristo es contundente en esto, sino es como Cristo dice, entonces Cristo no sabe lo que está diciendo, y si Cristo no sabe, entonces quién sabe. Si el Señor no tiene el conocimiento, el derecho de establecer como son las cosas concerniente a la vida, y a la muerte y a la eternidad, entonces nadie tiene tal derecho, cállese todo el mundo, cállense todos los ministros y sacerdotes, pastores y papas, ciérrense las iglesias todas, deséchese la Biblia, destruyamos la civilización y el progreso, retrocédase al canibalismo. Si, pero por más que queramos retroceder, por no aceptar a Cristo y sus enseñanzas, y así no querernos prepararnos para encontrarnos con Dios, siempre nos tendremos que encontrar con Dios. Pero entonces nos tendremos que encontrar con Él sin preparación, como aquel hombre rico; este es un encuentro inescapable, una cita inevitable, un juicio inaplazable, pues “está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Para aquellos que no se preparan en vida para la eternidad, una vez más la Biblia nos descorre el velo y nos dice de la siguiente manera: “Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante del cual huyeron la tierra y el cielo, y ningún lugar se encontró para ellos. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apocalipsis 20:11-15).
Es por todas estas realidades eternas que Jesucristo dijo: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo (si ganare todas las riquezas del mundo), y perdiere su alma?” (Mateo 16:26).
Amigo mío, en estos momentos usted puede prepararse para encontrarse con Dios, cuando Él lo llame, ¿Cómo? Arrepintiéndose de sus pecados, confesándolos a Dios, pidiendo perdón, aceptando a Jesucristo como su gran Salvador y perseverando en una Iglesia que le predique el Evangelio como Cristo y los apóstoles lo predicaron, hágalo ahora, porque mañana puede ser fatalmente tarde. Amén.
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