viernes, 22 de marzo de 2013

Puerta que nadie puede cerrar

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Rev. Luis M. Ortiz
“Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre.” Apocalipsis 3:8.

En los capítulos dos y tres del libro profético del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, aparecen siete mensajes para siete iglesias existentes en ese tiempo en siete ciudades en el Asia Menor, pero que dichas iglesias parecen ser representativas de siete etapas o períodos en el desarrollo de la historia de la Iglesia cristiana desde su principio hasta su final.

Deseamos referirnos al mensaje a la Iglesia de Filadelfia. Dentro del desarrollo de la historia de la Iglesia cristiana, esta Iglesia de Filadelfia corresponde al actual período en que estamos viviendo.

Y deseamos leer estos versículos, este mensaje a esta Iglesia en Filadelfia, en Apocalipsis 3:7-13, y dice:

“Escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Esto dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre: Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar; porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. He aquí, yo entrego de la sinagoga de Satanás a los que se dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten; he aquí, yo haré que vengan y se postren a tus pies, y reconozcan que yo te he amado. Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo,de mi Dios, y mi nombre nuevo. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.”

Esta Iglesia, en esta ciudad,era una Iglesia humilde y hermanable. El nombre “Filadelfia” significa “amor fraternal”. Era una Iglesia fiel, sin pretensiones y sin ansias de dominio y de grandeza. Se contentaba con manifestar en sí misma la vida de Cristo en medio de una sociedad pagana y corrompida. Era una Iglesia amante de la Palabra de Dios y dispuesta a obedecerla.

En el mensaje a esta Iglesia, Cristo se presenta como “el que tiene la llave… el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre”(v. 7).

A esta Iglesia le es puesta delante “una puerta abierta, la cual nadie puede cerrar” (v. 8). Esta es la puerta de la evangelización mundial.

Aunque esta era una Iglesia “con poca fuerza” (v. 8), refiriéndose a la fuerza humana, nadie por más que lo intentare podría cerrar esa puerta que le fue abierta, pues esta Iglesia guardó la Palabra de Dios, comprobando así que la obra de Dios no depende de poder y fuerza humana, ni de influencia mundana, sino del poder de la Palabra de Dios y del Espíritu Santo. “No con ejército ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).

Hoy día, dentro de la Iglesia militante, dentro de la Iglesia visible, hay otra Iglesia cuyas características son como las de la Iglesia de Filadelfia. Esta Iglesia oculta está compuesta por todos los verdaderos cristianos lavados con la sangre de Cristo, que viven vidas santas, que no han negado el nombre de Cristo, que aunque tienen poca fuerza humana, pero tienen la fuerza, el poder, la unción, la potencia, el ministerio, los frutos y los dones del Espíritu Santo.

A esta Iglesia también le ha sido abierta una puerta: la puerta de la evangelización del mundo. Es esta Iglesia humilde, pequeña, ignorada en el mundo, la que precisamente cumplirá las palabras de Cristo, cuando dijo: “Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin” (Mateo 24:14).

Esta puerta de evangelización mundial que quieren cerrar el ateísmo, el comunismo, el escepticismo, el materialismo, el clericalismo, el sectarismo, el egoísmo, pero nadie ha podido ni podrá cerrarla. En Rusia no la han podido cerrar; ni en el Tíbet, ni en España, ni en Cuba, sencillamente no podrá ser cerrada hasta que la labor de evangelización sea completada.

En las estepas de Siberia, en el Cabo de Hornos, en las selvas tropicales, al pretenso moralista y al perdido drogadicto, dondequiera y a quien quierase está predicando este Evangelio, y sigue llegando hasta lo último de la tierra, siendo impulsado por esa “manada pequeña” con poca fuerza, para quien Dios ha abierto una puerta grande y eficaz, que nadie puede cerrar.

Mientras este pequeño grupo avanza por esta puerta abierta por el Señor para la evangelización del mundo, los reposados, los indiferentes, los tibios, “los que dicen ser pero no son”, se quedan estáticos, inmóviles. Para los tales hay una reprimenda en Números 32:6 y 7, y dice: “¿Irán vuestros hermanos a la guerra, y vosotros os quedaréis aquí? ¿Y por qué desalentáis a vuestros hermanos?”

Mientras esta manada pequeña se da en cuerpo y alma a la obra misionera; los indolentes y negligentes tendrán que sufrir la maldición que aparece en Jeremías 48:10, que dice: “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová”.

Mientras este pequeño grupo que es obediente a la voz de Dios, está ofrendando con generosidad y sacrificio para la evangelización del mundo; los reposados no prestan atención a la voz de Dios, ni se interesan por la salvación de los perdidos, sino que malgastan su dinero en ídolos y francachelas, como dice en 2 Crónicas 24:5-7.

Mientras esta “manada pequeña” trabaja y edifica el templo espiritual, restaura vidas; los indiferentes, como dice en Nehemías 3:5, los “grandes no se prestaron para ayudar a la obra de Dios”.

Para estos reposados y negligentes hay una terrible maldición en la Biblia, y dice: “Ay de los reposados… que duermen en casas de marfil, y reposan sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño, y los novillos de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta… beben vinos en tazones, y se ungen con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento José(del pueblo)… Jehová Dios de los ejércitos ha dicho: Abomino la grandeza de Jacob, y aborrezco sus palacios” (Amós 6:1, 4-6, 8).

Es con esta “manada pequeña”, que “tiene poca fuerza”, pero que guarda la Palabra de Dios y no niega el nombre de Cristo, es con los tales que Dios cuenta para la realización y consumación de la gran tarea de la evangelización del mundo.

A los reposados, a los grandes, a los jerarcas, a los tibios, a los indiferentes, a los materialistas, que dicen: “Soy rico… de ninguna cosa tengo necesidad”;pero no ayudan ni cooperan con la obra misionera y a la salvación de las almas, a los tales Dios les dice: “eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apocalipsis 3:17). Y en el juicio les dirá: “En cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños,tampoco a mí lo hicisteis. E irán al castigo eterno” (Mateo 25:45, 46).

Pero a esta “manada pequeña”, que solo le interesa entrar por la puerta abierta de la evangelización y avanzar por doquier dando testimonio del Evangelio, el Señor le dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).

Hermano, ¿A qué grupo pertenece?, ¿alos muchos pero negligentes y reposados, o a los pocos pero diligentes y esforzados?

Hermano, ¿deseas ganar almas para Cristo? Obedece su voz.
Amigo, ¿deseas ser salvo ahora, deseas entrar por la puerta de la salvación? Levanta tu mano delante del Señor, y entrega tu vida a Cristo. Amén.


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