martes, 5 de marzo de 2013

El Ministerio del Sufrimiento

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Rev. Luis M. Ortiz
“Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por Él.” Filipenses 1:29.
Si hay algo que la naturaleza humana resiste es el sufrimiento, tratamos de evitarlo, tratamos de huir del sufrimiento, hasta nos rebelamos en contra del sufrimiento, haciendo esto nos olvidamos de las palabras de Cristo que dijo: “El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor” (Mateo 10:24). Jesús tomó la copa de los sufrimientos y fue bautizado con el bautismo de muerte y nos fueron dejadas estas palabras: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Cuando ya la sombra de la cruz se proyectaba en la vida de Cristo su naturaleza humana exclamó: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; -pero su naturaleza espiritual divina oró- pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).

Si es que verdaderamente vamos a seguir a Cristo tenemos que llevar la cruz y tomar la copa de los sufrimientos, Cristo dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). El camino de la cruz es por consiguiente un camino de negación propia, ya no es lo que nosotros queramos sino lo que Dios quiera para nosotros. Cristo no hizo su propia voluntad sino la voluntad del Padre, tampoco nosotros podemos hacer nuestra propia voluntad sino la de Dios.

Para aquellos que pretendiendo ser seguidores de Cristo, no quieren hacer la voluntad de Dios, Cristo les dice: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21). “Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre” (Mateo 12:50).

Los apóstoles dejaron todo y le siguieron, el apóstol Pablo lo dejo todo por pérdida, como dice en  Filipenses 3:8, leemos: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”. Por el contrario el joven rico se alejó triste de Cristo, porque no estuvo dispuesto a dejarlo todo (Mateo 19:22). ¿A qué grupo pertenece usted?

El camino de la cruz es un camino de persecución. En 2 Timoteo 3:12, dice: “Y también todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución”. El inmaculado Hijo de Dios sufrió a manos de los malos, dice el registro bíblico: “Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos... Y los alguaciles le daban de bofetadas” (Marcos 14:65). “Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas… le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían… y le sacaron para crucificarle… Era la hora tercera cuando le crucificaron” (Marcos 15:17-25).

El tiempo ni el espacio permiten referir todos los padecimientos de nuestro Señor Jesucristo, de los profetas y de los apóstoles, de los cuales el mundo no era digno (Hebreos 11:36-38). Como también de muchos hombres y mujeres, a través de las edades, que han ofrendado sus vidas por causa del Evangelio de Cristo; y actualmente alrededor del mundo hay muchos que están participando de la copa del sufrimiento, porque han preferido el camino de la cruz antes de negar al Señor, para estos el Señor dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:11, 12).

El camino de la cruz es un camino de improperios, de vituperios, es olor de muerte para los que se pierden; en 2 Corintios 2:15, 16, leemos: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que se pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos olor de vida para vida.”

Si alguien se hace amigo del mundo, se hace enemigo de Dios (Santiago 4:4). Si usted va por el camino de la cruz, de la negación propia, no espere ser popular; será mal comprendido, será difamado, será tratado como la escoria del mundo, el desecho de todos (1 Corintios 4:13). Mas también dice la Escritura: “Si sois vituperados por el nombre de Cristo, sois bienaventurados, porque el glorioso Espíritu de Dios reposa sobre vosotros” (1 Pedro 4:14).

El camino de la cruz es un camino de sufrimientos físicos, de Cristo dice en Hebreos 5:8, como sigue: “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia”. El apóstol Pablo tenía un aguijón en su carne, él dice: “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera… Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 corintios 12:7-9). A esto escribió San Pablo: “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias” (2 Corintios 12:10). Debemos reconocer que somos insuficientes en nosotros mismos, para entonces ser fuertes en el Señor, cuando reconocemos nuestra insuficiencia entonces buscamos su divina ayuda y su fortaleza.

Muchos seguidores de Cristo también hoy día están sufriendo físicamente torturas, cárceles y otras formas de castigo físico a manos de los enemigos del Evangelio de Cristo, pero estos valientes soldados de la cruz también dicen: “El Señor es mi ayudador; no temeré  lo que me pueda hacer el hombre” (Hebreos 13:6).

El camino de la cruz es un camino de soledad, cuando Cristo fue arrestado “entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron” (Marcos 14:50). Los verdaderos seguidores de Cristo frecuentemente se encuentran completamente solos en situaciones muy difíciles, en el estrecho camino de la cruz hay espacio solamente para dos personas, pero el otro compañero, el que conoce bien el camino, nos promete diciendo: “No te desampararé, ni te dejaré” (Hebreos 13:5).

El camino de la cruz es un camino de negación propia, de persecución, de vituperios, de sufrimientos, de aflicción, de soledad y mucho más; es el camino que Cristo anduvo, y es el camino que nosotros tenemos que andar, no importa lo que encontremos en este camino, tenemos que afrontarlo con decisión y con gozo; de los apóstoles dice en Hechos 5:41, como sigue: “Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre de Cristo.”

Acepte su cruz, la cruz de los padecimientos, del reproche, de la afrenta, de la aflicción, de la soledad; llévela con  honor, si avergonzarse, pues Cristo dice: “El que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria” (Lucas 9:26).

Amados, en 1 Pedro 4:18 y 19, leemos: “Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿en dónde aparecerá el impío y el pecador? De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus almas al fiel Creador”. Pues, “si sufrimos, también reinaremos con Él” (2 Timoteo 2:12).

Recientemente el Señor habló a mi corazón y me dijo que el tiempo más fructífero, en mi ministerio, está aun en el futuro. Esto que me dijo el Señor casi me sorprendió por dos razones: primero, porque ya tengo alguna edad, y segundo porque Dios en su misericordia me ha dado un ministerio con preciosos y permanentes frutos. Naturalmente me llenó de gozo. Bien dice la Biblia: “Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia.” (Romanos 9:16).

Poco después Dios me confirmó esto, que me había hablado, y cómo me lo confirmó, no fue mostrando algo apoteósico mas allá de lo extraordinario y lo excepcional, que Él ha obrado por medio de mi ministerio, sino que me mostró y me habló que para un ministerio más fructífero el precio sería más padecimiento, más sufrimiento por la causa del Señor. Puesto que hemos sufrido mucho, de momento pregunté al Señor: ¿Pero por qué Señor? Mas enseguida le pedí perdón por la pregunta, y me sometí a Su Palabra, a su voluntad y a sus propósitos; pues comprendo y experimento en mi vida que Dios realmente puede usar una vida en la medida que esa vida se rinde, se somete, acepta la voluntad de Dios. La medida en que Dios puede usar una vida, es la medida de sus padecimientos. El precio de un verdadero ministerio es el sufrimiento, el verdadero ministerio es aflicción, es dolor, es espinas, es agonía.

¿Quieres ministerio sin padecimientos?, en la Biblia no lo hay, tendrías que buscar otra clase de ministerio, no el de la Biblia. Por ahí hay falsas profecías que dan y reparten ministerios sin medida. A Dios a veces le toma toda una vida, 40 años como en el caso de Moisés, para preparar un hombre, para entregarle un ministerio; pero estos falsos profetas sin la persona convertirse bien, ya les están dando ministerio. Si quieres de esa clase de ministerio, tendrías que ir a un falso profeta o profetisa.

O si quieres ministerio sin padecimiento, pero no lo quieres con los falsos profetas; bueno hay otros falsos obreros, mercaderes del Evangelio que te venden el ministerio, te venden la credencial de ministro por cinco dólares, o hasta en un dólar te la dan. Ves con un dólar ya eres ministro, sin tener que sufrir nada; pero hay más si quieres ministerio sin padecimiento, pero no lo quieres recibir de los falsos profetas ni tampoco lo quiere comprar de ningún mercader; bueno podrías hacer como Micaías, que abrió un local de culto y se puso a predicar, y alquilaba pastores, y después hasta también daba ministerios y credenciales, ve esto es fácil. Esa clase de ministerio sin llamamiento, sin sacrificios, sin lágrimas, sin dolor, sin aflicción, sin padecimientos, sin agonía, sin Getsemaní, sin cruz; eso es fácil, eso es barato.

Pero mira como es el verdadero ministerio, escuchemos al apóstol Pablo escribiendo a los corintios, leemos: “Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. Antes bien renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la Palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios… antes bien, nos recomendamos en todo como ministros de Dios, en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo… en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mi se agolpa cada día, la preocupación por toda las iglesias” (2 Corintios 4:1, 2; 6:4-10; 11:23-28).

¿Qué clase de ministerios quieres, el de la Biblia o el de los hombres, el de los sufrimientos o el fácil? Hace mucho tiempo yo escogí el que el Señor me dio, el de los sufrimientos. Y uno aprende a decir: “pero lejos este de mi gloriarme sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo”.

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