Susana Selorio de Bocanegra es producto de una relación
marcada por las diferencias sociales: Su madre fue empleada doméstica de su
progenitor. “Siempre guarde mucho rencor en mis corazón”, cuenta la protagonista
de esta historia.
Entrada en la adolescencia, las dudas
existenciales comenzaron a agobiarla, sintiéndose en muchas ocasiones
frustrada.
Poco después, conoció a su actual esposo, quien
era un activista sindical. Ambos cultivaban ideas revolucionarias y decidieron
formar un hogar. El carácter apacible de su conyugue contrastaba con las
reacciones explosivas de Susana.
La relación superó varias tempestades y un
embarazo no deseado puso entre la espada y la pared a la pareja. Ella no deseaba
al niño, mientras que él lo quería tener entre sus brazos.
El pequeño nació, pero meses después Susana
volvió a quedar embarazada y tomó la decisión de abortar. “Sentía que mis planes
se iban a frustrar teniendo más hijos”, afirma nuestra ahora hermana.
Previo a su última intervención, echada en una
camilla ella entendió que había alguien supremo que la amaba y también al ser
que llevaba en su vientre. ¿Por qué lo has hecho? Era la pregunta que replicaba
en su mente.
Vida dura
Pero sus terribles acciones trajeron consigo
graves consecuencias. En una ocasión estuvo al borde de la muerte, llegó a
perder más de la mitad de la sangre de su cuerpo.
Su madre, en medio de la desesperación que
vivía, llamó a un grupo de cristianos para que lleven a su hija al templo
central del Movimiento Misionero Mundial.
Luego de algún tiempo, Susana decidió acudir a
la Casa de Dios aún convaleciente. Tras el mensaje, ella cayó de rodillas entre
lágrimas y escuchó una voz que le dijo “Yo te perdono”. La vida de Susana pasó
por su mente como una película. En ese instante sintió que era nueva
criatura.
Pasaron algunos días y se recuperó
milagrosamente, dejando sorprendidos a los médicos que la trataban. ”Estoy muy
feliz con Jesucristo”, dice conmovida de alegría Susana, quien junto a su esposo
y tres hijos dan fe del poder de Dios.
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