Muchos nos
hemos preguntado por qué somos seducidos por el mundo y mucho más cuando estamos
en los caminos del Señor.
Haciendo referencia a la cita bíblica
en la que Jesucristo es tentado en el desierto podemos destacar algunos puntos
importantes. Hay cosas malas que se tienen que confrontar y a veces la tentación
experimentada es una oportunidad no para caer en las cosas malas, sino para
confrontarlas y no hay mejor manera que confrontar la tentación con un
definitivo y rotundo no.
Además, no podemos esperar un milagro
para recién empezar a creer en el poder de Dios. Los hijos de Dios no podemos
caer en esa tentación de querer que El haga los milagros que a nosotros se nos
ocurran y caer en el papel de hijos de Dios presumidos a veces hasta damos
órdenes a Dios.
Las
3 armas del enemigo
Hacernos creer que es suficiente con
nuestra independencia y voluntad propia es la primera tentación a la cual
estamos sometidos cada día. Recordemos que Satanás retó a Jesús a producir su
propio alimento.
La Presunción. El relato bíblico nos
dice: le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios,
échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti. Los
judíos amaban las señales y milagros espectaculares y esa era una oportunidad
para que Jesús presumiera de cómo Dios lo amaba rescatándolo al tirarse del
templo. Más con autoridad Jesús le dijo: “No tentarás o pondrás a prueba al
Señor tu Dios” Citó Deuteronomio 6:16.
La seducción “Le mostró todos los
reinos del mundo y su gloria y le dijo: “Todo esto te lo daré si postrado me
adorares”. Esta seducción es idolatría. Idolatría es todo aquello que le quita
el lugar, el tiempo y la prioridad a Dios y Muchos están cayendo en esa última
tentación.
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