Los
juegos de azar, el dinero fácil… Wilfredo González Medina se había mudado a los
casinos. Empezó a rematar objetos de su propio hogar. Convertido en ludópata
olvidó toda responsabilidad. Pero pudo ser rescatado con la Palabra del
Señor.
Podría decir que sólo le faltó apostar su
alma.Las máquinas tragamonedas se habían convertido en una obsesión donde
depositó mucho dinero y gran parte de su vida. “Era un adicto”, reconoce hoy
Wilfredo González Medina. Y lo fue hasta que una intervención divina cambió
aquella existencia extraviada. “Mi salvación fue una campaña evangelística”,
recuerda.
Hace 21 años González Medina asistía
diariamente a diversas casas de juegos de azar. Puso en riesgo el salario
mensual, el vicio atrapó por completo al hombre débil y pecador. Se convirtió en
un ludópata. “Derrochaba hasta el último centavo para tratar de llevarme el
premio mayor. Nunca lo gané, al contrario mi vida se desgastaba hasta el
amanecer cada vez que jugaba. Al final nunca recuperé lo perdido”. Hoy todo está
en ese pasado del cual escapó apoyado por el Señor. A los 51 años cuenta su
historia acompañado de su esposa Betty, la mujer que toleró pacientemente toda
aquella época.
González Medina trabajaba como agente de
seguridad. Su incursión al mundo de las apuestas empezó a los 29 años. Su jefe y
sus compañeros fueron quienes empezaron a tentarlo para ganar dinero fácil. Tuvo
la suerte de principiante, creyó que sería así toda la vida, pero lo único que
consiguió fue jugarse el amor y la seguridad de su familia profanando sus
ahorros.
“No sé por qué me despertó la ambición, porque
siempre he trabajado duro, no me gustaban las cosas fáciles”, asegura. Su
convivencia con la escasez provino desde su infancia, en el departamento de
Piura, al norte del Perú. Luego al emigrar al puerto del Callao, muy cerca de
Lima, no cambió su situación, al contrario aprendió a compartir su educación
limpiando los extensos pasadizos del cementerio Baquijano y Carrillo junto a
otros niños de su edad.
La mentira permanente
“Primero iba a los casinos como una forma de
entretenerme, pero luego ya era una rutina y finalmente una necesidad”, dice y
agrega: “Con el tiempo me fui sumergiendo más en el vicio, cuando reaccioné ya
estaba perdido y no encontré más refugio que esos locales nocturnos”.
El dinero resultaba insuficiente cada noche,
preso de la desesperación procedió a sustraer objetos de su domicilio, hizo lo
mismo en su centro de trabajo. Pero las evidencias salieron a la luz y acabó
despedido en el acto. En su hogar nadie se daba cuenta aún de lo que
vivía.
Haber servido tres años en las fuerzas armadas
y tener una disciplina militar no evitaron que cayera en esa licenciosa
existencia. “Mentía con facilidad. Al llegar a mi casa me arañaba el cuello, me
rasgaba la camisa o el pantalón para aparentar que me habían robado, cuando la
verdad era otra”, confiesa.
Hace 16 años que imparte la Palabra de Dios
como pastor de la Obra en el distrito de Ventanilla, en Lima. Sin embargo,
considera una tarea inconclusa anunciar el Evangelio a personas que padecen de
este trastorno. “El diablo me engañó por tanto tiempo, haciéndome creer que
podía recuperar todo lo que apostaba, por eso la obsesión de permanecer allí a
pesar de saber que no ganaba”. Sentía que estaba en un pantano y solo Cristo
pudo liberarlo de esa dominación, cuando procedió al real arrepentimiento de sus
culpas.
“¿Qué haces aquí? ¡Cuida tu vida! ¡Cuida a tu
familia!”, le increpó el Señor un año antes que encontrara su resguardo
espiritual. Pero él, aun sometido a la ludopatía, hizo omisión de aquella voz
que lo invitó a la reflexión. “Nuestro Señor se duele del pecado, sobre todo
cuando no le obedecemos. Lamentablemente no escuché la voz de Dios a tiempo y
todo me fue mal”, expresa Wilfredo, quien agotado de esta vida, tuvo el suicidio
como una opción. Fue su madre, quien conocía de sus desdichas, la mujer que
contempló en la oración el secreto de la liberación.
El mensaje salvador
Colocar la mirada en el amor indescriptible del
Altísimo fue para este hombre la postura más decisiva que cambió el futuro
eterno de su alma. Su acercamiento al Señor fue a través de un tratado que llegó
a sus manos. Era una invitación a una campaña evangelística y además unas
reflexiones sobre una agonía similar a la suya. Con poco valor y mucha ansiedad
acudió al evento. “Cuando estuve en medio de la gente hubo una lucha espiritual
en mi interior. Escuché una voz que me inquietaba y me pedía salir de allí, pero
había otra que me persistía para quedarme. No sabía qué hacer en ese momento,
pero me quedé, escuché la Palabra de Dios y le entregué mi vida a Cristo”,
recuerda.
El nuevo amanecer que experimentó en aquella
cruzada enrumbó su vida. Alude con lágrimas la misericordia del Todopoderoso que
lo liberó de esta atadura espiritual. Su paso a la reconciliación familiar se
dio inicio. La mentira terminó. “Desde ese momento entendí que hice mucho daño a
mi familia moral y económicamente. Antes no supe cómo decirles en qué gastaba el
dinero, pero con el Señor en mi corazón confesé todo”, relata.
Han transcurrido 16 años de esa experiencia
gloriosa, en que Wilfredo, limpiado de sus delitos, santificado por la Palabra,
no frecuenta más esos recintos de perdición. Al contrario, predicar
incesantemente el Evangelio se ha convertido en parte de su vida diaria.
Instruir la mejor manera de enfrentar las tentaciones es su estandarte. “El
Espíritu Santo siempre ha conducido mis pasos; diciéndome por dónde he de ir y
no tropezar nuevamente con el vicio. Dios ha sido generoso conmigo”,
reconoce.
Indicadores de adicción al
juego
La Asociación Americana de Psiquiatría precisó
en 1995 que hay juego patológico cuando se dan al menos cinco de estas
circunstancias:
•Preocupación por el juego (por ejemplo, idear
formas de conseguir dinero para jugar).
•Necesidad de jugar con cantidades crecientes
de dinero para conseguir el grado de excitación deseado.
•Fracaso repetido de los esfuerzos para
controlar, interrumpir o detener el juego.
•Inquietud o irritabilidad cuando se intenta
interrumpir o detener el juego.
•El juego se utiliza como estrategia para
escapar de los problemas.
•Después de perder dinero en el juego, se
vuelve a jugar para intentar recuperarlo.
•Se engaña a los miembros de la familia,
terapeutas u otras personas para ocultar el grado de implicación en el
juego.
•Se cometen actos ilegales como
falsificaciones, fraude, robo o abusos de confianza para financiar el
juego.
•Se han puesto en riesgo o perdido relaciones
interpersonales significativas, trabajo u oportunidades profesionales por causa
del juego.
•Se confía en que los demás proporcionen dinero
que alivie la situación financiera causada por el juego.
Qué hacer ante la
ludopatía
• Si existen indicios razonables de juego
patológico, acudir a profesionales especializados y también a asociaciones de
autoayuda para las ludopatías.
• Normalmente un ludópata no puede dejar de
jugar sin recibir ayuda, por mucha fuerza de voluntad que tenga.
• La ludopatía rara vez tiene una sola causa o
circunstancia. Requiere de la intervención de especialistas de la psicología
para diseñar el proceso de deshabituación.
• Es frecuente que el ludópata tenga una
personalidad inmadura, miedos, sentimientos de inferioridad y falta de
responsabilidad.
• Como una de las características del ludópata
es la impulsividad, la intervención consistirá en una reestructuración de la
personalidad, que le permita afrontar situaciones difíciles, tolerar la
frustración y aprender a fijarse límites.
• Además debe intervenirse en el entorno
familiar o social, como en cualquiera otra adicción.
• La familia debe entender que se trata de una
enfermedad y asumir la responsabilidad de acompañar y ayudar al paciente en el
proceso de deshabituación.
• Y la prevención. Es importante que los hijos
no oigan frecuentemente que una lotería o un juego solucionarían nuestras vidas.
Deben saber desde muy pequeños que con los juegos de azar siempre se acaba
perdiendo
No hay comentarios:
Publicar un comentario