miércoles, 20 de febrero de 2013

Día Mundial de la Justicia Social

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La crisis, los desahucios que afectan a personas desesperadas que deciden quitarse la vida, nuevos casos de corrupción entre los políticos… ¿Qué papel deberíamos tomar como cristianos entre todo este caos?
Desde el año 2007, cada 20 de febrero se celebra el Día Mundial de la Justicia Social, cuyo objetivo es especialmente promover a nivel nacional actividades concretas que se ajusten a los objetivos y las metas de la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social, apoyando la labor de la comunidad internacional encaminada a erradicar la pobreza y promover el empleo pleno y el trabajo decente, la igualdad entre los sexos y el acceso al bienestar social y la justicia social para todos.


Desde una perspectiva bíblica, no importa la raza ni el lugar de origen, todo ser humano posee un profundo sentimiento de justicia que llevamos desde que nacemos. Pese a que no todos valoramos hechos o acciones de una misma forma, es evidente que algo se remueve en nuestro interior cuando experimentamos o somos testigos de una injusticia.


Dionisio Byler, autor y teólogo menonita, miembro de la iglesia evangélica Comunidades Unidas Anabautistas de Burgos y profesor de Biblia y Griego en la Facultad de Teología SEUT de El Escorial, escribió sobre el tema en  El Mensajero .“Todos tenemos una brújula interior que marca lo que cada cual entiende ser el Norte de la justicia. Yo sugeriría que este sentimiento humano de la justicia es parte de lo que significa haber sido creados a imagen y semejanza de Dios”, dice Byler.


Sin embargo, la caída del hombre debido al pecado ha provocado que ese sentimiento de justicia se haya ido alejando de lo que Dios considera que es justo o no: “Nuestras nociones de justicia están dañadas y erosionadas, son menos que lo que eran según fuimos creados. Pero siguen ahí y podemos reeducarlas conforme a los mandamientos de Dios, aspirando a entender plenamente la justicia de lo que Dios considera justo”.

Por eso, sabemos que en diversas ocasiones nuestra justicia no es la misma que la de Dios, y la justicia de Dios no es la nuestra, “por consiguiente, parte del proceso de conversión y maduración del ser humano que se entrega al reinado de Dios en Cristo, será el que aprendamos a reorientar nuestros criterios de lo que es o no justo, conforme a la revelación divina”, concluye.


¿DE VERDAD DIOS ES JUSTO?
Vivimos en un mundo injusto y muchos se preguntan por qué Dios no actúa para cambiarlo. ¿Es por tanto Dios un dios de justicia?


“Dios oye el clamor de los oprimidos. Que nadie piense de otro modo. Esta es parte de cualquier definición legítima de Dios que podamos formular. Dios es el Dios de los desamparados, y su furia arde contra los poderosos y aprovechados”, continúa Byler.“Dios odia toda opresión política, social y económica. No aguanta ver que haya privilegiados que se aprovechan descaradamente de los que no tengan la misma influencia política”.


De esto hay varios ejemplos en el libro de Santiago, concretamente en el versículo 5:1:  “¡Vamos, ahora, ricos! ¡Llorad y chillad acerca del sufrimiento que se os acerca!”,  refiriéndose a esta realidad de la naturaleza de Dios.Lo mismo sucede cuando Jesús dice:  “¡Ay de vosotros, los ricos, los satisfechos, los que reís, los de renombre!” (Luc. 6.24-26).


“La clave de todo esto - dice el profesor - es nuevamente la identificación de Dios con los pobres, humildes y oprimidos. Tener una actitud negativa acerca del que padece injusticia social y económica es rechazar a Dios”.


“¿Hay entre nosotros conciencia de la injusticia impía que supone la prosperidad de unas pocas naciones hoy día? ¿Estamos enterados los cristianos de hoy de que darse el lujo de los placeres materialistas es vender el alma por bobadas? ¿Hay conciencia cabal entre los cristianos de hoy de que la sangre de los miles que mueren cada día a manos de este terrible sistema pervertido clama a Dios pidiendo venganza? ¿O acaso puede ser que los cristianos de hoy están implicados en el sistema?”Es una serie de preguntas importantísimas que plantea Byler, puesto que se trata de una cuestión de identidad.


CASOS INSPIRADORES

Marco Manjón es representante social de “La Casa Grande” - una ONG cristiana que trabaja en programas de cooperación al desarrollo, fomentando la solidaridad entre los pueblos, trabajando especialmente con la infancia y juventud en riesgo de marginación en Benín, África - y está especialmente involucrado con laPlataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH).

Ante la situación actual de desahucios en España, Manjón defiende el tomar un papel activo. Podemos“colaborar con las plataformas y trabajar unidos. Esto es lo que está haciendo que la presión social sea más eficente”, explica.

En concreto, Manjón reta a los cristianos a poder realizar dos acciones.“Una es sumarnos como voluntarios y apoyar a las plataformas que se han ido creando con voluntariado para que tengan más respaldo social”, dice.


La segunda cosa “es la implicación. Como cristianos el amor al prójimo es fundamental. Cuando hay gente débil en las que hay situaciones injustas debemos implicarnos, como iglesia y a nivel particular. Es la mejor forma para evangelizar. Cuando nos ven codo a codo trabajando con ellos escuchan lo que tenemos que decirles de parte de Dios”.


El representante de la Casa Grande explica que apoya el proyecto de la plataforma“como cristiano y como iglesia”.De hecho“varias personas de la iglesia participan en las asambleas de las plataformas, y otros muchos a nivel individual participan en las manifestaciones. Todo el mundo sabe que somos una ONG que está relacionada con una iglesia cristiana”.

 
  MÁS ALLÁ DE ESPAÑA
 Por otra parte, Francisca Capa, presidenta de Alianza Solidaria, nos explica sobre el Proyecto Moisés, el programa de apadrinamiento a través del cual se apoyan proyectos educativos en zonas pobres de Colombia, Perú, Honduras, Bolivia y Haití.


“Nadie decide dónde nace, por lo tanto es tremendamente injusto que un niño, por un hecho que él no ha elegido no tenga acceso a la educación”, explica. Por eso Alianza Solidaria trabaja para facilitar el acceso a la educación en cualquier lugar y ayudar a que los niños desarrollen las potencialidades y capacidades con las que Dios les ha dotado.


“Y aun siendo estratégico para un país la labor que se hace con los niños, ésta se quedaría corta si no trabajamos también con las familias y con su comunidad”, dice Francisca Capa. Por eso, además de facilitar el acceso a la educación a los niños apadrinados, a través de Escuelas de Padres se trabaja con sus familias y con intervenciones en el entorno comunitario, “porque nos parece de justicia ayudar a que las personas recuperen la dignidad con la que fueron creadas”.


Además del Proyecto Moisés, Alianza Solidaria trabaja en Perú con el Programa Turmanyé, entre las comunidades quechuas, llevándoles atención sanitaria, educación, agua y desarrollando actividades productivas, con programas de apoyo a los niños trabajadores de la calle de la ciudad de Huaraz y también Haití, apoyando una casa-hogar que recoge a niños en desamparo. “Es este principio de igualdad y la profunda convicción que tenemos de que todos los seres humanos son iguales en derechos, dignidad y responsabilidades, lo que nos mueve a intervenir a través de programas de desarrollo comunitario”, dice la presidenta de AS.


Y finaliza resumiendo el llamado a una verdadera acción de justicia social. “En realidad no somos dueños de nuestros bienes, sólo administradores de lo que Dios nos da. Y cómo buenos administradores debemos buscar invertir nuestros recursos en aquellos proyectos, actividades y acciones que redunden en la restauración de las personas, sociedades y entorno”.


Pueden encontrar más información sobre estos proyectos en sus respectivas páginas web: Alianza Solidaria y  La Casa Grande . 
 

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